Arisbé de la Barrera en la Sala Irma González
La noche del sábado 30 de noviembre, la soprano sinaloense Arisbé de la Barrera ofreció un recital íntimo, de cálido y reducido formato, en la Sala Irma González de Villa Zetina, en la colonia Escandón de la Ciudad de México. La cantante, que presentó un programa que incluyó obras de coloratura con las que participará en el próximo Concurso Francisco Viñas, en Barcelona, España, tuvo como invitado al tenor chihuahuense Carlos Alberto Velázquez, ambos acompañados por el joven pianista José Luis Trujillo.
Con una sensibilidad refinada y su grata presencia escénica, la soprano logró compartir con el público convocado las múltiples cualidades interpretativas que en la actualidad la distinguen como una de las voces mexicanas con mayor potencial y futuro. Además, la combinación de su talento con el de Velázquez resultó, sin duda, una afortunada muestra de la riqueza vocal que puede encontrarse en las nuevas generaciones líricas de nuestro país.
Este recital, cuyo programa se integró con piezas de los compositores clásicos Frédéric Chopin, Charles Gounod, Franz Lehár, Wolfgang Amadeus Mozart, Giacomo Puccini y Giuseppe Verdi, así como los mexicanos Alfonso Esparza Oteo, María Grever, y Manuel M. Ponce, fue también oportunidad para atestiguar cómo la Sala Irma González se ha consolidado como un espacio único en el panorama musical capitalino, de la mano de su fundador y anfitrión, el musicólogo, supertitulador y director general del Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli, Francisco Méndez Padilla.
Esta pequeña sala —con un selecto aforo para unas 60 personas y bautizada en honor a una de las más grandes sopranos mexicanas—, se ha vuelto un referente en el medio operístico de la ciudad a un año de su inauguración, no solo por la encomiable iniciativa melómana de Méndez Padilla, sino porque en ella se han presentado ya, como parte de las 40 actividades que ha albergado, cantantes como las mezzosopranos Carla López Speziale, Amelia Sierra y Encarnación Vázquez; las sopranos Angélica Alejandre, Marcela Chacón, Graciela Morales, Ana Rosalía Ramos y Jennifer Mariel Velasco; el tenor José Luis Ordóñez; y el barítono Ricardo López, acompañados por los pianistas Mitchel Casas, Baldomero Jiménez, Józef Olechowski, Alain del Real y Sergio Vázquez.
Por otra parte, la sala Irma González de Villa Zetina mantiene viva una apreciable tradición en la vida cultural mexicana, como también ha ocurrido en otras latitudes y épocas: la de abrir las puertas de los hogares a la música.
Al igual que lo hicieron en su momento Antonio y Jo Dávalos (fundadores de Pro Ópera), Carlos Díaz Dupond, la familia Esteva, Erika Kubacsek y Coral Mesina, Francisco Méndez Padilla ha creado un espacio profesional pero íntimo donde el arte musical adquiere otra dimensión. Estos recintos, alejados del formalismo y las distancias de los grandes auditorios, permiten un encuentro más cercano entre el artista y el público, favoreciendo una experiencia más cálida y personal. Y, por supuesto, en el contexto mexicano brindan un foro para mantener activa o presente una carrera vocal.
En la sala Irma González, las paredes, bañadas por una luz suave y dorada, parecen susurrar historias de óperas e intérpretes. Los cuadros y fotografías que adornan las estancias, tanto como la pantagruélica colección discográfica del anfitrión, evocan gestas sonoras inmarcesibles, protagonizadas por indiscutibles figuras de la lírica.
En ese marco el público asistente pudo escuchar a Arisbé de la Barrera abrir la velada con el aria de concierto ‘Vorrei spiegarvi, oh Dio’ de Wolfgang Amadeus Mozart. Carlos Alberto Velázquez continuó con ‘Ah! Lève-toi soleil!’ de Roméo et Juliette de Charles Gounod. La soprano volvió al escenario con una vertiginosa y escarpada interpretación de ‘Der Hölle Rache’, aria de la Reina de la Noche de Die Zauberflöte también de Mozart. El tenor ofreció la infaltable ‘La donna è mobile’ de Rigoletto de Giuseppe Verdi; y de esa misma obra, De la Barrera hizo lo propio con ‘Gualtier Maldè… Caro nome’.
Luego de la transcripción para piano de Frédéric Chopin de ‘Casta Diva’ de Norma de Vincenzo Bellini a cargo de José Luis Trujillo, ambos cantantes unieron sus voces a ritmo de vals en el dúo de la opereta Die lustige Witwe de Franz Lehár.
El centenario luctuoso de Giacomo Puccini no pasó desapercibido en el recital. Por ello, Carlos Alberto Velázquez obsequió al público la célebre aria ‘Nessun dorma’ de Turandot, mientras que Arisbé cerró el programa oficial con ‘O mio babbino caro’ de Gianni Schicchi.
Se dio paso entonces a cuatro encores. Para el primero se invitó a dos cantantes más, que se encontraban entre el público: la soprano Angelina Rojas y el tenor Mario Hoyos. El cuarteto confeccionó una emotiva interpretación de la canción ‘Júrame’ de María Grever, que dejó puesta la mesa para continuar por el sendero de la música mexicana. De la Barrera y Velázquez ofrecieron ‘Dime que sí’ de Alfonso Esparza Oteo y luego la soprano lució su voz con filados y matices en ‘Estrellita’ de Manuel M. Ponce. La velada concluyó con los dos cantantes interpretando con total lucimiento y casi de manera espontánea (de no ser porque forma parte de sus repertorios) la célebre canción pop-crossover ‘Con te partirò’ de Francesco Sartori y Lucio Quarantotto.
La Sala Irma González, de seguro, continuará albergando actividades diversas relacionadas con la lírica y eso es una buena noticia, pues resulta atractivo para el público interesado poder presenciar de cerca y con detalle voces con plenitud, sobreagudos y fiato tan extendido, por ejemplo, como las credenciales mostradas por Carlos Alberto Velázquez.
También es venturoso el buen nivel técnico e interpretativo de Arisbe de la Barrera, quien no solo encontró oportunidad para pulir las obras con las que competirá próximamente en Barcelona, sino de igual manera una vitrina para mostrar una voz de bello timbrado, agudos redondos y pianos sutiles, además de una simpatía escénica que le valió el aplauso y el reconocimiento de los asistentes.