Billy Budd en Buenos Aires

Escena del reclutamiento de Billy Budd, interpretado por John Chest, en el estreno de esta ópera de Benjamin Britten en el Teatro Colón de Buenos Aires © Lucía Rivero

 

Julio 3, 2025. Con solo voces masculinas, Benjamin Britten —según muchos especialistas el último gran compositor de óperas junto con Gian Carlo Menotti— construye con Billy Budd un universo opresivo y doloroso, a la vez que exalta, a través de la figura del protagonista, el amor y la libertad, no deja de estar presente el mar, elemento recurrente en la obra del compositor inglés, y una parábola sobre el bien y el mal.

Luego de varios proyectos frustrados en los últimos 40 años, finalmente llegó el demorado estreno argentino de la obra al Teatro Colón de Buenos Aires con el nivel musical, vocal y visual que debería tener siempre la sala de la calle Libertad. El trabajo del maestro Erik Nielsen al frente de la Orquesta Estable, abstracción echa de algún desliz, resultó clave para el éxito de la función, logrando una versión musical de primer orden que denota una cuidada preparación.

Con casi 21 roles (entre protagónicos, coprotagónicos y comprimarios), es complicado lograr un elenco parejo, homogéneo y de nivel, pero el Colón en esta oportunidad lo logró. Si se destacaron por la enjundia de sus roles los protagonistas principales, no fueron menos del primero al último de los solistas y hasta los cuatro niños que componen los guardiamarinas; gran mérito de quien selección los elencos.

El barítono estadounidense John Chest fue un estupendo Billy Budd, de bello color vocal, adecuada proyección y total credibilidad dramática; mientras que el tenor londinense Toby Spence le dio a su Capitán Vere el perfecto matiz que el personaje requiere en una obra que conoce sobradamente. El bajo-barítono argentino Hernán Iturralde volvió a demostrar, con su John Claggart, su valía, adecuada proyección y excelencia en la composición de su personaje.

 

Toby Spence como el Capitán Vere © Lucía Rivero

 

Ya expresamos el muy buen nivel general de los personajes menores: Alejandro Spies (Mr. Redburn), Fernando Radó (Mr. Flint), Homero Pérez Miranda (Teniente Ratcliffe), Pablo Urban (Red Whiskers), Sebastián Angulegui (Donald), Luciano Garay (amigo del novato); Gustavo Gibert (Contramaestre), Mario De Salvo (Primer oficial), Mauricio Meren (Segundo oficial), Andrés Cofré (Vigía),y Cristian De Marco (Arthur Jones), pero es de justicia destacar a Santiago Martínez (un novato), a Leonardo Estévez (Dansker) y a Gonzalo Ayala (Squeak).

Puntal de la representación resultaron las secciones masculinas del Coro Estable, que prepara Miguel Martínez, con una actuación realmente memorable. No fueron menos los integrantes del Coro de Niños, que dirige Helena Cánepa.

Marcelo Lombardero y su equipo (Diego Siliano, escenografía; Luciana Gutman, vestuario; y José Luis Fiorruccio, iluminación) produjeron un espectáculo visual casi cinematográfico de profunda belleza. Tanto durante el prólogo como en el epílogo y en los interludios se proyectaron en la boca del escenario reflejos en el agua, que tomando la escena donde se ve el cuerpo muerto de Billy, se podría tratar del reflejo que a luz solar produce dentro del mar. 

Lombardero sitúa la acción perfectamente en época y subraya el manejo del poder y las distintas clases sociales que se encuentran dentro del barco con diferentes funciones y derechos por sobre el homoerotismo implícito de la obra. El prólogo y el epílogo son cantados en la platea por el Capitán Vere, vestido con cierta contemporaneidad vaga subrayando, por lo tanto, la universalidad y atemporalidad de la historia.

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