Lady Macbeth de Mtsensk en Barcelona

Escena de Lady Macbeth de Mtsensk en Barcelona © Sergi Panizo

 

Octubre 1, 2024. Es cada vez menos raro ver en las programaciones esta ópera de Dmitri Shostakóvich, aunque todavía sin la frecuencia que sería deseable para este título mayor de un siglo que no los ha contado en exceso. Muy buena idea la del Liceu, de arriesgar la inauguración de la temporada con un título aquí todavía inusual en una versión que puede hacer mucho por él.

La puesta en escena de Alex Ollé es de lo mejor que le he visto y, aunque cae en esa tentación de la “atemporalidad contemporánea”, relata bien y se ocupa bien de los personajes. Tal vez lo más débil sea el último acto, donde hay una serie de dormitorios como los de la protagonista, y los convictos parecen estar muy cómodos pese a lo que dicen. Tampoco la solución del doble degüello final parece superior a la original.

En lo musical, Josep Pons ha demostrado, si hacía falta, que este es el período con el que más afinidad siente y por tanto mejor hace. La orquesta le respondió de modo notable (aunque a veces pudo haber hecho la vida más cómoda a algunos de los cantantes). El coro también tuvo una labor sólida, preparado como siempre por Pablo Assante.

La protagonista debutante de Sara Jakubiak fue excelente aquí por todo concepto y solo podría desearse que los agudos extremos fueran menos metálicos, pero en esta parte eso no importa mayormente. También debutaron el terrible suegro (Boris) y el insignificante marido (Zinovi), respectivamente Alexei Botnarciuc (correcto, pero poco relevante en lo vocal), e Ilya Selivanov, muy adecuado. 

El otro gran debut fue de Pavel Cernoch en el magnético y antipático Sergei, muy creíble y buen cantante. El resto de los muchos personajes episódicos estuvieron bien cubiertos por cantantes locales. Mencionemos al menos a la Sonietka de Mireia Pintò, el pope de Goran Juric, el campesino borracho de José Manuel Moreno y el jefe de policía de Scott Wilde. 

No se entienden dos cosas: por qué el fantasma de Boris tiene que ser otra voz (Alejandro López) y, sobre todo, por qué se contrata a Paata Burchuladze, a estas alturas, para el breve pero fundamental papel del anciano convicto que abre el último acto. 

Hubo mucha gente, aunque no lleno total, y muchos aplausos. 

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