Faust en Toronto

Escena de Faust de Charles Gounod en Toronto © Michael Cooper

 

Octubre 13, 2024. Segundo título de la temporada de otoño, volvió a la cartelera de la Canadian Opera Company la ópera Faust del compositor francés Charles Gounod en la controvertida producción de la directora inglesa Amy Lane, con un elenco vocal compuesto en su mayoría por talentosos jóvenes cantantes.

De esta reposición, las mayores alegrías provinieron de los intérpretes vocales. En su debut en Toronto, el tenor chino Long Long ofreció muy buenos momentos a cargo de la parte protagónica. Su voz de cepa lírica encontró en la parte del erudito científico Faust un personaje ideal para lucir lo mejor de su patrimonio vocal: de bello timbre, flexible, homogénea, que manejó con soltura en los agudos y con la que dispensó un canto honesto e intencionado. 

A su lado, la soprano china Guanqun Yu concibió una Margarita de muchos quilates con una voz bien esmaltada, dúctil, lozana y de fuerte musicalidad en todo el rango. De un merecido triunfo se hizo en el aria de las joyas, donde alcanzó su zénit vocal, destacando por la genuina emoción, inocencia y fragilidad que imprimió a su canto. En el resto de la ópera tuvo dificultades para evolucionar en colores vocales que le permitiesen conferirle un mayor dramatismo al personaje, lo que hizo por ejemplo que la escena de la iglesia y la prisión conmoviesen poco y nada. 

Magnifico cantante-actor, el bajo-barítono americano Kyle Ketelsen presentó un diablo, por un lado, amenazante y aterrador, y por otro, insinuante, travieso y divertido que siempre buscó el mejor modo de seducir para manipular a sus víctimas. Vocalmente, su labor fue impecable. Por su parte, el barítono polaco Szymon Mechlinski demostró tener sobrados medios vocales para la parte del soldado Valentín. Su famosa aria ‘O sainte médaille… Avant de quitter ces lieux’, cantada con una voz de oro, gran convicción, exquisito lirismo y una enorme paleta de recursos expresivos, fue uno de los mejores momentos de la noche. ¡Chapeau! 

Como el sufrido Siebel, la mezzosoprano canadiense Alex Hetherington, miembro del semillero de jóvenes cantantes de la casa, sorprendió en su aria ‘Faites-lui mes aveux’ y dejó ganas de más canto. Muy oficiosa, la mezzosoprano Megan Latham aseguró el personaje secundario de la vecina Marta con gran calidad vocal, sin nunca recurrir a excesos, y de una deliciosa comicidad. Correcto, el estudiante Wagner del bajo Korin Thomas-Smith. 

Muy presente en la ópera, apláudase al coro, que dirigió Sandra Horst y cuyo desempeño fue digno de todos los elogios. Desde el foso, el director alemán Johannes Debus condujo a los músicos de la orquesta de la casa con pulso firme, fluidez, gran vuelo lirico y profundo conocimiento del estilo francés. Proveniente de la Mälmo Opera, la personal producción escénica de Lane invitó más a cerrar los ojos que a mantenerlos abiertos. La directora inglesa propuso un espectáculo simbólico y fantástico a partir de “su” experiencia con la ópera de Gounod, que habida cuenta de lo que ha podido verse estaba a años luz de las intenciones del compositor o el libretista. En esta línea planteó un espectáculo extraño donde, en un escenario único, se vio una radiografía de tórax en el fondo, mientras que en medio de la escena cinco árboles y una escalera de caracol buscaban semejar bronquios invertidos y una columna vertebral con peldaños como vertebras que simbolizaban el cuerpo del protagonista, pues la acción estaba situada dentro del cuerpo envejecido protagonista. 

Abundaron las contradicciones entre lo que se veía y el texto de lo que se escuchaba. Para animar el espectáculo, Lane echó mano sobre toda una troupe de figurantes que aportaron aún más confusión y distracción a la ya imperante en la escena y que en más de una ocasión invitaban a huir de la sala. 

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