Fidelio en Berlín

Escena de Fidelio de Ludwig van Beethoven en la Deutsche Oper de Berlín © Bernd Uhlig

 

Octubre 20, 2024. Hoy, asistir a una representación de Fidelio de Ludwig van Beethoven en cualquier teatro alemán es presenciar un acto político. Después de todo, ¿no es cierto que Fidelio representa el anhelo de libertad? Indagando un poco más hondo, esto no es cierto, ya que, si bien el deseo de liberar a su esposo es lo que da sentido al argumento, la obra no va mucho más allá, puesto que no desea la libertad de todos los prisioneros y en realidad tampoco ocurre al final de la ópera. 

Don Fernando libera a Florestan, pero no a los prisioneros. Pero con esta producción (bastante desigual en realidad) hay una nueva forma de mostrar los deseos de libertad y de transparencia. La producción de David Hermann data de 2022 y solo ahora han coincidido las fechas para poder efectuar esta crítica. La acción comienza en un enorme patio rodeado de muros; sentados con sus espaldas sobre los tres muros en ángulos rectos se ven a los prisioneros, con máscaras al estilo griego que ocultan sus caras y los convierten en seres anónimos. 

Al centro una enorme mesada donde yace un cadáver que Marzelline lava. ¿Se supone que acaba de morir y antes de enterrarlo hay que lavarlo? También sirve para dar la idea de que en esta prisión algunos prisioneros mueren. Jaquino es, como siempre, rechazado, y decide dar apoyo a Don Pizarro, quien lo desdeña. Pizarro es un ser casi anónimo: un burócrata que ve amenazas por todos lados; un ser incómodo con todo, inseguro, torpe, y por lo tanto muy peligroso. Rocco va contra la corriente actual. En vez de representar al alemán típico que sigue órdenes (“yo cavo la fosa, pero no mato”) Hermann lo hace más bonachón y simpático, cosa que en realidad —si uno sigue el texto—también es muy peligroso. 

Por su parte, Marzelline es una joven activa, inteligente, que no escatima esfuerzos y usa su energía. También queda claro (como en la trama) que no tiene ningún interés en tener una relación con Jaquino. Como Leonore, generalmente se acostumbra escuchar a una soprano lírico spinto, o incluso dramático, pero en este caso se trata de una ex Zerbinetta: Jane Archibald (a quien he visto en Ariadne auf Naxos de Richard Strauss) usó su registro en forma inteligente. La voz, nunca forzada, proyectó sin perder color y con un timbre atractivo de lírico ligero. Hizo de su Leonora un personaje creíble desde todo punto de vista, incluso el vocal, y eso ya es mucho decir. 

Por su parte, Oreste Cosimo hizo suyo un rol que desgasta al más famoso tenor. Descollo con un registro mozartiano, pero también sin forzar, con una voz en comparación más pesada que la de Archibald; una voz que puede pasar por un tenor mozartiano que puede cantar Florestan sin el peso que le daría, por ejemplo, Jon Vickers, sino más cerca a como lo cantaba James King, aunque más liviano que este. 

Joel Allison fue el más comico Don Pizarro que he visto. Un hombre de mediana edad, corto de estatura, vestido de traje oscuro, siempre miraba de reojo. También fue pedante, y trataba a los demás como sirvientes, que es lo que él es (y lo sabe). Allison cantó con voz más liviana que de costumbre y muy expresiva, con inflexiones bien marcadas y dicción clarísima. Una excelente interpretación de un rol que casi siempre cae en la rutina. Nada de rutinario tuvo el Pizarro de Allison. Thomas Ciluffo presentó un Jaquino realista, seguro de sí mismo. Por su parte, Lilit Davtyan descolló como una muy segura Marzelline, resuelta, inteligente y cantada con voz dúctil y de bello color. 

Musicalmente no hubo fallas, ni menos con el excelente Rocco de Tobias Kehrer, uno de mejores bajos alemanes jóvenes, quien dio alto relieve a un Rocco no solo muy bien cantado sino actuado en forma convincente. Artur Garbas completó el elenco con un Don Fernando muy interesante. 

Y aquí viene la parte más inteligente de toda la producción. Cuando aparece Don Fernando (un personaje político), sus asistentes creen que reciben las gracias del pueblo que los rodea. Don Fernando es el político que sabe que esto le dará muy buen crédito con el pueblo. Pero este no es cualquier pueblo y esta tampoco es cualquier producción. Este pueblo está cansado de los políticos, de las promesas incumplidas y de tiranos como Pizarro, que son el producto de otros políticos con Don Fernando. Así que se rebelan y el finale es una revolución donde Don Fernando y sus asistentes temen por sus vidas. ¡Excelente! 

La dirección musical de Stephan Zilias fue también excelente. He aquí a un director que no tuvo miedo de arriesgar con tempi muy ágiles, sacando de la orquesta sonidos y fraseos no siempre escuchados. Una muy buena interpretación de una partitura que no siempre suena tan bien como en este caso, con la excelente orquesta del teatro y con un coro que supo no solamente cantar con dulzura y energía, sino actuar con valentía. Un teatro lleno ovacionó a los participantes.

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