
Il barbiere di Siviglia en Copenhague

Escena de Il barbiere di Siviglia de Gioachino Rossini en el Teatro Real de Dinamarca © Miklos Szabo
Abril 4, 2025. Es bien sabido que el estreno de El barbero de Sevilla de Gioachino Rossini fue un rotundo fracaso. Una serie de accidentes en escena, abucheos y hasta un gato negro que cruzó el escenario obligaron a Rossini a abandonar el teatro para evitar, según sus propias palabras, “que el público lo matara por su pasión desenfrenada”. Sin embargo, hoy no existe teatro en el mundo, por más pequeño que sea, que no haya montado esta ópera bufa, ni cantante en formación que no haya interpretado alguna de sus arias o conjuntos.
¿Cuántas producciones de esta ópera se realizan en el mundo? De acuerdo con las estadísticas de Operabase —que registra el número de producciones y funciones alrededor del mundo desde 1996—, Il barbiere di Siviglia ocupa el 9º lugar histórico, con 3,490 producciones y 14,283 funciones.
Una función más de las aventuras de Fígaro parecería no aportar nada nuevo, pero para destacar en medio de esta abrumadora oferta, la Ópera Real de Dinamarca presentó en su sede principal, el Kongelige Teater de Copenhague, una propuesta innovadora, revolucionaria y funcional.
Si algo distingue a los daneses es su practicidad e innovación, y esta producción merece un lugar en la historia por aportar ambas cualidades. Se trató de una versión reducida, con numerosos cortes que acortaron el espectáculo en casi 40 minutos. Se eliminó por completo el personaje de Fiorello, se suprimieron las dos arias del tenor (‘Ecco ridente in cielo’ y ‘Cessa di più resistere’), el aria de Berta (‘Il marito cerca moglie’) y todas las intervenciones del coro, ya que este brilló por su ausencia. A pesar de estos cortes drásticos, la trama no se vio comprometida, y la concisión de la propuesta ayudó a mantener la atención del público de principio a fin.
La dirección escénica de Martin Lyngbo fue otro de los grandes aciertos. Cuidada hasta el más mínimo detalle, con gags físicos y un timing impecable, su trabajo fue reconocido con una ovación de pie al final de la función. Inspirado en el cine mudo, el regista danés explotó al máximo las capacidades tecnológicas del moderno teatro escandinavo, inaugurado en 2005.

La escenografía de Rikke Juellund de Il barbiere di Siviglia en Copenhague «evoca el mundo del cine silente» © Miklos Szabo
La escenografía en blanco y negro de Rikke Juellund evoca el mundo del cine silente y sirvió de marco para provocar auténticas carcajadas entre el público báltico. En escena se apreciaba hasta el último rincón de la casa de Don Bartolo: su estudio, un pasillo e incluso el baño, utilizado como fuente de comedia física al mostrar a algunos personajes haciendo uso de él. A la derecha de la casa se encuentra la oficina del notario y, a la izquierda, como indica el libreto, la barbería de Fígaro, con sus cuatro escalones, cinco pelucas y el número 15 en la fachada. El supertitulaje en danés se proyectó en distintas zonas del escenario, según dónde se desarrollaba la acción: en la parte inferior cuando ocurría en la calle y en la parte superior cuando Rosina cantaba desde el balcón, lo que hizo que el seguimiento de la traducción fuera particularmente dinámico.
La coreografía diseñada por Kristján Ingimarsson resultó esencial debido a la gran cantidad de bufonadas. La sincronización precisa fue clave para el éxito de la propuesta: caídas, golpes y acciones colectivas que, de no haber sido ensayadas con rigor, hubieran resultado torpes o forzadas.
En lo vocal, el elenco fue sólido. Liam Bonthrone encarnó un Conde de Almaviva simpático y efectivo. El tenor escocés lució sobreagudos ligeros pero bellos, con buena agilidad en la coloratura y un registro central firme; su correcta pronunciación del italiano y su actuación segura lo consolidan como un intérprete ideal para el rol. Lamentablemente, la supresión de sus arias impidió apreciar su desempeño en momentos clave. Por su parte, Valerie Eickhoff ofreció una Rosina fantástica: la mezzosoprano alemana desplegó una coloratura limpia y sonora, una voz aterciopelada pero potente, y una actuación convincente como una Rosina seductora y astuta.
La noche no fue particularmente favorable para barítono británico-ruso Theodore Platt, quien interpretó a un Figaro con serios problemas vocales. En el célebre ‘Largo al factotum’, olvidó parte del texto y la sustituyó con palabras inventadas que sonaban a italiano. Probablemente el público danés no notó el desliz, pero tratándose de una de las arias más icónicas del repertorio, el lapsus fue evidente. Es posible que estuviera enfermo, ya que, aunque su centro era sonoro, tenía dificultades para emitir más allá del Do6. Aun así, su vis cómica lo salvó: su Figaro fue simpático y resolvió con solvencia los numerosos gags que recaían sobre su personaje.
Las voces graves también ofrecieron buenos resultados. El bajo-barítono milanés Tiziano Bracci fue un Bartolo divertido, lleno de naturalidad italiana y detalles chispeantes que encantaron al público. Fue una pena que su personaje sufriera tantos cortes, ya que habría sido interesante escucharlo en una versión integral. El Basilio del bajo sueco Henning von Schulman fue igualmente sólido tanto en lo actoral como en lo vocal. Destacó especialmente su grave sonoro y bien fraseado. También resultó lamentable que se suprimiera el aria de Berta, ya que la ucraniana Taya Lukashova estuvo escénicamente muy completa y sus escasas intervenciones en los conjuntos dejaron entrever una voz sopranil potente y expresiva.
La dirección musical corrió a cargo de Matteo Beltrami, quien concertó con maestría a la histórica Orquesta Real Danesa, en activo desde 1448. El director genovés imprimió dinámicas en perfecto estilo rossiniano, tempi vibrantes y llenos de vivacidad. Su dominio del estilo y experiencia concertadora se hicieron patentes desde la icónica obertura hasta los concertantes finales y las cabalettas de las arias.
Esta propuesta se reveló ganadora gracias a su adecuación al contexto geográfico: sin duda, si se presentara en Europa Central —especialmente en Italia— no recibiría la misma cálida acogida que el público de Copenhague le brindó.