La bohème en Malmö

Konu Kim (Rodolfo) y Yana Kleyn (Mimì) en La bohème de Giacomo Puccini en el Teatro de Malmö, Suecia © Emmalisa Pauly

 

Abril 6, 2025. Un cliché común —e injustificado— sobre los países bálticos es que sus habitantes son fríos e incapaces de expresar sentimientos, supuestamente a causa del clima riguroso en el que viven. Según esta idea, no sabrían socializar ni mostrar emociones. Para desmontar tal mito, basta con asistir a una función de La bohème en Suecia —la historia de amor operística por excelencia— y comprobar cuán equivocado está quien piense que los ciudadanos nórdicos no sienten ni conmueven. 

En el sur del país báltico, el Teatro de la Ópera de Malmö estrenó en marzo de 2025 una nueva producción del clásico pucciniano que emocionó al público presente, demostrando que el amor y la música trascienden idiomas y fronteras. La dirección de escena estuvo a cargo de Rodula Gaitanou, quien firmó una versión no tradicional, ambientada en Nueva York durante los años 60, con adaptaciones que resultan transgresoras frente al libreto original. La regista griega reimaginó a los bohemios parisinos como artistas del barrio de SoHo, llenos de creatividad y decadencia, que comparten un edificio industrial convertido en estudio. 

Mimì es artista textil, Marcello es fotógrafo y Schaunard un músico de rock; Musetta, por su parte, es una artista plástica que dirige la “Galería de arte Momus”, la cual mantiene gracias a su relación —más que laboral— con Alcindoro. En este estudio neoyorkino, la electricidad es cortada por falta de pago y los personajes recurren a velas. Andy Warhol se pasea durante la fiesta de inauguración de la galería (escena inicial del segundo acto); los guardias aduaneros del tercer acto son reemplazados por cadeneros de la Galería Momus, entre otras adaptaciones similares. Aunque la idea es ingeniosa, su realización escénica no resultó del todo funcional para un público tradicional. Es evidente que la intención de Gaitanou es provocar con decisiones escénicas deliberadamente discordantes, como hacer que Colline, en el aria ‘Vecchia zimarra’, se despida de Mimì moribunda en lugar de hacerlo su abrigo, o mostrar a los personajes totalmente inmóviles justo cuando Rodolfo pregunta: ‘¿Qué quiere decir ese ir y venir?’ 

Gaitanou incluyó a modo de entreacto, un personaje inventado llamado Jim Cupid, interpretado por Oliver Palm Torres, como homenaje al artista pop Jim Dine (1935–). Este Cupido, vestido completamente de rosa, realizaba rutinas de clown que desentonaban completamente con el espíritu de la ópera. Asimismo, en el final del tercer acto, Mimì y Rodolfo terminan su relación, mientras Marcello y Musetta se reconcilian, lo cual es literalmente opuesto al libreto original. Este tipo de provocaciones y ruptura de la tradición funciona bien en contextos culturales como el sueco; sin embargo, no cabe duda de que en Italia la propuesta habría sido recibida con abucheos por parte de los severos y puristas loggionisti.

Cordelia Chisholm propuso una escenografía tan simple como eficaz: una pared de ladrillos —material típico del SoHo neoyorquino— que subía y bajaba y que fue reutilizada en los cuatro actos, modificando solo el interior de los espacios. El vestuario, también diseñado por Chisholm, evocaba el inconfundible estilo de los años 60, con pantalones acampanados, camisas holgadas, rayas verticales y colores psicodélicos.

Desde el foso, Sebastian Beckedorf ofreció una versión digna, con una propuesta de dinámicas muy efectiva que realzó el virtuosismo de la Orquesta del Teatro de Malmö. Si bien los tempi fueron en ocasiones exageradamente lentos —probablemente en busca de una intensidad pucciniana—, las arias y concertantes estuvieron en estilo. El concertador alemán cuidó siempre el volumen de la orquesta para no cubrir a los cantantes, algo que podría haber ocurrido con facilidad ya que el foso del teatro sueco, remodelado en 2004, está completamente descubierto, lo que favorece la proyección sonora de la orquesta, pero mete en dificultad a los cantantes, quienes se encuentran más alejados de lo habitual en comparación con otros teatros.

Konu Kim dio vida a un Rodolfo simpático y sensible, con buena presencia escénica y mejor desempeño vocal. El tenor surcoreano mostró sobreagudos potentes y cálidos, un fraseo correcto y gran expresividad. Su interpretación de ‘Che gelida manina’ fue muy aplaudida, gracias a su sólida técnica vocal y a su convincente actuación. Fue sin duda, el más destacado entre los bohemios. 

La Mimì de Yana Kleyn fue destacada desde lo actoral respecto a lo vocal. La soprano rusa posee un bello registro central y agudos sonoros, pero lamentablemente su pronunciación del italiano es completamente incomprensible. A pesar de ello, su interpretación dramática fue notable, especialmente en el cuarto acto, donde su muerte resultó conmovedora y mostró buena química con el resto del elenco. 

 

Kihwan Sim (Colline), Jonah Spungin (Schaunard), Richard Hamrin (Marcello) y Konu Kim (Rodolfo) © Emmalisa Pauly

 

Algo similar ocurrió con el Marcello de Richard Hamrin, cuyo desempeño escénico fue más destacado que el vocal. El barítono sueco, de voz pequeña pero expresiva, brilló especialmente en los duetos: el del IV acto con Rodolfo, por su sinceridad emocional, y el del III acto con Musetta, por su intensidad dramática.

Kseniia Proshina fue una Musetta sensual y astuta, muy bien recibida por el público. La soprano rusa desplegó agilidad vocal y brillantes agudos, luciéndose en su aria ‘Quando m’en vo’ tanto por su interpretación como por sus potentes sobreagudos. Por su parte el bajo surcoreano Kihwan Sim encarnó un Colline sonoro y extrovertido; su ‘Vecchia zimarra’ fue interpretada con nostalgia y ternura, gracias a su voz profunda y sólida. El Schaunard del barítono canadiense Jonah Spungin fue convincente y expresivo. El veterano barítono sueco Bengt Krantz demostró gran solidez técnica y una interpretación dinámica en el papel del viejo y explotado Alcindoro, logrando aplausos por la simpatía de su personaje. Finalmente, el rol de Benoît fue confiado a Nils Gustén, quien lo interpretó de manera adecuada.

En resumen, esta Bohème dio lugar a un espectáculo dinámico y visualmente atractivo, aunque no del todo inocuo en su transposición al Manhattan de los años 60. El espectáculo se sostiene con pinzas. No obstante, fue apreciado por la audiencia local. A pesar de lo arriesgado de ciertas decisiones dramatúrgicas, el público respondió con entusiasmo: la sala registró una ocupación casi total y al caer el telón hubo grandes ovaciones para los protagonistas.

 

Kseniia Proshina (Musetta) y compañia en Momus © Emmalisa Pauly

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