Don Pasquale en Viena

Erwin Schrott (Don Pasquale) y Davide Luciano (Dr. Malatesta) en la Ópera de Viena © Michael Pöhn

 

Noviembre 18, 2024. En la Wiener Staatsoper se repuso la versión de la obra maestra de Gaetano Donizetti en el montaje propuesto hace años por Irina Brook, no del todo afortunado (no parece que la serenata sea mejor presentarla como un número protagonizado por un Elvis en miniatura secundado por mariachis, ni que Norina aparezca como, presumiblemente, una gran dama, o que desde la obertura estemos en un bar del que es propietario el protagonista y donde ocurre de todo a costa de la música, que termina siendo el convidado de piedra). El público, muy numeroso y dispuesto a pasarla bien, se rió mucho.

La dirección musical de Giacomo Sagripanti resultó vertiginosa y por momentos no logró equilibrar la relación entre foso y escena. Por supuesto, la orquesta sonó muy bien y lo mismo el coro, en esa especie de aria que tiene en el tercer acto.

Del cuarteto protagonista emergieron victoriosas las voces graves, sobre todo la de Erwin Schrott, que debutó el rol protagónico (tal vez un tanto anticipadamente, pues ni barriga ni calva fingidas llegaban a ocultar que no estábamos ante “un hombre sobre los 70” como dice él mismo). Logró cantar los momentos más difíciles sin vacilaciones y ya desde el principio obtuvo una ovación en su solo ‘Un foco insolito’, pero brilló en el gran dúo con Malatesta y en sus frases intencionadas. Como es habitual en él, aprovechó el bis de la segunda parte de dicho dúo para agregar de su cosecha el inizio de la famosa canción de Modugno ‘Volare’. Por lo demás estuvo comedido. Lo acompañó de buen grado en esa y otras aventuras Davide Luciano, que fue un buen Malatesta, tal vez algo impersonal como timbre, pero que dominó el personaje.

Ernesto fue objeto de sustitución y llegó Levy Segkapane, cuya fama para mí es un misterio. Poca voz, de poca calidad, corta, aunque logre disimularlo, con un molesto vibratello. Simpático como actor. Pretty Yende había ya cantado Norina en el Liceu. En su momento no me pareció una gran creación, pero no presentaba los problemas vocales que ahora he encontrado: notas sobreagudas apenas tocadas, centros y graves inaudibles. La interpretación, por el contrario, ha mejorado. Correcto, Marcus Pelz en el fingido notario del acto segundo. El respetable encontró todo maravilloso, a juzgar por los aplausos finales.

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