El Festival Mahler en Dobbiaco

 Julio 13 y 14, 2024. En su cuadragésima cuarta edición, la magia de las Semanas Musicales Gustav Mahler se renovó en Dobbiaco, reputada localidad turística del Tirol del Sur, donde el compositor pasó sus vacaciones de 1908 a 1910 y compuso sus últimas obras orquestales: Das Lied von der Erde, y las sinfonías 9 y 10 (esta última inconclusa). 

Los actos previstos para la segunda quincena de julio centraron la atención en la obra de Mahler y el círculo de autores vinculados a él en estilo y lenguaje. Como es habitual, las propuestas fueron de diversa índole, lo que demuestra el amplio alcance del evento: desde el concierto sinfónico al concierto de cámara, con veladas de lieder, excursiones, presentaciones, talleres musicales para niños (una excelente idea), que culminan con una reunión internacional de tres días titulada «El sonido de Gustav Mahler: entre el proceso creativo, la interpretación y la recepción». 

El fin de semana inaugural comenzó el 13 de julio con un concierto en el que participó la Orquesta de Cámara Judía de Múnich en Dobbiaco, fundada en 2005 por Daniel Grossman. El conjunto tiene el gran mérito de promover la cultura judía en todo el mundo, con actuaciones que pretenden revivir composiciones pertenecientes a la tradición judía. 

Grossmann se dedica en cuerpo y alma a la difusión de la música de compositores más o menos representativos, con un fuerte interés por aquellos que sufrieron las persecuciones del siglo pasado. El compromiso del director y de la orquesta no se detiene en el siglo XX y, como lo demuestra el concierto de esta región de Trentino-Alto Adige, investiga a autores del pasado, proponiendo también obras obsoletas o casi ausentes de las programaciones tradicionales. 

Es el caso de la hermana de Felix Mendelssohn, más conocida como Fanny Hensel, de quien escuchamos una serie de lieder: ‘Die Mainacht’ (La noche de mayo), ‘Dämmrung senkte sich von oben’ (El crepúsculo cayó desde arriba), ‘Die frühen Gräber’ (Las primeras tumbas) y ‘Das Gondellied’ (La canción de la góndola) en el arreglo orquestal de Tal-Haim Samnon. Las cuatro piezas demuestran tanto las habilidades técnicas y musicales de la compositora, como las peculiaridades del repertorio en boga durante el siglo XIX, con la gran pasión por la música de salón en la que destacó la autora. 

El programa continuó, ahondando más en el repertorio romántico, con una composición del hermano menor y más famoso de Fanny, Felix Mendelssohn. Escuchamos la rara ‘Infelice’, escena dramática para soprano, violín y orquesta, op. 94 sobre un texto de Pietro Metastasio, concebida especialmente para la célebre mezzosoprano francesa Maria Malibran. Se trata de un encargo de la Sociedad Filarmónica de Londres donde el músico exhibe sus dotes como orquestador y hábil conocedor de la voz. 

En esta primera parte, la orquesta alemana ofreció una interpretación más que convincente, en virtud de la apreciable cohesión y simpatía del repertorio, bajo la cuidadosa dirección de Grossmann. Chen Reiss, soprano israelí, fue capaz de adaptar su preciado instrumento a las necesidades dramatúrgicas del campo de lieder y de las arias de concierto, y el jovencísimo violinista alemán Tassilo Probst que, con poco más de 20 años, mostró una gran sensibilidad interpretativa. 

En la segunda parte de la velada nos adentramos en el corazón del festival, ya que estaba prevista la interpretación de la Sinfonía 4 de Gustav Mahler en versión para orquesta de cámara y soprano solista, arreglada por el musicólogo Ronald Kornfeil. Aunque la partitura es particularmente aligerada, en esta fórmula reconocemos todos los rasgos peculiares de los llamados Wunderhorn-Symphonien (que utilizan lieder tomados de la antología y poemas y canciones Des knaben Wunderhorn en su estructura) y del primer período estilístico. Esta sinfonía actúa como una cesura entre la producción del siglo XIX y la de la primera década del siglo XX: no se trata solo de fechas estériles sino de estilos y concepciones muy diferentes en la poética mahleriana. El autor mezcla personajes arraigados tanto en la tradición culta como popular con reminiscencias, citas y sonidos directamente procedentes de la vida cotidiana. 

Grossmann captó la naturaleza esencial de la adaptación propuesta y ofreció una lectura capaz de resaltar sus rasgos característicos. La Orquesta de Cámara Judía de Múnich, por su parte, ofreció una interpretación persuasiva como la de Chen Reiss, que se confirma como una artista polifacética, siempre atenta al fraseo y a las múltiples necesidades compositivas mahlerianas. 

Al día siguiente, se presentó un evento particularmente exitoso. A pesar de la situación crítica debida a la repentina ausencia de la solista invitada, la soprano Agnès Palmisano, con la incorporación de un tercer instrumentista, la velada transcurrió prácticamente sin problemas aparentes y con variaciones estimulantes. El concierto anunciado, dedicado a lieder vieneses, fue modificado con un programa dedicado a un ilustre aniversario, los 200 años de la composición de la Sonata en La menor para violonchelo y piano D 821, denominada ‘Arpegione’, por el nombre del instrumento, también conocido como violonchelo-guitarra, guitarra de amor o guitarra de arco, creado en 1823 por el luthier Johann Georg Staufer. 

Es una verdadera rareza escuchar este instrumento, cuya fortuna se limitó a un número limitado de años en el siglo XIX, que fue interpretado por Peter Hudler, quien también tocó el violonchelo (sustituto natural del antes mencionado instrumento), apoyado por sus colegas Andreas Teufel en el acordeón schrammel (también conocido como acordeón de botones vienés) y Daniel Fuchsberger en la guitarra vienesa y cítara de violín. Como se ve inmediatamente, se trata de un grupo decididamente particular que dio vida a una velada insólita y emocionante, la mitad de la cual tuvo lugar en la sala de los espejos del centro cultural de Dobbiaco y la otra parte al aire libre, en el café Alma. 

Después de escuchar la sonata, arreglada para arpegio, acordeón de botones cromático y guitarra vienesa, pasamos a una serie de canciones vienesas del círculo de amigos y conocidos de Franz Schubert. Pero sobre todo fue la llamada “Schrammelmusik”, la música popular vienesa, la que ocupó buena parte de la programación. Se trata de un género que floreció poco antes de mediados del siglo XIX y que luego fue canonizado por los hermanos Schrammel, de quienes tomó su nombre. Esta música se podía disfrutar sobre todo en las tabernas de los suburbios, pero también en las posadas y cafés de la ciudad; no estaba destinada a bailar sino principalmente a escuchar. Inicialmente, el repertorio era solo instrumental, pero con el tiempo se fue interpolando la voz. 

El género se difundió ampliamente en el siglo XX, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial, gracias a los grupos nacidos de la fusión entre miembros de orquestas sinfónicas e intérpretes más acostumbrados a la música popular. Las principales características del repertorio son el ritmo, inicialmente lento y luego más enérgico, la escucha atenta y no afectada por la danza, las referencias al vino y a las divinidades y la particular instrumentación. 

La velada del Tirol del Sur cobró vida con influencias de Bach o, como dice el programa, con composiciones transfronterizas de “Schrammelbach”. Los tres intérpretes ejecutaron todo el programa divirtiéndose y divirtiendo al numeroso público, incluyendo explicaciones más o menos detalladas, chistes e intervenciones cantadas. El dominio de sus respectivos instrumentos les permitió improvisar, combinar arreglos y cruzar entre la música clásica y la música vienesa antigua y nueva. Todo ello sobre instrumentos indisolublemente ligados a la tradición de la capital austriaca en el siglo XIX. El entusiasmo de los intérpretes aseguró el éxito del concierto, mientras el público disfrutó de la música, los aperitivos y el buen tiempo veraniego, en medio de algunas de las montañas más bellas de Italia.