Carmen en Verona
Julio 5, 2024. Creada en 1995, la producción de Carmen de la Arena, firmada por Franco Zeffirelli, es considerada hoy en día un gran clásico del festival de ópera de verano y, sin embargo, nunca ha permanecido igual a como inició, a excepción del magnífico vestuario de Anna Anni.
De hecho, a lo largo de más de 30 años, el espectáculo ha sido modificado, actualizado, repensado, reducido y, finalmente, parcialmente restaurado en una versión (estrenada en el 2022 y modelada por las luces de Paolo Mazzon) que representa la mejor mediación posible entre la opulencia original y las posteriores limitaciones impuestas a los montajes escenográficos en la Arena. Mas allá de las necesidades y limitaciones prácticas, Carmen de Georges Bizet en la concepción zeffirelliana (que requiere, solo en el escenario, la presencia de unas 500 personas, entre solistas, coristas, bailarines y figurantes… sin contar los caballos y los burros) sigue siendo un señor coloso.
Además, y también a partir de 2022, la parte de baile se ha duplicado: por un lado, la coreografía original (concebida por El Camborio), y por otro, la aportación de la Compañía Antonio Gades (dirigida por Stella Arauzo), que transforma el cambio de escena entre el tercer y el cuarto acto en un momento inédito de desafío al ritmo del flamenco, hechizando al público.
Con motivo del 101º Festival de Ópera de la Arena de Verona, fue llamado a la dirección de Carmen el joven Leonardo Sini (nacido en 1990) quien, a pesar de la comprensible emoción de debutante, no se dejó intimidar ni por el tamaño del lugar ni por el peso de su herencia histórica. De gran elegancia en los segmentos exquisitamente instrumentales, demostró seguridad y personalidad tanto en el diálogo con el escenario como en el desentrañamiento de los diferentes fondos sonoros.
También llamó la atención la buena sinergia establecida con el maestro del coro Roberto Gabbiani en la búsqueda de todos esos matices que (potenciados por voces masculinas y femeninas) hacen que la obra maestra de Bizet sea lo que es. Carmen fue Aigul Akhmetshina, de 27 años, que ya ha interpretado a la gitana rebelde en Londres, Berlín, Múnich, Lisboa y Nueva York. La mezzosoprano rusa no solo posee un timbre de bronce y terciopelo que combina belleza, grosor, potencia y extensión, sino una expresividad interpretativa que le permite construir el personaje en el sentido más tradicional del término (en línea con la puesta en escena), sin ser empalagosa en lo más mínimo o de cartón.
Compiten por sus favores el melancólico Don José de Francesco Meli (cuya reconocida habilidad para cincelar frases e intenciones con inteligencia musical lo convierte en un personaje sufrido, además de otra víctima de sus propios impulsos contradictorios) y el fanfarrón Escamillo de Erwin Schrott, perfectamente a gusto en el papel del torero ídolo de las multitudes, gracias a la astuta seducción y a la fuerte presencia escénica. También debutó en la Arena la soprano Kristina Mkhitaryan, que dibujó una Micaëla de espesor, aunado a la belleza de su voz, su cuidado interpretativo y su abandono lírico.
El cuarteto compuesto por Daniela Cappiello (Frasquita, chispeante), Alessia Nadin (Mercédès, de carácter fuerte), Jan Antem (un Dancaïre jovial de actitud presuntuosa) y Vincent Ordonneau (un Remendado muy puntual) estuvo bien amalgamado y fue efectivo.
El reparto se completó con el sonido Zuniga, de Gabriele Sagona, y el experto Moralès de Fabio Previati. Encantadora fue la aportación del Coro de Niños dirigido por Paolo Facincani, que siempre enternece cuando canta con convicción ‘Avec la garde montante’. Gran éxito colectivo, con un Arena llena y ovaciones para todo el elenco. ¡Carmen vive, viva Carmen!