Carmen en Nápoles

Mattia Olivieri (Escamillo) y Aigul Akhmetshina (Carmen) en el Teatro di San Carlo de Nápoles © Luciano Romano

 

Octubre 30 y 31, 2024. Para terminar la temporada se acudió a una versión aquí ya bien conocida de la popular ópera de Georges Bizet. El mayor interés radicó en los dos repartos, que solo tenían en común el Escamillo y los roles secundarios. Dirigió, como la última vez (por la pandemia al aire libre y en concierto) Dan Ettinger, que convenció menos que entonces por la brusquedad y la sonoridad excesiva de algunos tiempos. La orquesta estuvo bien y en el coro (siempre preparado por Fabrizio Cassi) esta vez las voces femeninas estuvieron por encima de las masculinas.

Sin duda Aigul Akhmetshina es muy requerida hoy para interpretar a la gitana. La figura es adecuadísima, se mueve bien, la voz es bella, cálida y amplia, pero con su juventud inquieta su forma de abrir los graves y de emitir algún agudo. Victoria Karkacheva interpretó por primera vez a la bella cigarrera, y eso sin duda la hizo más (demasiado) mesurada en todos los aspectos, aunque ofreció un timbre interesante sobre todo en la zona alta. 

El Don José de Dmytro Popov, sin ser del todo ideal, fue mucho más interesante y adecuado que el de Jean-François Borras, que tuvo su punto fuerte en la dicción francesa y en un canto que puede estar bien en el repertorio de su tierra, pero de carácter más ligero. Selene Zanetti volvió a repetir su Micaëla de la última vez, y ahora pareció con más caudal y siempre sus bellos filados, pero menos cómoda en zona aguda. Más impersonal pero muy bien cantada la de la joven Désirée Giove, que obtuvo una ovación sensacional tras su gran aria. 

Escamillo fue siempre Mattia Olivieri, que repitió, tal vez en mejor, su excelente actuación de la última vez, con más rotundidad en centro y grave, un fraseo de gran intención, y una figura de cine. Frasquita y Mercédès fueron interpretadas con gran brío por Andrea Cueva Molnar (tal vez demasiado incisiva en canto y actuación) y la interesante Floriane Hasler. El Dancaïre (Régis Mengus) y el Remendado (Loïc Félix) lo hicieron muy bien y bien, respectivamente. Correcto Nicolò Donini en Zuniga y discreto Pierre Doyen en Moralès. 

La puesta de Daniele Finzi Pasca (coautor de las luces —un tanto molestas cuando se usaban las de neón— junto a Alexis Bowles) se caracterizó por los bellos trajes de Giovanna Buzzi, escasos decorados (Hugo Gargiulo), y poca dirección actoral. Hubo siempre mucho público (más en el primer reparto), muy entusiasta, aunque algo indisciplinado a la hora de toser, hablar y usar celulares. En la función del segundo reparto había muchos jóvenes, pero no los más “descuidados”.

 

Jean-François Borras (Don José) y Victoria Karkacheva (Carmen) © Luciano Romano

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