Giulio Cesare in Egitto en Piacenza

Raffaele Pe (Giulio Cesare) y Marie Lys (Cleopatra) en Giulio Cesare in Egitto de Georg Friedrich Händel © Fabrizio Zani

 

Febrero 2, 2025. En el otoño de 1709, mientras se preparaba para concluir su viaje por Italia, Georg Friedrich Händel llegó triunfalmente a Venecia para presentar su segunda ópera italiana: Agrippina. La obra fue recibida con entusiasmo por el público, que aclamó al compositor con gritos de «¡Viva il Sassone!» y con 27 representaciones que sellaron su éxito. 

Gracias a esta fama, fue nombrado maestro de capilla en Hannover. Semanas después, recibió el encargo de escribir otra ópera italiana para el Queen’s Theatre de Londres, dando vida a Rinaldo, estrenada en 1711 con un triunfo absoluto. Para entonces, la pasión por la ópera italiana ya había reemplazado por completo al teatro musical inglés en Londres.

En 1719, un grupo de nobles fundó la Royal Academy of Music para financiar la producción operística con fondos adecuados. Händel asumió el cargo de “Master of Orchestra”, encargándose de contratar a los mejores cantantes italianos y de colaborar con otros compositores en una especie de coproducción artística. Durante los siguientes 20 años, escribió más de 30 óperas en italiano, estableciendo a Londres como la capital de este género.

En esos años, Händel invitó a Giovanni Bononcini a colaborar en la Academia, lo que generó una competencia feroz. Bononcini presentó dos nuevas óperas: Farnace y Calfurnia, pero en respuesta, Händel estrenó Giulio Cesare in Egitto en 1724, logrando un éxito rotundo que impulsó a su rival a abandonar la Academia la temporada siguiente. 

La primera representación de esta obra tuvo lugar el 20 de febrero de 1724 con un elenco excepcional que incluía a la prima donna Francesca Cuzzoni y al castrato Francesco Bernardi, conocido como “il Senesino”, dos auténticas estrellas de la época. Para facilitar la comprensión del público londinense, el libretista Nicola Francesco Haym preparó una traducción al inglés.

Aunque la ópera fue un éxito inmediato, sorprendentemente cayó en el olvido durante casi dos siglos, hasta el resurgimiento de la música barroca en los años 60 del siglo pasado. Desde entonces, Giulio Cesare se ha convertido en una de las óperas serias más populares del repertorio. La primera producción operística de 2025 en el Teatro Municipale di Piacenza fue precisamente este título. 

A la batuta estuvo el maestro Ottavio Dantone, quien concertó esta nueva coproducción entre los teatros de Ravenna, Modena, Reggio Emilia, Lucca, Bolzano, Trento y, naturalmente, Piacenza.

Dantone presentó una versión vibrante y casi poética: las secciones “con fuoco” fueron radiantes y explosivas, mientras que las partes lentas se caracterizaron por su intimidad y melancolía. La dinámica fue extraordinariamente bien justificada y su dominio del estilo resultó impecable. Cabe destacar que el mismo Dantone acompañó al clavicembalo en la enorme cantidad de recitativos. 

Todo este virtuosismo musical fue posible gracias a la Accademia Bizantina, un conjunto especializado en la interpretación del repertorio de los siglos XVII y XVIII con instrumentos originales, garantizando así un resultado musical de altísimo nivel. Se utilizó una nueva edición crítica de Bernardo Ticci, a la cual Dantone aportó detalles instrumentales de gran ingenio, como reemplazar el violín obbligato por una flauta dulce en el aria “Se in fiorito ameno prato”, dando voz a un pájaro que compite en gorjeos con Julio César.

La dirección escénica estuvo a cargo de Chiara Muti, quien puso especial énfasis en la expresividad histriónica de los personajes. Su meticuloso trabajo se reflejó en cada escena, donde cada gesto, ya sea de un figurante o de un protagonista, fue cuidadosamente elaborado. Su interpretación de la psicología de los personajes, inspirada en la misma partitura de Händel, resultó notable.

La escenografía de Alessandro Camera fue discreta pero ingeniosa. Aunque el libreto sitúa la acción en Alejandría entre el 48 y el 47 a.C., Camera optó por un espacio minimalista con fondo negro, donde una cabeza gigante de Julio César en estilo romano yacía fragmentada en el centro del escenario. Estos fragmentos eran reacomodados por los figurantes para crear diferentes ambientes. El diseño de iluminación de Vincent Longuemare jugó un papel clave al diferenciar las escenas en un espacio escénico inmutable. Tommaso Lagattolla, por su parte, diseñó un simple vestuario atemporal con ligeras influencias tanto egipcias como romanas, según el personaje.

En el rol epónimo, Raffaele Pe destacó por una proyección sonora segura, aunque su emisión en el registro agudo resultó forzada y desigual. Si bien la limpieza de su coloratura no fue impecable, el contratenor italiano compensó con una amplia gama de tonos y una rica paleta expresiva en el registro central. Su interpretación del dictador romano fue polifacética, con una entrega actoral intensa que supo conquistar al público, equilibrando sus imperfecciones técnicas con carisma y una fuerte presencia escénica.

Marie Lys encarnó una Cleopatra magnética, tanto vocal como escénicamente. La joven soprano suiza brilló con un timbre agradable, una emisión fluida y un virtuosismo impecable, afrontando las exigencias barrocas con seguridad y ligereza. Su interpretación de ‘Piangerò la sorte mia’ fue de gran emotividad. Con una voz siempre límpida, que se adapta a la perfección al repertorio barroco, mostró ingeniosas variaciones en los da capo y un notable control estilístico. Su dominio del escenario, realzado por la seguridad con la que se mueve en escena aunado a su bello físico, la convirtieron en una auténtica reina de Egipto.

 

Federico Fiorio (Sesto) © Fabrizio Zani

 

Una gratísima sorpresa fue el sopranista Federico Fiorio en el papel de Sesto, quien se consolidó como el mejor intérprete de la ópera; logrando una interpretación que resalta la juventud y fragilidad del personaje, pero al mismo tiempo la rabia ante la impotencia. Su timbre claro pero corpulento, sumado a una línea de canto elegante, potente y cristalina, lo convierten en un intérprete ideal, capaz de expresar tanto la delicadeza como el ímpetu emocional del joven vengador. Brilló especialmente en una melancólica ‘Cara speme’, así como en las acrobáticas coloraturas, que ejecutó con confianza y musicalidad.

Por su parte, Delphine Galou ofreció una interpretación intensa como Cornelia, encarnando con gran sensibilidad y profundidad la dignidad del personaje. Su presencia en escena fue imponente, logrando transmitir con conmovedora intensidad la tragedia de una madre marcada por el dolor. El momento musical más destacado fue, sin duda, el dúo ‘Son nata a lagrimar’ junto a Fiorio. Dotada de cualidades vocales incuestionables, la contralto francesa brindó una interpretación memorable.

Como Achilla, Davide Giangregorio brilló especialmente en el aria del tercer acto ‘Dal fulgor di questa spada’, donde su expresividad se impuso con naturalidad. Su actuación se completó con una muerte bien representada, sin excesos escénicos, logrando un Achilla de gran presencia e incisividad. 

Filippo Mineccia, por su parte, retrató un Tolomeo carismático y teatralmente eficaz, apostando por una interpretación enérgica y nerviosa que lo convirtió en un antagonista formidable. Su presencia escénica fue exuberante y difícil de ignorar. Vocalmente, aunque ágil y con cuerpo, presentó ciertas carencias de homogeneidad, con notas graves casi inaudibles y agudos forzados.

Completaron el elenco Andrea Gavagnin como Nireno y Clemente Antonio Daliotti como Curio, quienes ofrecieron interpretaciones sólidas y refinadas, demostrando ser apreciables en papeles no centrales, pero que contribuyen significativamente al equilibrio de la obra.

La producción optó por realizar una versión con un solo intermedio, lo que hizo que las más de tres horas y media de duración con una única pausa resultaran exigentes para la atención del público. No obstante, al final, el Teatro Municipal de Piacenza, colmado de emocionados espectadores, ovacionó con entusiasmo a todo el elenco, sellando así el éxito de esta propuesta de música barroca.

 

Delphine Galou (Cornelia) © Fabrizio Zani

 

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