
La traviata en León

Leticia de Altamirano (Violetta) en el Brindis de La traviata de Giuseppe Verdi, en el Teatro del Bicentenario de León © Naza PF
Junio 5, 2025. La producción del Teatro del Bicentenario de la ópera La traviata, de Giuseppe Verdi, volvió a conquistar al público gracias a su propuesta fresca, dinámica y moderna.
Aunque el teatro no se llenó, la noche del jueves se presentó con éxito la reposición de esta puesta en escena, estrenada en 2014 y retomada en 2018 en el mismo recinto.
La traviata (que significa “la descarriada”), cuya primera función tuvo lugar el 6 de marzo de 1853 en el Teatro La Fenice de Venecia, narra la trágica historia de Violetta Valéry, una cortesana parisina que se enamora del joven burgués Alfredo Germont.
Con talento mexicano al frente, esta nueva presentación mantuvo gran parte de los elementos artísticos de la puesta original del Teatro del Bicentenario, pero incorporó cambios que le otorgaron un aire renovado.
La escenografía de Fernando Feres, que ofrece una visión elegante y actualizada del París del siglo XIX, fue uno de los aspectos conservados. Su principal acierto radica en el manejo eficaz de paneles y plataformas móviles, con los que se compusieron cuadros llenos de vida, en sintonía con el espíritu de cada escena. Como en el cine, se utilizaron tomas abiertas en las escenas corales, mientras que los momentos más íntimos se centraron en los protagonistas. Este recurso aportó fuerza a cada composición, caracterizada por su elegancia y, sobre todo, por su sobriedad: pocos elementos —un diván, mesas, sillas, sillones y candelabros— fueron suficientes para llenar el escenario.
El diseño de iluminación de Rafael Mendoza Baltazar fue clave para modular la luz según el desarrollo dramático, así como para resaltar o atenuar a los personajes de acuerdo con sus emociones. Por ejemplo, el desenlace de la ópera resultó aún más impactante al incrementar la luz sobre la protagonista. En esta reposición, el vestuario estuvo a cargo de Brisa Alonso, quien, al igual que Adriana Ruiz en la versión de 2014, combinó prendas de estilo antiguo y moderno para subrayar la atemporalidad de la obra. A diferencia de Ruiz, prescindió del uso de máscaras e incorporó una variedad de piezas —largos vestidos, trajes, gabardinas, faldas y capas— diseñadas en colaboración con el colectivo S.h.g. Vestuario, todas dentro de una paleta sobria de colores.
La coreografía de Érika Torres aportó vitalidad a la ópera. Con fuerza y precisión, el cuerpo de baile transmitió pasión sin saturar ni interrumpir el flujo dramático. Las apariciones de las gitanas y los toreros resultaron especialmente memorables.
La dirección de escena permaneció en manos de Luis Martín Solís, quien, sin embargo, añadió nuevos elementos a la visión de Marco Antonio Silva, primer director de esta producción. Uno de los más notables fue la inclusión de personajes que representan a la comunidad LGBTQ+, como una pareja de chicas enamoradas y un joven con falda, todos invitados a la fiesta de Flora. Más allá de estos detalles, Solís se mantuvo fiel al espíritu tradicional de la ópera, sin alterar la historia. Conservó algunos toques de la versión de Silva, como incluir una aparición de la hermana de Alfredo, e incluso añadió variaciones, como mostrar a la pareja protagonista en el preludio del primer acto.
La dirección musical estuvo a cargo de José Areán, quien ofreció una lectura equilibrada de la partitura. Sin subrayar en exceso el patetismo de las escenas más dramáticas, supo dar vuelo al lirismo de las melodías de Verdi. Este enfoque favoreció la claridad orquestal y sostuvo la tensión musical de forma constante, sin llegar a opacar a los cantantes. Conservó el ritmo en las secciones bailables y, al mismo tiempo, logró momentos de gran sutileza, como el preludio del tercer acto. Esto fue posible gracias a una interpretación limpia y precisa de la Orquesta del Teatro del Bicentenario.
Indudablemente, el Coro del teatro, bajo la dirección de Jaime Castro Pineda, fue un pilar fundamental en el éxito de esta producción, aportando brillo a cada una de sus intervenciones. Las voces se compenetraron perfectamente con la orquesta y los cantantes solistas, haciendo aún más emocionantes momentos como el famoso brindis.

Leonardo Sánchez (Alfredo Germont) increpa a Violetta © Naza PF
En cuanto al elenco de voces mexicanas, el joven tenor Leonardo Sánchez, en el papel de Alfredo, fue quizá el cantante más completo. De timbre oscuro, su voz se proyectó con potencia y sin esfuerzo en todo el teatro. Además, su interpretación se distinguió por la elegancia con que manejó los matices, aprovechando sus cualidades líricas sin forzar la voz. Su brillante desempeño vocal se vio complementado por una actuación apasionada, con una expresividad notable: desde el fervor del enamoramiento hasta la desesperación y la resignación.
Al igual que Leonardo Sánchez, la soprano Leticia de Altamirano regresó al Teatro del Bicentenario para dar nuevamente vida a Violetta, papel que ya había interpretado en la producción de La traviata de 2018. La cantante conserva una voz cristalina y la agilidad necesaria para afrontar las desafiantes coloraturas. Al final de la cabaletta de ‘Sempre libera’, coronó con una nota agudísima que evidenció el virtuosismo de su registro superior. Su voz lírica tuvo el peso necesario para afrontar los pasajes más dramáticos. No obstante, su actuación resultó algo contenida, especialmente en los duetos con Giorgio Germont. También se habría esperado mayor soltura en la famosa aria ‘Sempre libera’, aunque en la impactante escena final demostró su madurez escénica.
El trío protagónico se completó con el barítono Carlos Sánchez, quien retomó el papel del padre de Alfredo, al igual que en la producción de La traviata de 2018. El cantante enfrentó algunos retos durante la función, pues su voz mostró menos brillo y fuerza de lo habitual, y un legato menos fluido que afectó la calidez de sus romanzas. Asimismo, su actuación resultó algo distante, lo que impidió transmitir plenamente la fuerza emotiva que exige el personaje.
Por último, destacaron las sólidas interpretaciones del elenco secundario: Carolina Herrera (Flora), Edna Valles (Annina), Alberto Yépez (Gastone), Daniel Pérez Urquieta (Barón), Charles Oppenheim (Marqués), Roberto Vázquez Aldape (Doctor), José de Jesús Salgado (Comisario) y Daniel Rentería (Giuseppe).
Al final de la función, gran parte del público otorgó una ovación de pie a los artistas y al equipo detrás de esta producción, que sigue siendo una de las favoritas en la cartelera del Teatro del Bicentenario.

Carlos Sánchez (Giorgio Germont) canta ‘Di Provenza il mar’ © Naza PF