Avis de tempête en la UNAM

Escena de Avis de tempête de Georges Aperghis y Peter Szendy, con el ensamble Ónix Multidisciplina © Festival CulturaUNAM

 

Septiembre 27 y 28, 2024. El Foro Experimental José Luis Ibáñez de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, en Ciudad Universitaria, sirvió como escenario para el estreno latinoamericano de Avis de tempête (Alerta de tempestad), una ópera del compositor griego —avecindado en Francia— Georges Aperghis (1945) que desafía las convenciones y formas del género lírico tradicional, aun cuando de cierta manera contiene todos sus elementos, aunque no en una pirámide de importancia jerárquica.

Presentada como parte de la tercera edición del Festival CulturaUNAM, esta experiencia multisensorial transportó al público hacia un universo sonoro y visual fragmentado en el que la música acústica y la electrónica, las proyecciones pregrabadas y el circuito cerrado, así como las interpretaciones vocales y actorales convergen y se marginan a la vez, en una muy particular vivencia yuxtapuesta de estímulos y posibles significados.

Inspirado en la escuela de Darmstadt y fiel a su máxima de “hacer música de todo”, Aperghis ofrece una partitura abierta y no lineal que fusiona aproximaciones y recursos alusivos al concepto, a la fenomenología y al curso mismo de una tormenta física, sonora, visual y emotiva que se complementa con la interpretación y la subjetividad del espectador, a partir de su impresión de la obra o incluso de formar parte de ella a través del levantamiento de video en vivo y su proyección en la decena de pantallas instaladas y movidas sobre el escenario. 

Bajo la dirección escénica del argentino Marcelo Lombardero y con la batuta de José Areán al frente del ensamble Ónix Multidisciplina, este artefacto músico-escénico configura una dimensión estética no narrativa que refleja metafóricamente lo caótico de la vida contemporánea, en la que lo parcial, lo opuesto e incluso lo contradictorio convive para formar un todo relampagueante, efímero o digresivo, que desconcierta e integra en un mismo plano discursivo.

La escenografía y video del bonaerense Matías Otálora (con proyección relevada de glitches, barras de colores, nieve sin señal o textos superpuestos), así como el vestuario de la también argentina Luciana Gutman (con botas para lluvia o impermeables para el elenco tanto como para el director concertador), complementó la naturaleza pulverizada de Avis de Tempête, propiciando una atmósfera vertiginosa a la par de la complejidad de la obra, comisionada para su creación por la Opéra de Lille, Francia, y estrenada en 2004.

En la parte vocal cantada participaron con profesionalismo la soprano Marcela Chacón y los barítonos Armando Gama y Guillermo Ruiz, quienes desde luego no se enfrentaron a un ejercicio de canto común, sino al uso de la voz para fonemas, ecos, la histeria repetitiva o la simple expresión de columnas vocales con texturas, colores y formas múltiples. Una lluvia de imágenes expresionistas, distorsionadas, de ellos mismos en las pantallas, acompañó sus intervenciones.

 

La actriz Yuriria Fanjul participó en el estreno latinoamericano de Avis de tempête © Festival CulturaUNAM

 

Destacó la actuación episódica de Yuriria Fanjul con un personaje que parece protagonizar una misión apresurada, inquieta, que por supuesto nunca es explicada. Pero la actriz, en persona y en video, transmite esa urgencia, hace asible algo de historia: la suya, expresiva con todo el ruido y el estímulo del caos, la luz o la oscuridad alrededor, y lo consigue con una dicción precisa en inglés y francés alternado en apenas unos compases. 

La ocasional metralla verbal de los intérpretes contrastó con una apacible noche estrellada en la que Areán —o su rol de director musical— leía fragmentos del libreto de Peter Szendy en coautoría con Aperghis, que se hilvana a su vez con trozos en collage de otras obras literarias y autores como Henry Melville, William Shakespeare, Charles Baudelaire, Victor Hugo, Franz Kafka o Thomas de Quincey. Hacia el final de la representación, Areán se va hacia backstage y cede su lugar al frente del ensamble musical y su lugar es ocupado por Fanjul.

Esta redimensión lírico-escénica de lo claro y lo ininteligible sumerge de pronto en una inagotable sucesión de estímulos, similar al zapping televisivo o del streaming, o bien de la pantalla de un teléfono celular, donde una avalancha de información bombardea —con multitexto, sonido, video o imágenes— momentos y contenido que pueden o no significar algo, en el umbral del scroll infinito. La música de pronto parece citar, rememorar o convocar, de hecho, hasta un pasaje barroco, pero también volverse cacofónica o de texturas dimensionales similares a una respuesta sensorial meridiana autónoma (o ASMR, por sus siglas en inglés).

Avis de tempête es un eslabón perdido —o despreciado por las élites culturales, porque su radicalismo a estas alturas dista de ser novedoso o punzante, ya que en rigor se aproxima a lo que ocurre en los conciertos comerciales desde hace décadas— donde lo clásico cruza hacia lo pop, hasta que éste se convierte en mainstream y luego referencia clásica.

Coordenadas estéticas donde la sala orquestal o de cámara o el teatro lírico de tradición, provocativamente, se transforma en vehículo para la producción, realización y difusión masivas. Es una inmersión al arte y a lo antiartístico, una región donde la música y la lírica coexisten con el ruido y no solo sonoro. La experiencia de presenciar esta obra, celebración a la fragmentación en trece alertas de tempestad, se agota a sí misma, al aproximarse a la hora de duración y al no crear caminos que parezca se quieran seguir en pleno siglo XXI. Por desgracia y por fortuna.

 

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