La vestale en Jesi
Octubre 18, 2024. El compositor Gaspare Spontini (1774-1851) es uno de los compositores italianos que el tiempo parece no haber dado el reconocimiento que merece. Con un acervo de más de 20 óperas, sus obras son poco conocidas y rara vez escenificadas, a pesar de haber sido una figura importante de la ópera francesa a inicios del siglo XIX.
Su fama se debe principalmente a la creación de su obra maestra, La vestale, una tragédie lyrique en tres actos, con libreto en lengua francesa del dramaturgo francés Victor-Joseph Étienne. La ópera se estrenó con gran éxito el 15 de diciembre de 1807 en la Académie Impériale de Musique —como entonces se denominaba a la Ópera de París—, donde fue repuesta más de cien veces, e incluso se le llegó a considerar como el mejor drama lirico de aquella época.
Sin embargo, el tiempo ha demostrado lo contrario y actualmente es difícil poder ver el título escenificado en algún teatro, a pesar de que cuenta con diversas grabaciones discográficas y notables reposiciones que se han hecho de ella a lo largo del siglo XX, entre las que se pueden mencionar la del Metropolitan Opera de Nueva York en 1926, la de Palermo en 1969, Roma en 1973, Florencia de 1970, Barcelona de 1982. También hoy dos producciones importantes en la Scala: una en 1954, con el cineasta y director de escena Luchino Visconti, en su primer trabajo operístico con Maria Callas en el papel de Julia, la joven vestal, en italiano; y otra en 1993, en su versión original en francés, bajo la dirección musical de Riccardo Muti.
Afortunadamente, gracias a la Fondazione Pergolesi-Spontini, ubicada en la pintoresca y fortificada ciudad medieval de Jesi, a treinta kilómetros de la localidad portuaria de Ancona, en la costa adriática italiana, las obras de dos célebres compositores locales como Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736), nacido precisamente en Jesi, y Gaspare Spontini, nacido en Maiolati Spontini (a 17 kilómetros de distancia de Jesi), cuentan con un espacio en Italia que las mantiene vivas y vigentes, con la realización de un festival anual, así como de la llamada “Stagione Lirica di Tradizione”, en el segundo semestre, y que en su edición número 57 dio inicio con La vestale.
(Otro de los cuatro títulos que componen la temporada actual será I quadri parlanti, drama jocoso en dos actos del propio Spontini, que en su primera representación en época moderna fue un descubrimiento fruto del trabajo de la mencionada fundación). La figura principal de La vestale inevitablemente despierta en la memoria de los melómanos un momento clave y transformador en la historia del espectáculo italiano, que fue el encuentro entre Maria Callas y Luchino Visconti, quien consideraba a la ópera como el punto de sustento emotivo de todas sus creaciones, del cine a la prosa, y que colocó a Maria Callas como ídolo, casi un tótem, de la revolución que provocó esa puesta en escena de 1954 en Milán.
Fue precisamente ese hito el que inspiró al director de escena, escenógrafo y vestuarista Gianluca Falaschi a situar la ópera, no donde indica el libreto, en Roma alrededor del año 269 aC, sino en 1954, en plena época de Callas en la Scala, como una especie de homenaje con el que intentó representar una forma de religiosidad artística que pocos son capaces de alcanzar. No Sin elementos escénicos: solo ténues cortinas blancas que encerraban el escenario, y tres enormes paredes detrás de las cuales se colocó el coro cuando cantó fuera de escena, con elegantes y lucidos vestuarios para las mujeres y esmóquines para los hombres, tanto para los solistas como para los miembros del coro y las comparsas. Sin embargo, a veces aparecían con túnicas blancas sobre sus vestuarios, para vincular el pasado con el presente, y se transmitieron proyecciones de imágenes sobre el escenario que simbolizaban el interior del Teatro alla Scala, aunque se trataba en realidad del interior del Teatro Pergolesi, donde se llevó a cabo esta función donde la cantante protagonista representó a Callas en el montaje en el que ella personificó a Julia.
La puesta en escena, además del efectivo y resplandeciente juego de luces e iluminación que realzaba el dramatismo y la tensión en escena, fue concebida por Emanuele Agliati. Así, se creó un espectáculo, que, aunque podría describirse sobrio, destacó por el impacto y la emotividad de la actuación y la música. Al inicio de la función se escuchó en el teatro la voz de Callas, algunos extractos de una entrevista en inglés donde hablaba sobre la ópera. Un detalle que resultó adecuado, y que sirvió para el mejor entendimiento y envolvimiento del público con la trama, fue la proyección simultánea en la pantalla arriba del escenario del texto original en francés y su traducción.
Esta producción, que se originó y se estrenó en esta función, recorrerá diversos teatros de Italia como los de Piacenza, Pisa y Ravenna, prácticamente con el mismo elenco, que estuvo encabezado por la soprano Carmela Remigio, quien sobresalió en la parte actoral, muy exigente en sus movimientos, con emoción y dramatismo que imprimió al personaje de Julia. Vocalmente desplegó un colorido y dúctil timbre de emisión homogénea, especialmente penetrante y convincente en el registro agudo.
El barítono Bruno Taddia fue un versátil intérprete del general romano Licinius, desenvuelto en su actuación y con un timbre robusto y vigoroso. Un descubrimiento y un placer fue escuchar el canto del tenor libanés Joseph Dahdah, quien desplegó un timbre grato, elegancia en el fraseo y uniformidad musical en el papel de Cinna. Elegancia, personalidad en escena y un canto profundo y matizado fue el aporte de la mezzosoprano Daniela Pini a La Grande Vestale y el bajo Adriano Gramigni fue un Gran Pontefice de voz potente y lúgubre emisión; y correcto estuvo Massimo Pagano personificando al Console y al Capo degli aruspici.
En esta ópera, que se ejecutó en su versión íntegra, ya que se incluyeron los extensos ballets que contiene al final del primer y el tercer acto, de estilo moderno y bien coreografiadas por Luca Silvestrini, se debe destacar la aportación del coro, muy presente a lo largo de la función, y que tuvo en el Coro del Teatro Municipale de Piacenza, que dirige el maestro Corrado Casati, a un grupo de profesionales, entregados en todo momento a ocupar el lugar preponderante que la partitura le confiere.
En el foso, el maestro Alessandro Begnini dirigió la orquesta con mucha pericia y destreza, extrayendo los momentos más brillantes —que son varios los que contiene la opulenta, rica y fascinante partitura de Spontini— con fluidez y dramatismo, y buen desempeño de los músicos de la orquesta La Corelli (que lleva el apellido del célebre tenor Franco Corelli, quien además de contar con un vínculo estrecho con La vestale, era nativo de Ancona, en esta misma región).
Al final hubo muchos aplausos y entusiasmo del público que abarrotó el teatro Pergolesi, consciente de la oportunidad única de haber presenciado un espectáculo quizás irrepetible para muchos; y un reconocimiento para la Fondazione Pergolesi Spontini, que su labor, a pesar de que parece estar alejada de los importantes centros operísticos, es capaz de atraer melómanos y críticos de muchas latitudes del mundo, como se pudo constatar en esta función de estreno.