Don Giovanni en San Francisco
Agosto 1, 2024. Como parte de los festejos de la edición 2024 del festival Merola Summer Program —que realiza diversas galas operísticas con arias, escenas y actos de diversas óperas en la Caroline Hume Concert Hall del Conservatorio de Música de San Francisco— se llevó a cabo la puesta en escena de Don Giovanni de Wolfgang Amadeus Mozart y Lorenzo da Ponte, una de las obras más representativas y populares del repertorio operístico estándar en la actualidad.
El programa pertenece a la Ópera de San Francisco, uno de los teatros estadounidense más importantes, aunque a decir por la oferta de la actual temporada que está por iniciar en el mes de septiembre, se nota una considerable reducción en el número de producciones y funciones que serán presentadas.
Sin embargo, el prestigio del programa permanece intacto, ya que prepara a jóvenes cantantes que son elegidos en un riguroso proceso de selección, para pulirlos y después lanzarlos a carreras profesionales, algunos incluso a nivel internacional, y sus miembros son elegidos con frecuencia para formar parte de los elencos de la temporada estelar de San Francisco.
Entre los artistas que han pasado por aquí, cabe mencionar a Brian Azawa, René Barbera, Janai Brugger, Charles Castronovo, Joyce Di Donato, Elza van den Heever, Bryan Hymel, Lucas Meacham, Anna Netrebko, Simon O’Neill, Ailyn Pérez, Nadine Sierra, Carol Vaness, Rolando Villazón, Debora Voigt y Dolora Zajick.
Al frente de la puesta en escena estuvo la soprano Patricia Racette, en su momento una destacada intérprete, quien supo contar la historia con cohesión dramática. Racette, también egresada del Merola, situó la escena en lo que parecía mitad de los años 20 del siglo pasado, como indicaba el vestuario de Annie Smart, y la escenografía en dos niveles, con el uso de proyecciones —algunas de diseños arquitectónicos de Andrew Boyce— lograron que la puesta fuera un plus. Racette, puso énfasis en las palabras con relación a la trama, y en la interacción de los personajes y en sus sentimientos. Un punto de vista interesante, de una artista que ha estado allí mismo y entiende el fondo del libreto.
En el centro de la acción se pudo escuchar y presenciar al barítono coreano Hyungjin Son, con una voz amplia, de buen control y grato color. La estatura del barítono le confirió buena presencia escénica. También originario de Corea, se escuchó al bajo barítono Donghoon Kaan, como un divertido y malicioso Leporello, consistente en su canto y proyección.
Como Donna Anna, la soprano Lydia Grindatto demostró madurez y comodidad en escena, muy desenvuelta con una voz muy maleable y oscura. El tenor Michael John Butler tuvo un correcto desenvolvimiento actoral en el papel de Don Ottavio, aunque es evidente que sus cualidades vocales pertenecen ya a otro tipo de repertorio, algunos papeles más exigentes, y su voz pareció estar desfasada con los requerimientos del papel, y la exclusión de su aria ‘Il mio tesoro’ lo privó de la posibilidad de ser un personaje más completo en escena.
Por el contrario, la soprano Viviana Aurelia Goodwin lució muy bien en el personaje de Donna Elvira, especialmente en su aria ‘Mi tradì quell’alma ingrata’, y actuó con aplomo alejada de la típica caracterización que se hace del personaje, que la muestra como mentalmente inestable, que es donde se notó la mano de Racette, quien se rigió por experiencia escénica propia y no clichés siempre vistos. La soprano Moriah Berry fue una delicada y vulnerable Zerlina y Justice Yates encarnó el rol de Masetto. Completó el elenco Benjamin R. Sokol, quien cantó con un brío por momentos desmedido y una emisión áspera y poco pulida el rol del Comendador.
La sala de conciertos no cuenta con foso, por lo que una orquesta reducida de miembros de la San Francisco Opera Center Orchestra se colocó frente al escenario y, con unas pasarelas que los rodeaban y por donde se desplazaban los artistas, se resolvió este inconveniente. La conducción del maestro Stefano Sarzani fue pausada, atenta y entusiasta. Mostró cuidado con las voces, aunque algunas arias y sus intérpretes sufrieron por contener demasiado la dinámica y el pulso, pero en términos generales el resultado fue satisfactorio y los músicos lograron un adecuado trabajo.