
Gala Puccini en Barcelona

Piotr Beczala y Sondra Radvanovsky en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona © Antoni Bofill
Octubre 24, 2024. Para conmemorar el centenario del fallecimiento del compositor luqués, el Gran Teatre del Liceu volvió a confiar en un dúo imbatible para el público del teatro. Dos conciertos, esta vez con orquesta, de la soprano americana-canadiense Sondra Radvanovsky y tenor polaco Piotr Beczała, a quien se le otorgó en esta ocasión la medalla de oro del Teatro (ella ya la había recibido anteriormente).
En todo caso, el problema es que en la primera parte tuvieron que repetir lo que ya habían hecho otras veces con piano. Así, lo más interesante fue el ‘Donna non vidi mai’ de Manon Lescaut en excelente versión. Se repitieron ‘Sola perduta abbandonata’ donde Radvanovsky no brilló, ‘Vissi d’arte’ donde estuvo mejor (el agudo y los piani siguen siendo excelentes aunque bastante metálicos, centros y graves poco naturales) y el dúo del primer acto de Tosca, que cantaron exactamente igual que el año pasado, ella con su panoplia de mohines y gesticulación que hicieron las delicias del respetable que se rió en varios momentos, como cumplido (personalmente no diría que lo es, pero mi opinión es muy minoritaria).
En la segunda parte hubo cosas nuevas. Se escucharon las dos famosas arias y el célebre dúo final del primer acto de La bohème, en los que Beczała estuvo espléndido y Radvanovsky cantó con partitura porque hacía mucho que no cantaba Mimì, personaje para el que jamás ha tenido el timbre adecuado. Mejor fue su ‘Un bel dì vedremo’, al menos por lo que hace a la zona aguda y expansiva del aria, y ambos con partitura dieron una buena versión (por tipo de voz mejor Pinkerton que Cio-Cio-San) del dúo del primer acto de Madama Butterfly.
Siguió el mejor momento de Radvanovski con una intensa y magnífica interpretación de ‘In questa reggia’ de Turandot, en tanto que el tenor repitió su magnífica versión de ‘Nessun dorma’. Ahí terminó el concierto y el homenaje a Puccini, porque el bís de Beczała fue su aclamado y conocido ‘Dein ist mein ganzes Herz’ (‘Tuyo es mi corazón’) de Das Land des Lächelns (El país de las sonrisas) de Franz Lehár, mientras la soprano recibió la mayor ovación de la noche por un ‘Pace pace’ de… esa obra de Verdi que nadie quiere mencionar. Fue una gran versión con un color que tampoco me parece adecuado para Leonora de Vargas, pero seguramente me equivoco.
Terminaron con una versión (incluso bailada) del Brindis de La traviata, en el que ella destacó sobre todo por su gesticulación totalmente inapropiada pero que le valió murmullos de satisfacción y risas complacidas y cómplices. El Alfredo de Beczała no necesita presentación, y ahí sí estuvo Verdi.
Se completó el programa con tres fragmentos instrumentales de Puccini: su preludio sinfónico, el intermezzo de Manon Lescaut y ‘La Treggenda’ de Le Villi. La orquesta sonó bien, pero la dirección de Keri-Lynn Wilson, que debutó en esta ocasión, fue, como suele, plana y proclive a la estridencia, lo que le valió una ovación en el último número, pero solo aplausos corteses en los otros dos.
Los acompañamientos trataron de servir a los cantantes aunque la directora parece ser una émula de Daniel Oren, al cantar todas las letras (salvo el alemán de Lehár), pero al menos no lo hizo en voz alta aunque sin la competencia de su colega israelí. Esperemos que se trate de un paso fugaz por estas latitudes.