
Gala lírica en Barcelona

Giuseppe Finzi, Clémentine Margaine, Martin Muele, Marina Rebeka y Ludovic Tézier, con la orchesta del Gran Teatre del Liceu de Barcelona
Junio 6, 2025. Hace unos años que se ha puesto de moda celebrar cada cumpleaños del Liceu con una gala lírica. Esta fue la número 178 y no recuerdo si es la primera a la que asisto. Suelen venir grandes nombres. En esta ocasión participaron la mezzosoprano francesa Clémentine Margaine, la soprano letona Marina Rebeka, el tenor germano-brasileño Martin Muehle y el barítono marsellés Ludovic Tézier (en su primera reaparición en público tras algún tiempo sin cantar).
La sala estaba llena, y la orquesta del Teatro, para lo poco que se suele tener de ensayos, estuvo bien, dirigida por Giuseppe Finzi, a quien solo se le podría observar demasiados decibelios y rapidez de tiempos, sobre todo en las dos oberturas a principio de cada parte del programa (la aquí rarísima de Le Cid de Jules Massenet y la archiconocida de Nabucco de Giuseppe Verdi).
La primera parte estaba predominantemente dedicada al compositor francés y la segunda al italiano, con algún otro nombre importante.
Rebeka dio comienzo con el aria de Chimène ‘Pleurez mes yeux’, que hizo bien, aunque no le conviene mucho a su tipo de voz. Muehle hizo lo propio con el aria de ‘Ô Souverain’, en la que mostró un canto franco de auténtico lírico-spinto. Tézier se presentó con la gran aria del primer acto de Thaïs (‘Voilà donc la terrible citè’) y luego cantó con Rebeka –en un papel que le va mucho mejor aunque algún agudo exhibía exceso de vibrato— el dúo final de la ópera de forma inmejorable en ambos casos.
Los dos compositores franceses añadidos fueron Camille Saint-Saëns (la gran escena de la seducción de Sanson et Dalila, que sirvió de presentación a Margaine, en una buena versión del fragmento un tanto plácida) y Georges Bizet con el dúo final de Carmen, en la que Margaine brilló y lo mismo hizo Muehle, aquí mostrando un poco esa tendencia suya a moverse demasiado para lograr mayor expresividad (no le hace falta, con su canto lo dice todo).
En la segunda parte los mismos se encargaron de la gran escena entre Amneris y Radamès del cuarto acto de Aida, en el que se pudo observar exactamente el mismo rendimiento de ambos artistas.
Previamente, Margaine había cantado bien —o muy bien— el relato de Azucena de Il trovatore (‘Condotta ell’era in ceppi’), aunque tal vez no se preste demasiado el fragmento para un recital.
Rebeka dio lo mejor de sí en el ‘Boléro’ (en italiano) de I vespri siciliani, un fragmento que es el que más le es afín del rol de Elena, y luego unió su voz a la de Tézier para el gran dúo de Leonora-Luna de Il trovatore que cerró el programa y fue una victoria para ambos intérpretes por la calidad del canto y, en particular en el caso del barítono, por su señorial fraseo.
Anteriormente se había distinguido en el monólogo de Gérard en Andrea Chénier de Umberto Giordano (‘Nemico della patria’), por el que fue muy celebrado, lo mismo que su colega Muehle en el ‘Improvviso’ del primer acto de la misma ópera, con un canto franco y potente.
En los bises hubo una encantadora ‘Barcarola’ de Les Contes d’Hoffmann de Offenbach a cargo de la soprano y la mezzo, y un excitante dúo de Otello de Verdi (‘Sì pel ciel’ por ambos señores), que hizo enloquecer al público, muy numeroso.