Carmen en Nashville
Septiembre 26, 2024. Mucho se ha dicho que el teatro y la ópera son un reflejo de la vida misma, ya que los personajes de muchas de las obras y sus historias o tramas pueden parecerse a personas que conocemos o situaciones que hemos vivido.
Pero, ¿cuántos actores —o directores de escena— están dispuestos a llevar al escenario la vida y las complicadas situaciones que se viven en un mundo convulsionado? Este cuestionamiento me surgió después de presenciar la nueva propuesta escénica de Carmen del compositor francés Georges Bizet, con la que inició la temporada de la Ópera de Nashville, que el teatro decidió llamar “De los lazos que unen” y de la que ofreció solamente dos funciones.
Carmen es un título conocido y atractivo para el espectador, pero del cual existe ya una concepción formada y arraigada en la mente del público, con una historia llena de clichés, preconcepciones e ideas fijas, apegándose a la cigarrera sensual que se enamora del soldado ingenuo para dejarlo por un torero, además de que se trata de una mujer libre y determinada. Esa sería la manera fácil y directa de montarla en escena sin complicaciones y polémicas.
Pero el director de escena John Hoomes, también director artístico de esta compañía desde 1995, se ha salido de la zona de confort y ha propuesto una Carmen de la vida actual, situando la historia en la región fronteriza, donde Don José es una agente de la patrulla fronteriza de Estados Unidos, donde los personajes son residentes de esa región compuesta por inmigrantes, con las tensiones, prejuicios raciales, y el choque de culturas.
La puesta no está exenta de exotismo, siendo la brutal historia de amor que es. El trabajo actoral fue detallado y llevado con naturalidad. Además, la propuesta aborda un tema candente, polémico y político, fundamental de cara a las próximas elecciones presidenciales de este país: la inmigración, los inmigrantes, las diferencias raciales y los problemas que ocurren en la frontera. Situado en la época actual, con pocos elementos escénicos, la ambientación en una población fronteriza, donde el coro viste camisas a cuadros, botas y jeans, Don José y sus “soldados” vestidos como oficiales de inmigración, y una Carmen ataviada con ropa de cuero.
Nashville, situada a las orillas del rio Cumberland, es un fuerte bastión de la música Country, y cuenta con su propio teatro de ópera, el Tennessee Performing Arts Center, donde se han ofrecido al menos tres estrenos mundiales. No son los recursos lo que hacen una buena compañía de ópera sino las ideas, el talento y un buen elenco de cantantes. En esta función hubo varios de ellos, comenzando con la mezzosoprano Marina Costa-Jackson, quien debutó el rol y le dio frescura a su caracterización, sensual, extrovertida y desenvuelta en escena. Sacó adelante su personaje con arrojo y buenos medios vocales, con una voz amplia, tersa y oscura. Al tenor Zach Borichesvky le ayudó su presencia escénica, porte y estatura para crear un adecuado Don José. Su voz es amplia con buena dicción y color.
Mención aparte merece la soprano Kathryn Lewek por la nitidez y agilidad con la que cantó el rol de Micaëla, muy aplaudida, querida y afable por su dulce apariencia. Una sorpresa fue escuchar al barítono mexicoamericano Richard Ollarsaba, en su correcta actuación como Escamillo, el “torero” enfundado en cuero negro, más parecido aquí a un motociclista o pandillero, y con buenas cualidades vocales.
Un reconocimiento para el coro del teatro, como para los intérpretes de los partiquinos, pero sobre todo a la orquesta que bajo la conducción del maestro Dean Williamson, que mostró fibra, nervio, y exaltó la suntuosa orquestación con complicidad de sus músicos.