
I’m a Dreamer Who No Longer Dreams en México

Escena de I’m a dreamer who no longer dreams de Jorge Sosa en el Teatro de la Ciudad © Cibernoides Magazine
La migración entreteje un insoslayable mosaico de historias humanas entre el desarraigo y la esperanza que cada vez con mayor frecuencia resuenan en la ópera contemporánea como un canto necesario y universal. I’m a Dreamer Who No Longer Dreams (Soy un soñador que ya no sueña), con música del compositor mexicano Jorge Sosa y libreto de la dramaturga singapurense Cerise Lim Jacobs, estrenada en 2019 por White Snake Projects en Boston, Massachusetts, tuvo su debut latinoamericano en México este 2025.
La producción, a cargo de la compañía Escenia Ensamble que dirige el maestro Ragnar Conde, se presentó el 9 y 11 de mayo en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, y una semana después, el 17 y 18, en el Teatro San Benito Abad de Cuautitlán Izcalli, llevando a ambos escenarios un relato conmovedor sobre identidad, fronteras, y sororidad.
I’m a Dreamer Who No Longer Dreams, título ya también presentado en ciudades estadounidenses como Pittsburgh y Syracuse, entrelaza las vidas de Rosa Hernández, una mexicana indocumentada que enfrenta cargos penales y deportación, dejando atrás a su hija Sol; y Singa Loh, una indonesia con residencia legal que, como abogada de oficio, lidia con las sombras de un sistema opresivo y hostil. Se trata de pesadillas con rayos de humanismo que se enfrentan en un país ajeno al que se tiene que recurrir con el sueño de alcanzar una vida más esperanzadora.
El libreto de Jacobs, delineado por los matices sociopolíticos actuales, explora con empatía la familia, la lealtad y la compasión, mientras que la música de Sosa cultiva melodías líricas y cantos emotivos que narran estas vidas fracturadas.
El compositor mexicano, con 23 años de residencia en los Estados Unidos, cuenta con un nutrido catálogo lírico en español, inglés y bilingüe (Monkey, Generación Perdida, The Beehive, Alice in the Pandemic, La Reina, ciclos de canciones de arte) que invita a ser descubierto en nuestro país, donde es prácticamente desconocido.
En rigor, la presentación de I’m a Dreamer Who No Longer Dreams —la primera que estrenara en gran formato— ante su gente y familia en la Ciudad de México (y su área metropolitana), le resultó profundamente conmovedor.

La soprano Tania Solís y el coro de niños © Cibernoides Magazine
La dirección escénica de Ragnar Conde sorteó con su visión y experiencia los retos de la obra, entre los que se encuentran la presencia de decenas de niños y los diferentes cambios escenográficos. Su trazo trasladó al público desde la cárcel de Rosa hasta los recuerdos de México y Singapur, con un diseño de vestuario de Brisa Alonso que mezcló realismo y onirismo, vertientes en las que también cobraron relieve la escenografía e iluminación de Pedro Pazarán, las proyecciones de Chava Banuva y el maquillaje de Ilka Monforte.
Bajo la dirección musical de Alberto Alonzo, la Camerata Escenia, con músicos como Jozef Olechowski (piano), Beata Kukawska y Pawel Sliwinski (violines), Erika Ramírez Sánchez (viola), Luz María Isabel Frenk Mora (cello), Alberto Caminos Miranda (contrabajo), y Samir Pascual Vázquez (percusiones), dio forma a una partitura con fuerza vital y humana.
El elenco fue integrado con equilibrio y lucimiento por Mariela Angulo (Rosa), Tania Solís (Singa), Belinda González (Gángster), Jéssica García (Madre), Ana Silvia Sánchez (Fiscal), Regina Neri Bazán (Rosa niña) y Valentina Pérez Escalona (Singa niña). Se sumó a la escena un ensamble de jóvenes guardias y niños actores, así como los coros Metropolitano Huitzilli (dirigido por Ruth Escalona) y Vox Coeli del Centro Cultural del Lago (dirigido por Edgar Flores Magaña) consiguiendo una narrativa escénica y musical de gran impácto.
Apoyada por la Dirección del Sistema de Teatros de la Ciudad de México y la beca México en Escena, esta producción queda como un referente al abordar la problemática de la migración, con el entusiasmo no solo del género operístico, sino de una historia que trasciende por su belleza sensibilidad.
Según relató el director de escena Ragnar Conde, la dramaturga Cerise Lim Jacobs describió esta puesta como “la más intensa, colorida, emocional y vibrante” de todas, un entusiasmo compartido por Sosa, celebrando su resonancia en el corazón de México, su tierra natal.