Il trovatore en Houston

Lucas Meachem (Conte di Luna) y Ailyn Pérez (Leonora) en Il trovatore de Giuseppe Verdi en la Houston Grand Opera © Michael Bishop

 

Noviembre 3, 2024. Sorprende imaginar que a 123 años de la muerte de Giuseppe Verdi (1813-1901) la influencia del compositor italiano en la historia de la lírica continúa siendo trascendental. Tan es así que es difícil imaginar que en las temporadas de la mayoría de los teatros de ópera alrededor del mundo no se programe al menos uno de sus títulos. 

Haciendo un breve recuento, solo de los teatros estadounidenses más importantes, varios iniciaron su nuevo ciclo con un título verdiano: la Lyric Opera de Chicago lo hizo con Rigoletto; la Ópera de San Francisco con Un ballo in maschera; y la Ópera de Dallas con La traviata. Además, el Metropolitan Opera de Nueva York incluyó este año montajes de Aida, Rigoletto e Il trovatore; la Ópera Nacional de Washington que lo hizo con Macbeth, y la Ópera de Los Ángeles concluirá sus actividades de este año con Rigoletto. 

Por su parte, la Houston Grand Opera hizo lo propio al elegir Il trovatore como su primer título de la temporada 2024-2025. Esta ópera en cuatro actos con música del Verdi y libreto en italiano de Salvadore Cammarano, basado en la obra de teatro El trovador de Antonio García Gutiérrez, tuvo su estreno en enero de 1853 en Roma y forma parte de la trilogía popular de Verdi. 

Aunque esta obra tuvo su estreno en Houston en 1962, y fue vista por última ocasión en 2012, son realmente escasas las producciones en las que se ha visto en este escenario, por lo que el teatro encargó una producción ex profeso para esta ocasión —y sin la participación de otros teatros, algo poco visto en la actualidad— al director de escena Stephen Wadsworth, con escenografías de Charlie Corcoran, vestuarios de Camille Assaf e iluminación de Jiyoun Chang.

Desafortunadamente, éste no ha sido uno de los montajes mas interesantes o atractivos de las muchas temporadas en las que he asistido a esta casa de ópera. Es válido que cualquier director de escena busque innovar, ofrecer diversas ideas y puntos de vista, incluso actualizar o cambiar la ubicación de la trama, siempre y cuando estas ideas sean coherentes y se encuentren en línea con la historia. Pero aquí Wadsworth imaginó una ciudad europea moderna en España, donde situó la trama, en la cual una milicia de cuello blanco de gente con autoridad y poder lucha contra rebeldes armados de un grupo étnico oprimido, y esta idea, según el propio director de escena, nació de su conocimiento de la rebelión del país vasco (que duro alrededor de 50 años en España), y los años posteriores al régimen del dictador Francisco Franco, quien intentó prohibir la lengua y la cultura vasca. 

Según Wadsworth, esta idea contiene muchas similitudes con situaciones que se viven en la actualidad, pues la trama ocurre durante una lucha civil y, en su concepto, la historia se desarrolla en ese ambiente de lucha, como se muestra en la beligerante actitud de los personajes, que portan armas. El marco escénico lo consituyen edificios con diseños arquitectónicos de una ciudad moderna de España, donde chocan diferentes estilos arquitectónicos nuevos y antiguos, de cultura callejera, tensiones raciales y desacuerdos políticos.

A este marco —que cambia constantemente de ambientes, colocando a los personajes ya sea en una populosa calle, o dentro de un salón, o en la casa de Azucena— cargaron aún más la escena, que en términos generales ocurrió dentro de un ambiente oscuro y lúgubre por la iluminación, los murales y el grafiti, un detalle característico que se ve en edificios y calles en diversas zonas de Houston. Aquí se notaron algunos descuidos, porque si la escena ocurría en España, ¿por qué el mensaje de algunos grafitis sobre las paredes era en lengua italiana y otros en español? 

Vocalmente, el elenco estuvo plagado de altibajos. Especialmente dos artistas sobresalieron por el nivel exhibido en su interpretación vocal: la soprano Ailyn Pérez, quien mostró una voz redonda, con el cuerpo y la densidad suficiente para hacer convincente al personaje de Leonora, papel que actuó con mucha seguridad, convicción y envolvimiento, dando la imagen de una mujer audaz, intrépida y decidida. El legato, flexibilidad y color que desplegó en arias como ‘Tacea la notte placida’, ‘D’ amor sull’ ali rosee’ e incluso en su ‘Miserere d’un’alma’ asombraron y cautivaron a los presentes. 

Por su parte, el barítono Lucas Meachem estuvo sobresaliente en su personificación del Conde de Luna. No es un barítono propiamente verdiano, pero con su timbre lírico más liviano logró mostrar un lado más humano del personaje. Su canto es firme, con elegante fraseo e innegable compenetración y sincronía dramática con Leonora en sus duetos. 

En el papel de Azucena, Raehann Bryce-Davies pareció recurrir a la fuerza vocal como signo de autoridad de su personaje, pero careció del peso y la importancia que este tiene en su relación con la trama, y que la mezzosoprano no logró entender, alejándola de los demás intérpretes. 

 

Michael Spyres (Manrico) y el Coro de la Houston Grand Opera © Michael Bishop

 

Con respecto al personaje de Manrico, éste fue interpretado por el tenor Michael Spyres, quien posee cualidades y un color adecuado para el bel canto, pero no para Verdi, como fue evidente. Su intención de “adornar” las frases lo hicieron sonar fuera de estilo y la expansión y emisión su voz con relación a la orquestación hacían que su voz fuera insuficiente e inaudible por momentos y el esfuerzo por alcanzar las notas agudas, como por ejemplo en el aria ‘Di quella pira’, hizo que sonaran con tensión e ingratamente estranguladas. Spyres parece guiarse más por la mercadotecnia que su entorno le dicta, que por abocarse a decisiones vocales en su mejor interés. 

El bajo Morris Johnson desplegó su caudalosa y potente voz, bien administrada y encaminada, para lograr crear un convincente Ferrando. El resto de los cantantes, miembros del Butler Studio (el programa para jóvenes de la Ópera de Houston) dignificaron sus apariciones y tuvieron interesantes prestaciones: el tenor Demetrious Sampson como Ruiz, la soprano Ines Hanje como Ines, y el tenor Michael McDermott como Un mensajero. El breve rol Un viejo gitano fue bien llevado por el bajo barítono Said Henry Pressley, miembro del coro, que suele interpretar papeles menores en diversas óperas. 

El coro merece un reconocimiento por su aporte, como en el coro de los gitanos, y el arduo trabajo del maestro Richard Bado. La parte orquestal dejó cierto sabor de insatisfacción, bajo la concertación de Patrick Summers, quien parece estarse alejando más del podio en cada temporada, en favor de sus posiciones administrativas y artísticas. Su entusiasmo y seguridad permanecen, pero ante cierta ausencia de pericia, y una lectura innecesariamente enfocada a la búsqueda de una sonoridad “belcantista”, despojó a la partitura de cierta intensidad, color y carácter verdiano. Los músicos de la orquesta mostraron un buen desempeño, pero en el balance, no fue una de las mejores producciones en mucho tiempo en este importante escenario. 

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