
Anna Bolena en Venecia

Alex Esposito (Enrico VIII), Lidia Fridman (Anna Bolena) y Enea Scala (Riccardo Percy) © Michele Crosera
Marzo 30, 2025. A pesar de la reciente valorización de Anna Bolena de Gaetano Donizetti en las décadas centrales del siglo pasado, gracias a la atención de numerosas prime donne, esta ópera había estado ausente de los escenarios venecianos desde 1857.
Se trata de una partitura llena de ideas, un verdadero punto de inflexión en la producción del compositor bergamasco. Quien dio vida a una obra tan compleja y arriesgada, debido a sus amplias estructuras y su aparente estatismo, fue Pier Luigi Pizzi, una figura con una dilatada trayectoria al más alto nivel y una amplia gama de obras en el ámbito del teatro musical, así como una relación privilegiada con los escenarios venecianos, que lleva presentando desde hace mucho tiempo y donde ha puesto en escena muchos de sus éxitos, reconocidos a nivel internacional.
Entre la inteligencia del vestuario y la habilidad innata para gestionar espacios y masas, Pizzi se movió con absoluta maestría en sus recursos, así como con un probado conocimiento del ritmo narrativo y teatral. A pesar del refinamiento de la interpretación, la dirección de Renato Balsadonna no fue muy exhaustiva, pues descuidó algunas percepciones estilísticas en favor de una concertación centrada en el efecto final fácil, a veces sin tener en cuenta las necesidades vocales de los solistas y el coro. La Orquesta del Teatro La Fenice realizó una interpretación adecuada, al igual que el Coro de la fundación, preparado por Alfonso Caiani.

Escena de la producción de Pier Luigi Pizzi de Anna Bolena de Gaetano Donizetti en el Teatro La Fenice de Venecia © Michele Crosera
En cuanto al elenco vocal, la protagonista, la soprano rusa Lidia Fridman, quien recientemente ha estado abordando numerosos roles vinculados al bel canto del siglo XIX, a pesar de su temperamento, sonoridad y timbre, aún no ha alcanzado completa madurez y sufrió algunas limitaciones debido a la falta de homogeneidad en su emisión. A su lado, en el temible papel de Giovanna Seymour, apareció la soprano Carmela Remigio, acostumbrada desde hace tiempo al repertorio de Donizetti.
Tras haber interpretado el papel principal en varias ocasiones, la soprano asumió aquí un papel que pareció potenciar sus capacidades expresivas, sin crear demasiadas dificultades en su canto, impulsada por una mayor conciencia de sus propias capacidades. La mezzosoprano Manuela Custer, quien ya ha interpretado al paje Smeton, también resultó convincente.
En cuanto a las interpretaciones masculinas, el bajo-barítono Alex Esposito, quien regresó para interpretar el papel de Enrico VIII, impresionó. No hay dudas sobre sus dotes interpretativas, su destreza escénica y su capacidad para abordar innumerables papeles como antagonista; lo que sí planteó algunas dudas fue su preferencia por un cierto énfasis en la caracterización que comprometió la interpretación musical en general, aunque se apoyó en una técnica segura y un profundo conocimiento del papel.
La ardua parte de Riccardo Percy, concebida para un cantante legendario como Giovanni Battista Rubini, se confió a la voz del tenor Enea Scala, quien adoleció, en ocasiones, de una tesitura extrema, aunque logró delinear el papel con credibilidad.
El reparto lo completaron el bajo William Corrò como Lord Rochefort y el tenor Luigi Morassi como el Signor Hervey. Gran éxito al final de la función y consenso de toda la compañía.