Elīna Garanča en Barcelona
Noviembre 22, 2024. La famosa mezzo letona llevaba tiempo ausente de las tablas del Gran Teatre del Liceu y volvió para protagonizar su primer recital acompañada por el extraordinario Malcolm Martineau, que tuvo a su cargo respectivamente los ‘Romances sans paroles’ de Gabriel Fauré y, en la segunda parte, el ‘Tango’ de Isaac Albéniz.
Desde sus primeras apariciones en personajes “en travesti”, esta ha sido la vez en que Garanča me ha convencido más, tanto por voz como por expresividad. Parece haber desarrollado más sus graves, aunque en algunas piezas eso haya contrastado con un agudo que sigue siendo de soprano y por momentos áspero.
Aunque fue principalmente camerístico, parece que hoy es imposible no tener fragmentos de ópera en un concierto (incluso con pianoforte). Empezó con un grupo de Brahms muy bien cantado, pero en el que empezó a notarse que buena parte del mucho público estaba más interesado en ver a la cantante de ópera (y oírla), porque no solo hubo intentos de aplauso tras cada pieza, sino, lo que es mucho peor, toses, ruidos y celulares.
La atención fue mayor a partir de ‘D’amour l’ardente flamme’ de La damnation de Faust de Hector Berlioz, en la que se vio muy expresiva, pero con algún apuro en el agudo. Finalizó la primera parte con una excelente versión de la gran escena de Dalila del segundo acto de la ópera de Camille Saint-Saëns y, sobre todo, una fenomenal versión, en todos los sentidos, de la hoy apenas conocida aria de la protagonista de La reine de Saba de Charles Gounod.
En la segunda parte, los resultados fueron aún más altos y consistentes, aunque probablemente el mejor momento de todo el recital haya sido la gran aria de la protagonista de La doncella de Orléans de Piotr Illich Chaikovski. Siguió luego un grupo de canciones de Serguéi Rajmáninov que la misma mezzo comentó luego que lo consideraba muy afín a su cuerda, y concluyó con la parte “española” con la “Habanera” de Carmen de Georges Bizet (en la que hubo algún detalle escénico discutible, pero que cantó estupendamente, mejor que cuando se la vi en Nápoles en versión íntegra de concierto) y sendas arias de zarzuelas de Chapí, la más extensa y menos conocida de El barquillero, y las más conocidas ‘Carceleras’ de Las hijas del Zebedeo, que cantó con más brío y mejor articulación que en sus grabaciones y actuaciones anteriores.
En un castellano casi perfecto, agradeció los aplausos con cuatro bises: una maravillosa canción letona, otra muy conocida de Rajmáninov (’No cantes para mí, mi bella’), la salida de la protagonista de Adriana Lecouvreur (que no llamaría yo un error, aunque sí una elección discutible), y una magnífica versión de la ‘Nana’ de Manuel De Falla. Grandes ovaciones.