Il barbiere di Siviglia en París

Escena de Il barbiere di Siviglia de Gioachino Rossini en la Opéra National de Paris © Agathe Poupeney

 

Junio 28, 2025. La muy apreciada producción firmada por Damiano Michieletto del popular título de Rossini que lleva ya tiempo en cartel, al punto de ser casi “tradicional”, hace reír mucho al público que prácticamente llena el enorme recinto de la Opéra Bastille (al parecer en condiciones precarias). 

Tiene “gags” ingeniosos y, como siempre, un exceso de figurantes que incordian lo suyo, en particular durante arias o dúos por esa manía de creer que hay que darles “movimientoW. La “actualización” a una especie de barrio de Nápoles más o menos de nuestros días con vecinos curiosos y entrometidos, el Conde y Rosina como dos jóvenes modernísimos vestidos con el mismo desparpajo con el que se mueven, puede ser simpático, pero no sé si da la idea de la ópera, y en realidad todo queda en una comedia de costumbres y equívocos de grand boulevard. 

Pero como los artistas también se divirtieron y fueron aplaudidos con entusiasmo todos por igual, pues lo mismo no estoy en lo cierto. Queda que, frente a otros horrores, éste es un espectáculo que no destruye la obra, aunque la traviste…

En la parte musical, tampoco me pareció todo tan excelente como los aplausos a numerosos diversos y al final demostraban. La orquesta estuvo muy bien y bien el coro preparado por Alessandro di Stefano. La dirección de Diego Matheuz distó de ser ideal. A la mayor parte de tiempos acelerados —que pusieron a prueba la respiración de los cantantes— correspondieron algunos súbitos ritardandi poco comprensibles. Y con tanta velocidad, por fuerza no hubo color. Y así, por ejemplo, el temporal pasó sin pena ni gloria.

Entre los cantantes, hubo dos que destacaron particularmente. El protagonista de Mattia Olivieri ya no necesita presentación. Ha hecho suya la parte de modo insuperable y a cada nueva producción añade un detalle, una inflexión, que hacen de Fígaro el alma de la acción. El canto sigue siendo prodigioso y la voz bellísima y cada vez más pastosa y rica. El Don Bartolo de Carlo Lepore también ha crecido con el tiempo, hasta llegar a ser un personaje perfecto y bien cantado sin acudir a trucos o gracietas (y eso que en su difícil aria tuvo que luchar con el director).

Isabel Leonard también se ha desarrollado en buen sentido y su voz suena bien y sin problemas, aunque el registro grave suena poco natural y algún agudo en la cavatina es metálico. En ese aspecto sus mejores momentos fueron el rondó del segundo acto y algunos dúos y tríos. Levy Sekgapane es una voz pequeña con un trémolo molesto en zona aguda. Hace todo lo que debe hacer, pero no está realmente a la altura del personaje de Almaviva (y no es cuestión de agudo más o menos —acude muchas veces al falsete— o de que lleve a cabo su difícil rondó final sin incidente). Como actor es muy simpático.

Luca Pisaroni es muy buen cantante. El problema es que suena cada vez más claro y Don Basilio requiere un bajo (tal vez sin los excesos de algunos históricos), pero sin graves el personaje no termina de dar la talla. Muy interesante el Fiorello de Andrés Cascante, y la comiquísima —y aquí muy exigida en lo actoral— Berta de Margarita Polonskaya, que dio una muy buena versión (excepto un par de notas ásperas) de su aria. Discreto el official de Jianhong Zhao.

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