
Dialogues des Carmélites en Valencia

Escena de Dialogues de Carmélites de Francis Poulenc en el Palau Les Arts de Valencia © Miguel Lorenzo-Mikel Ponce
Enero 23, 2025. El aún joven Palau de les Arts Reina Sofía, inaugurado en 2005 y que acogió su primera ópera (Fidelio) en octubre de 2006, va haciendo su historia paso a paso. Como es natural, muchas óperas de gran importancia para el género están por estrenarse en el soberbio edificio y en esta ocasión le llegó el turno a Dialogues des Carmélites de Francis Poulenc (1899-1963), con libreto del propio compositor basado en una obra teatral de Georges Bernanos (1888-1948) que a su vez está basada en la novela, escrita en 1931, titulada Die Letzte am Schafott (La última del patíbulo). La ópera fue estrenada en el Teatro alla Scala en 1957 y desde entonces se mantiene en el repertorio más o menos frecuentado por los teatros líricos del mundo.
Les Arts ha presentado Dialogues des Carmélites en la muy afamada y ya veterana puesta en escena del canadiense Robert Carsen, que se estrenó en 1997 en Ámsterdam y ha sido vista en una decena de ciudades, de Milán a Toronto, pasando por Londres, París, Chicago, Madrid, Viena, Oviedo y Niza. La propuesta de Carsen se basa en la teatralidad que aporta a una música un tanto decorativa, basado en una escenografía (Michael Levine) que apenas ofrece otra cosa que tres grandes muros y algunos elementos de utilería (un elegante sillón, flores, rústicas mesas y bancas).
La labor de iluminación (Cor van de Brink y Robert Carsen) adquiere protagonismo convirtiendo esas grandes paredes móviles en guillotinas gigantes que cortan o unen las escenas con buen ritmo teatral a una obra, por demás, un tanto estática que se recrea en las conversaciones entre las monjas o con ellas mismas. El espectacular final, con una muerte coreografiada donde el uso del vacío y la luz se hace más evidente, engancha al público y golpea al estómago, aún a aquellos que durante las más de dos horas y media anteriores habían estado remisos a entrar en la narración conceptual con la que Carsen realza una obra un tanto inconexa y, como ya dije, de música que es un batiburrillo de varios siglos de metodología compositiva operística. Carsen hace grande la famosa regla de “menos es más” atribuida erróneamente al arquitecto Mies van der Rohe.
La Orquesta de la Comunidad Valenciana respondió meticulosamente a la dirección del maestro Riccardo Minasi, cuya lectura fue a la par en sutileza y refinamiento. El Coro de la Generalitat Valenciana, preparado por Jordi Blanch Tordera, mostró sus muchos quilates cantando y con el movimiento escénico porque, aunque puede parecer simple, requiere de una enorme precisión. Esta ópera de Poulenc es una obra coral, pero sin duda son Blanche de la Force y la vieja priora, Madama de Croissy, quienes dejan una mayor huella en el discurso musical.
La soprano francesa Alexandra Mercellier asumió el rol de Blanche de la Force (tras la retirada del cartel de la alemana Carolina López Moreno) con conocimiento de su parte, pues la cantó hace un año y medio en Lieja, dando relieve al miedo y dudas que ponen límites a su vida. Buena proyección y una amplia tesitura bien coloreada y utilizada lograron llevarse los aplausos más encendidos al final de la representación.
La veterana mezzosoprano Doris Soffel ofreció una descarnada y conmovedora Madama de Croissy, que muere blasfemando y dudando de la existencia de Dios. Con 76 años de edad y una voz potente pero ya ajada es, como Poulenc lo había pensado, ideal para este personaje que deja ver una visceralidad que doblega a la razón. En otras ocasiones he visto en este personaje a otras grandes cantantes en retirada, como Raina Kabaivanska y Viorica Cortez, ambas casi con 80 años y dándolo todo, sin temores vocales, en un personaje que así lo requiere.
Del resto del elenco vocal es necesario destacar a la soprano Sandra Hamoui por la frescura con la que presentó a Sor Constance de Saint-Denis. Un timbre bonito con un caudal suficiente y buena línea de canto. Excelente desempeño, también, el de la soprano canadiense Ambur Braid como Madama Lidoine, la nueva priora del convento, y de la mezzosoprano —también canadiense— Michèle Losier como Madre Marie de L’Incarnation. Ambas de potentes y brillantes medios vocales muy bien manejados.
El tenor Valentin Thill fue un tosco Caballero de la Force y el bajo-barítono Nicolas Cavalier un Marqués de la Force de escaso relieve. El tenor Michael Colvin, como el capellán del Carmelo, no mostró la anchura vocal necesaria para su personaje. El barítono Isaac Galán sí supo sacarle todo el beneficio a su corto personaje de carcelero. Sin embargo, todos los artistas cumplieron con sus partes y el público ovacionó largamente a todos. La propuesta de Carsen podrá vivir muchos años más sin temor a envejecer, pues no se basa en proyecciones de vídeos u otros artilugios técnicos o artísticos perecederos.

Nicolas Cavalier (Marquis de la Force) © Miguel Lorenzo-Mikel Ponce