
La Merope en Barcelona

La Merope de Domènec Terradellas en concierto el Liceu de Barcelona © Antoni Bofill
Febrero 20, 2025. El principal título del catalán Domènec Terradellas (1713-1751) tuvo su primera audición pública en una de las sesiones de concierto que el Liceu suele dedicar a títulos barrocos (se había estrenado en forma privada también en Barcelona en 1955 en una versión revisada por Roberto Gerhardt).
En una gira que en España incluye también a Madrid, se contó con el relevante concurso de la Akademie für Alte Musik de Berlín, dirigida por Francesco Corti, que también se encargó del clave. Ambos elementos fueron el punto sobresaliente de una larga función que, si bien no obtuvo un lleno absoluto, sí fue seguida con interés y sin deserciones ni ruidos molestos, con aplausos tras cada aria, algunos más entusiastas que otros, mientras al final todos fueron ovacionados, como suele ocurrir.
La obra demostró sus méritos indudables y sería interesante volver a reencontrarse con otro título en lo posible en forma escénica, aunque me parece un deseo irreal. La protagonista fue la conocida Emöke Baráth, muy en papel (todos intentaron transmitir convicción y los respectivos “afectos” de sus personajes), aunque algún extremo agudo la mostró incómoda. Buen italiano y buenos recitativos, algo menos que los de Francesca Pia Vitale en Epitide (un rol travestido, que tiendo a suponer que fue confiado en su estreno a un castrado). La soprano demostró un dominio total de agudos y coloraturas, pero su registro centro-grave fue insuficiente.
La tercera soprano fue la conocida Sunhae Im en el rol de Argia, uno de esos papeles típicos de seconda donna, donde demostró que, con una voz más metálica, aún puede dar una digna contribución. El otro rol travestido, el típico confidente (Licisco), fue la mezzo Margherita Maria Sala, de buen centro y grave, pero agudo forzado y de poco volumen.
En los personajes masculinos, el principal y malvado de turno (Polifonte) tocó al tenor suizo Valerio Contaldo (en realidad un baritenor, aunque sin las exigencias de un rol de Rossini), muy vehemente. El fiel servidor Trasimede fue el contratenor Paul-Antoine Bénos-Djian, un estilista que no estuvo en su mejor noche, aunque muy por encima del deficiente Anassandro (segundo traidor) del tenor Thomas Hobbs, que además de problemas en el canto exhibió un italiano más que mejorable.