Don Pasquale en Bérgamo
Noviembre 17, 2024. En el marco del Donizetti Opera Festival, el escenario cobró vida con Don Pasquale, la célebre ópera bufa de Gaetano Donizetti, una de las últimas y más refinadas joyas del bel canto italiano. Esta producción en Bérgamo no solo rinde homenaje al compositor en su ciudad natal, sino que también celebra el décimo aniversario de su ya icónico festival. Para ello, se recurrió a la nueva edición crítica de Roger Parker y Gabriele Dotto, ya que el objetivo primordial del DOF es rescatar la pureza original de las partituras donizettianas.
Estrenada el 3 de enero de 1843 en el Théâtre-Italien de París, Don Pasquale responde al ingenio de Donizetti quien, ya consolidado como uno de los compositores más célebres de Europa, adaptó un antiguo libreto de Angelo Anelli, Ser Marcantonio, actualizándolo junto al escritor exiliado Giovanni Ruffini. No obstante, el compositor introdujo tantas modificaciones en el texto que se considera coautor de la versión final.
Don Pasquale reelabora los tropos clásicos de la comedia italiana: el anciano engañado, la prima donna astuta, el enamorado sentimental y el barítono intrigante, dotándolos de una dimensión innovadora para su época.
El Teatro Donizetti presentó el montaje originalmente realizado para la Opéra de Dijon dirigido por Amélie Niermeyer, que fue retomado en esta producción por Giulia Giammona. Sin embargo, la propuesta de Niermeyer resultó una versión abominable e incongruente que probablemente funcionó en Francia, pero en Italia se revela patético.
Niermeyer, junto a su equipo de colaboradores alemanes, en un afán por innovar a toda costa, propuso elementos absurdos e injustificados. Por ejemplo, para abrir el segundo acto, se presentó la gran botarga de un elefante rosa que intentaba orientarse con un mapa, siendo finalmente auxiliado por un grupo de pollos. La ridiculización de una aria tan bella como ‘Com’è gentil’ fue un despropósito, acompañándola en escena por un grupo de mariachis, mientras que el dueto ‘Pronta io son’ entre Norina y Malatesta fue cargado de insinuaciones sexuales del todo innecesarias. Esto último fue un contrasentido, ya que, mientras Malatesta fantasea con el cuerpo de Norina, dice: ‘Voi sapete se d’Ernesto sono amico, e ben gli voglio’ (‘Sepa usted que soy amigo de Ernesto y lo aprecio mucho’), por lo que las sugerencias escénicas de la directora carecen de lógica y evidencian un total desconocimiento de las líneas del libreto.
La escenografía y el vestuario, firmados por Maria-Alice Bahra, fueron una mezcla de aciertos y desaciertos. La escenografía moderna, que mostró el lujo excesivo en la casa de Don Pasquale, con arquitectura contemporánea, una mini piscina, una amplia terraza con exóticas plantas, un bar bien surtido y tres mayordomos, resultó efectiva. Sin embargo, los vestuarios fueron un desastre, carentes de coherencia temporal, con un exceso de animal print, camisas de colores fosforescentes y vestidos entallados que incomodaban a los intérpretes.
La audaz música, impregnada de valses y galops, así como de brillantes momentos y melancólicos pasajes, fue interpretada por la Orchestra Donizetti Opera bajo la batuta de Iván López-Reynoso. La versión del director mexicano fue bastante académica y apegada al estilo tradicional. Algunas de sus dinámicas se acercaron más al estilo rossiniano que al de Donizetti, pero de todas maneras resultaron adecuadas para el bel canto. López-Reynoso cuidó particularmente los tempi, aunque no aportó ninguna propuesta innovadora; se mantuvo fiel a las indicaciones de la partitura. En ocasiones, la orquesta cubrió a los cantantes al no ajustar el volumen, ya que se utilizaban instrumentos de época y un con orgánico numérico original.
Cabe destacar que esta edición crítica de Parker y Dotto ofreció algunos momentos inéditos que el mismo Donizetti cortó en revisiones posteriores. Se introdujeron unos pocos compases en la introducción del aria de Norina, una pequeña participación del coro antes de ‘Che interminabile andirivieni!’ y varias frases en el cuarteto final del primer acto. Pero la recuperación más evidente fueron las partes del dueto ‘Cheti, cheti immantinente’.
Roberto de Candia ofreció un Don Pasquale simpático y desenvuelto. Vocalmente en forma, aunque con ligeros problemas de entonación en las notas graves. Conquistó al público por su vis cómica, mostrando una correcta línea de canto belcantista en ‘Un foco insolito’, así como en los duetos y conjuntos.
Por su parte, Giulia Mazzola encarnó a Norina, la astuta heroína de la ópera, con vivacidad y espontaneidad. La soprano siciliana tiene una coloratura limpia y unos agudos muy cuidados. La desafiante aria ‘So anch’io la virtù magica’ fue interpretada con maestría, ya que la soprano debe equilibrar técnica y carácter en un despliegue de agilidad vocal y encanto escénico, lo cual Mazzola logró, a pesar de los ridículos requerimientos escénicos impuestos por Niermeyer.
En el rol del sobrino Ernesto, se presentó un veterano del papel: Javier Camarena. El tenor mexicano no se encontraba en su mejor momento vocal. A pesar de tener la voz evidentemente fatigada, logró unos poderosos agudos y un singular filado al final de Com’è gentil. Cabe reconocer al tenor su excelente pronunciación del italiano y el tesón con el que sacó adelante el personaje. Ernesto es uno de los roles que más satisfacciones profesionales ha brindado al cantante veracruzano, desde su interpretación en México en el verano de 2009 junto a los ganadores del mítico Concurso Morelli de 2004: Rebeca Olvera como Norina, Josué Cerón como Malatesta y Charles Oppenheim en el rol epónimo, hasta su bis en 2016 en el Met de Nueva York de la cabaletta ‘E se fia che ad altro oggetto’ que en esta producción bergamasca pasó desapercibida.
El Dottore Malatesta de Dario Sogos fue otra agradable sorpresa. A pesar de no tener una voz potente, el barítono sabe muy bien cómo utilizarla y hacerla lucir. Mostró laboriosidad en la interpretación de ‘Bella siccome un angelo’ y logró una conexión positiva con De Candia y Camarena, que lo elevó al nivel de un profesional experimentado. Cabe mencionar que tanto Mazzola como Sogos pertenecen a los jóvenes talentos de la Bottega Donizetti, el opera studio del festival, lo que aportó una frescura vibrante al montaje.
Presentar una vez más esta joya del repertorio lírico, plagada de melodías ingeniosas con fluidez rítmica y un ágil libreto, demuestra que nunca es demasiado cuando se trata de ver un buen Don Pasquale. El DOF acertó al proponer este título, aunque sería deseable que en futuras ediciones se invite a un equipo creativo que comprenda mejor el espíritu de Donizetti antes de querer innovar por el simple hecho de innovar.