Adriana Lecouvreur en Madrid

Manuel Esteve Madrid (Michonnet), Maria Agresta (Adriana Lecouvreur) y Maurizio Muraro (Príncipe de Bouillon) en el Teatro Real de Madrid © Javier del Real

Septiembre 25, 2024. El Teatro Real ha abierto esta temporada 2024-2025 con la ópera Adriana Lecouvreur de Francesco Cilea (1866-1950). Este título, que se estrenó en Milán en 1902, se presenta por primera vez en el coliseo madrileño y la producción que nos ocupa es la clásica de David McVicar que, desde su estreno en Covent Garden de Londres en 2010, se ha representado en los teatros más importantes del mundo, a saber: el Metropolitan de New York, La Scala de Milán, la Staatoper de Viena, la Ópera Nacional de París y el Liceu de Barcelona.

El director de escena Justin Way ha sido el encargado de volver a poner en marcha los engranajes técnicos y humanos de esta reposición y lo ha hecho con gran eficiencia. La escenografía, firmada por Charles Edwards, está inspirada en los teatros de comienzos del siglo XX, mostrando los telones, camerinos, iluminación, bambalinas y tramoyas típicas de la época. El propio teatro que aparece sobre el escenario es otro de los personajes principales, mudo, cambiante, humilde, flexible. 

El vestuario, a cargo de Brigitte Reiffenstuel, también está realizado con un gusto exquisito, elegante, de gran belleza y tejidos nobles que revisten de verdad a cada uno de los personajes sobre el escenario, desde las figuras principales hasta el último de los lacayos. El diseño de iluminación realizado por Adam Silverman colorea, además de cada rincón de la escenografía, las sombras y las luces del drama humano.

El director musical Nicola Luisotti ha hecho un gran trabajo explayándose en los pequeños detalles interpretativos y, en alguna ocasión, no escatimando en fortes que sepultaban las laringes de los intérpretes principales entre los timbales y los metales. Contrarrestando los momentos más intensos, también cuidó las dinámicas que iban al piano en momentos cuidadamente escogidos. En cualquier caso y, salvo esos momentos de intensidad sonora, su dirección fue clara, limpia y muy presente en cada fraseo, cada cadencia, poniendo la batuta al servicio de la creación de atmósferas sonoras extraordinarias. Fue destacable su oficio en el final de la ópera, que la concluyó con un gusto extraordinario. Tanto el Coro como la Orquesta del Teatro Real sonaron compactos y acataron con precisión las órdenes de su director musical. El coro jugó un papel importante en sus intervenciones, siendo creíbles y rodeados de cierto halo de autenticidad en el arquetipo personal que representaban.

La soprano italiana Maria Agresta demostró un dominio fantástico de su instrumento, tanto en la parte cantada como en la recitada. Su sonido fue carnoso, presente y delicado. Destacable su primera aria ‘Io son l’umile ancella’ (‘Soy la humilde sierva’), pero el momento que suscitó más bravi por parte del público lo tuvo en ‘Poveri fiori’ (‘Pobres flores’), en el que se amalgamaron la expresión musical con el significado dramático más allá de la ejecución de la partitura.

Su partenaire, el tenor estadounidense Matthew Polenzani en el rol de Maurizio, a quien ya vimos en el Real en la reciente Madama Butterfly, seguía mostrando arrojo y seguridad en su vocalidad, aunque no exento de ese vibrato que rebasa el foso de músicos. La Princesa de Bouillon, interpretada por la mezzosoprano rusa Ksenia Dudnikova, vocalmente mostró un sonido rotundo y de gran potencia, rematando con presencia escénica el rol antagonista de la actriz francesa.

El barítono barcelonés Manel Esteve, como el empresario Michonnet, fue creciendo dramática y vocalmente a lo largo de la función, aportando la ternura que su personaje requiere. El Príncipe de Bouillon, representado en la persona del bajo italiano Maurizio Muraro, mostró un trabajo maduro completamente adaptado a su rol. El abate de Chazeuil, siempre rondando al Príncipe y la Princesa de Bouillon, hizo un gran trabajo. Interpretado por el tenor barcelonés Josep Fadó, se ajustó perfectamente al personaje mostrando, además, un hermoso color vocal en su parte del tercer acto. 

El resto de los personajes —el bajo-barítono de Huelva David Lagares como Quinault, el tenor barcelonés Vicenç Esteve como Poisson, la soprano inglesa Sylvia Schwartz como Mademoiselle Jouvenot y la mezzosoprano italiana Monica Bacelli como Mademoiselle Dangeville— han formado el cuarteto completamente bien empastado de amigos actores de Adriana Lecouvreur, coordinados y avenidos en su expresión corporal.

Definitivamente, es una producción para recordar por su calidad musical y escénica que no deja indiferente a nadie y capaz de captar la atención de cualquier tipo de público.

Escena de Adriana Lecouvreur de Francesco Cilea en la producción de David McVicar © Javier del Real

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