El bateo y La revoltosa en Madrid

Escena de La revoltosa de Ruperto Chapí en el Teatro de la Zarzuela de Madrid © Javier del Real

 

Abril 10 y 13, 2025. Con un programa doble, el Teatro de la Zarzuela propuso entrelazar y revisar la dupla de sainetes líricos en un acto, El bateo (1901) de Federico Chueca, junto a La revoltosa (1897) de Ruperto Chapí, para reflexionar acerca de la vida en los barrios populares madrileños.

El bateo narra la historia de un bautizo en un ambiente de celos, pasiones, envidias y reconciliaciones, en el que se pone en duda la paternidad de un sujeto; mientras que, en La revoltosa, la acción gira entorno de una serie de historias de amor y seducción cruzadas entre un grupo de vecinos de una misma comunidad. Ambas con final feliz y festivo. 

En lo que a la vertiente vocal respecta, los intérpretes convocados resultaron excelentes. En el sainete de Chueca, la actriz-cantante Lara Chaves compuso una expresiva y carismática Nieves, la madre de la criatura “a bautizar”. Alternando la parte, los barítonos Javier Franco, quien debutó en el papel, y Gerardo Bullón lucieron como el simpático anarquista y futuro padrino Wamba, haciendo gala de adecuados medios vocales y desenvoltura escénica. 

La veterana mezzosoprano María Rodríguez paseó su Valeriana, la madre de Nieves y abuela del niño, con su habitual oficio y salero. La otra pareja de la historia, la de Virginio y Visita, fue servida por el carismático tenor Juan Manuel Zapata y la soprano todoterreno Milagros Martín. El cuplé de Virginio fue desopilante y muy festejado por el público. Con una voz bonita y bien conducida, pero pequeña y algo complicado con el volumen de la orquesta, el tenor cómico Alberto Frías hizo un Lolo de gran relieve que arrancó muchas risas gracias a su elaborada caracterización. 

Por su parte, el barítono José Julián Frontal concibió un Fermín Película muy bien plantado. En la segunda parte del programa, en el sainete de Chapí, brilló la soprano Sofía Esparza quien, con una voz bellísima, expresiva y sugerente, concibió una coqueta, desfachatada y sensible Mari-Pepa. Aunque ambos muy efectivos, Gerardo Bullón destacó, por refinamiento y entrega, algo más que el Felipe de Javier Franco. Con toda la carne el asador, el dúo de Felipe y Mari-Pepa fue, en ambos casos, uno de los mejores y más festejados momentos de la noche. 

Como el señor Candelas, Juan Manuel Zapata, convertido aquí en guardia de seguridad de la terraza, hizo morir de risa al público. Muy bien plantados los sinvergüenzas y machistas pretendientes de Mari-Pepa: Ricardo Muñiz (Cándido), José Julián Frontal (Tiberio) y Alberto Frías (Atenedoro), a quienes dieron réplicas con histriónicos recursos sus respectivas parejas: Milagros Martín (Gorgonia), María Rodríguez (Encarna) y Blanca Valido (Soledad). Un atractivo adicional de esta presentación fue el estreno absoluto del terceto femenino ‘¡Ja, ja, ja, ja!’ que, con reminiscencias a la escritura vocal de las comadres de Falstaff de Verdi, fuera extraviado por el servicio de Correos y que fuera recuperado en la Biblioteca Nacional por el musicólogo Enrique Mejías. 

Uno de los grandes protagonistas de la noche fue el coro que dirigió con mucho oficio Antonio Fauró, con un magnífico desempeño, dejando bien por lo alto el papel de relevancia que ambos compositores le otorgaron en ambas piezas. Musicalmente, la propuesta no pudo ser mejor servida. Con incontenible entusiasmo, buen ritmo y atención a los cantantes, el director de orquesta Oliver Díaz hizo maravillas al frente de los músicos de la orquesta de la comunidad de Madrid, exhibiendo toda la riqueza melódica de ambas partituras. 

En lo que a la vertiente visual refiere, mucha controversia generó la nueva producción que encargó la casa al actor y director Juan Echanove, quien actualizó la trama a nuestros días, buscando acercar las historias a sensibilidades más actuales. La poco atractiva puesta en escena —una estructura de andamios para ambas piezas— y el vestuario diseñados por Ana Garay presentó El bateo en un Lavapiés actual, urbano, marginal y conflictivo, víctima del progreso y olvidado de las autoridades municipales, habitado por una estereotipada y horriblemente vestida fauna; mientras que, con algo de mejor suerte, en La revoltosa la acción tuvo lugar en una terraza de un barrio de moda, en torno a un merendero chic, y cuyo vestuario estilizado estuvo inspirado en el neorrealismo italiano, más puntualmente en la película del año 1963 del director italiano Federico Fellini. 

A pesar de la transposición, los perfiles de los personajes quedaron expuestos con definición, más gracias a Chueca y Chapí que a la labor de Echanove. En la escena abundó el desorden, al que contribuyó de modo definitivo el poco espacio que dejó la escenografía para que se moviesen los cantantes y la gran cantidad de figurantes que, sumando poco y nada, no dejaron de interponerse entre los intérpretes y el público. Al caer el telón hubo grandes celebraciones para los cantantes y discrepantes manifestaciones para el trabajo del director de escena.

 

Aspecto de la producción de Juan Echanove © Javier del Real

 

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