Cesare in Egitto en Innsbruck

Arianna Vendittelli fue protagonista del rescate de Cesare in Egitto de Geminiano Giacomelli en el Festival de Música Antigua de Innsbruck © Birgit Gufler

 

Agosto 11, 2024. Los meses de verano en el Tirol no solo son sinónimo de vacaciones sino también de música antigua y barroca, gracias al Innsbrucker Festwochen der Alten Musik: la programación, siempre repleta de propuestas de gran calidad, celebra sus 48 veranos con más de 50 eventos que llenan los lugares más dispares de Innsbruck con música y muchos artistas de calibre internacional. 

Manteniendo la estructura consolidada del festival, 2024 presenta una gran innovación: Alessandro De Marchi, después de 14 ediciones como director artístico, pasó la estafeta a su colega Ottavio Dantone. La huella de esto último se percibe inmediatamente en algunos pequeños cambios en la programación que probablemente se harán cada vez más evidentes en los próximos años. Y su gestión también se ve subrayada por la elección del título de la primera ópera: de hecho, se trata de una obra muy querida por él y que ha tenido en cuenta durante mucho tiempo para identificar el lugar y el momento ideales para presentarla al público. 

La partitura en cuestión es Cesare in Egitto de Geminiano Giacomelli (1692-1740) en versión veneciana, preparada con libreto de Carlo Goldoni y Domenico Lalli, para su representación en el Teatro San Giovanni Grisostomo en noviembre de 1735. El compositor, natural de Colorno, se formó cerca de Parma donde también tuvo la oportunidad de exhibir los primeros resultados de su talento musical. Sus compromisos oficiales como maestro de capilla lo llevaron a Piacenza, luego de regreso a Parma, antes de emprender exitosos viajes al extranjero, particularmente a países de habla alemana, y finalmente a Loreto. 

El éxito de sus dos docenas de títulos operísticos, interpretados por algunos de los solistas más importantes de su época, no impidió que se extendiera el rumor según el cual su música era difícil y se caracterizaba por un estilo complicado. El Cesare in Egitto (César en Egipto) se remonta a los últimos años de su carrera, precisamente en 1735, y fue concebida para el Teatro Ducal de Milán. 

 

Emöke Barath (Cleopatra) y Filippo Mineccia (Achilla) © Birgit Gufler

 

Actualmente no existen vestigios ciertos de esta versión, elaborada en un libreto atribuido a Giacomo Francesco Bussani. Por eso en Innsbruck se prestó atención a la versión veneciana, presentada en ese mismo 1735, cuya edición crítica fue editada por el propio Dantone junto con Bernardo Ticci. Para esta operación de recuperación del olvido se ha convocado a un director de escena muy elogiado en los últimos años: Leo Muscato, apoyado por Andrea Belli en los decorados, Giovanna Fiorentini en el vestuario y Alessandro Verazzi en las luces. 

Las ideas del equipo no parecen mejorar plenamente la obra: la gestión de los personajes individuales y de los extras a menudo está mal coordinada, con intenciones limitadas a nivel de acción, mientras que la interpretación expresiva de los artistas parece poco más convincente. La escenografía aporta poco con el truco de la plataforma giratoria, ciertamente útil para amenizar un poco la acción y resolver los cambios escénicos de forma rápida y eficaz. 

El aspecto musical proporcionó una mayor satisfacción. Empezando por Ottavio Dantone que, al frente de su entusiasta, impecable y diligente Academia Bizantina, propuso una lectura atenta capaz de poner de relieve los distintos números de una obra que, por el contrario, parecería más bien uniforme. Su dirección facilitó el trabajo de los solistas que se involucraron en una partitura compuesta por numerosas y complejas piezas cerradas. Toda la compañía de canto estuvo a la altura, logrando dominar el estilo y la escritura. 

Arianna Venditelli actuó con su habitual gusto por las palabras y el fraseo y abordó el papel de Julio César con determinación, a pesar de cierta dureza en su interpretación. Por el contrario, la mezzosoprano húngara Emőke Baráth como Cleopatra, pareció más cómoda en presencia de la escritura de Giacomelli, pero le faltó expresividad y participación. Sin embargo, llamó la atención la interpretación de Margherita Maria Sala como Cornelia: la contralto italiana tiene un instrumento precioso y con mucho cuerpo y, sobre todo, posee determinación en el escenario y una profunda voluntad interpretativa. 

Del lado masculino, destacó el sopranista Federico Fiorio, quien infundió a Lepido una profunda humanidad, a pesar de su férreo control de la emisión y el fraseo. Tanto el contralto Filippo Mineccia, como Achilla, y el tenor Valerio Contaldo, como Tolomeo, actuaron con convicción. Ambos denotaron una buena preparación técnica que benefició la interpretación de la compleja partitura. Al final de la función, el público premió a todos los intérpretes con aplausos cálidos y convencidos, sellando una actuación musicalmente bien interpretada.

 

Velario Contaldo (Tolomeo), Margherita Maria Sala (Cornelia) y Jonas Kofler (Sesto) © Birgit Gufler

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