Le carnaval de Venise en Grenoble

 

Victoire Bunel y Sergio Villegas Galvain en Le carnaval de Venise de André Campra en Grenoble © Martin Argyroglo

 

 Febrero 5, 2025. André Campra (1660-1744) fue un reconocido compositor y director de orquesta francés del periodo barroco. A lo largo de su fructífera carrera compuso diversas tragédies en musique y óperas-ballet, así como tres libros de cantatas, además de obras religiosas y un Requiem, que es actualmente su obra más conocida y representada, especialmente en Francia.

A pesar de ser una importante figura en el ambiente musical, al lado de dos maestros del estilo francés barroco como Jean-Baptiste Lully (1632-1687) y Jean-Philippe Rameau (1683-1764), se le considera un vínculo entre ambos compositores, y de haber sido maître de musique (maestro de música) de la catedral de Notre-Dame en París, sus obras aún son poco conocidas en la actualidad lírica internacional. No es así en su país natal, donde la recuperación del patrimonio musical del pasado, más que una misión, se ha convertido en obligación, para la cantidad de notables ensambles de música antigua que surgidos en ese país. 

Como parte de una extensa gira realizada por diversos teatros franceses, que tiene previsto abarcar muchas poblaciones hasta el mes de abril, se incluyeron dos funciones en el moderno complejo cultural MC2 de la ciudad de Grenoble, situada al suroeste de Francia en la región de Auvernia-Ródano-Alpes, de la versión escénica de Le carnaval de Venise, ópera-ballet en un prólogo y tres actos de Campra, con libreto de del poeta Jean-François Regnard (1655-1709), que tuvo su estreno en 1699 en la Académie Royale de Musique (hoy conocida como la Opéra National de Paris). 

Considerada como un emblema de la música francesa de los siglos XVII y XVIII y de la ópera-ballet, esta obra es también muy original en su manera de resaltar el valor del “teatro en el teatro”, de mezclar el canto italiano con el francés, además de combinar con delicadeza maravillosas composiciones dramáticas y cómicas. La ópera muestra una variedad de atmósferas ligadas a la idea misma del espectáculo y la fiesta en torno a una sencilla intriga, en la que Léonore e Isabelle aman a Léandre, quien a su vez ama a la segunda. Rodolphe, que también está enamorado de Isabelle, se une a Léonore para vengarse de quien se interponga para hacer esto imposible. 

La acción transcurre, obviamente, en Venecia durante la época del carnaval, en la Plaza de San Marcos, entre los canales y bajo los balcones de los palacios. Este es el pretexto para un prólogo muy moderno en el que comenzó del espectáculo, en la función de estreno, frente a la mirada del público espectador. La conocida como “mise en abîme” de la divertida puesta en escena, elaborada por la reconocida pareja de directores de escena, coreógrafos y escenógrafos franceses Clédat y Petitpierre, situó la historia dentro de la representación de un espectáculo que es la historia de Orfeo, todo ello realizado con elementos propicios para mostrar enredos amorosos en escena, máscaras y trucos en el carnaval de Venecia.

Los semicírculos de madera colocados sobre el escenario se utilizaron para representar los canales y puentes de la pintoresca ciudad italiana, así como el anillo central de un circo o un espacio destinado para el desarrollo de la trama, donde aparecían los personajes principales y los extras, con coloridos y magníficos vestuarios de arlequines y máscaras en negro; además de la presencia de un grupo de mimos que aparecían siempre en escena rodeando a los protagonistas y observando la escena, con trajes típicos del carnaval y máscaras en blanco. Los mismos elementos escénicos se utilizarán para trasladar la trama y al espectador al infierno, efecto que se logró con los personajes con vestidos con llamas, ayudada de un buen trabajo de iluminación. 

El trazo actoral de la obra fue llevado con ligereza, de manera vivaz, fluida y divertida, con las modernas y plásticas coreografías durante los pasajes de ballet que contiene la partitura. El buen reparto de cantantes estuvo encabezado por la mezzosoprano Victoire Bunel, quien exhibió musicalidad, calidez y elegancia en su rica paleta de colores vocales, resonancia y notable adhesión al estilo de canto. En escena bordó una convincente, noble y perspicaz Isabelle. 

Por su parte la mezzosoprano, Anna Reinhold, en su caracterización de Léonore —y de Euridice— desplegó sus cualidades vocales, frescura en su canto, a pesar de ligeras incomodidades con la tesitura. El barítono franco-mexicano Sergio Villegas Galvain, como Léandre, se vio muy activo y desenvuelto en escena, con una voz matizada y robusta, y el tenor David Tricou exhibió su vena cómica en el breve papel de Orfeo, y estuvo muy participativo en las partes corales. Finalmente, completó el elenco el bajo-barítono Guilhem Worms en sus múltiples apariciones como el organizador, Rodolphe y Plutón.

En el foso estuvo presente el Ensamble Il Caravaggio, con un numero reducido de instrumentistas, como en el estreno de la obra en la Académie Royale de Musique, en una partitura que denota diversos estilos musicales: el de la música italiana, carnavalesca, con cierto aire renacentista, con inspiradas percusiones, castañuelas y panderetas, y la indiscutible elegancia del estilo barroco francés. En el podio, la directora Camille Delaforge sacó a relucir los encantos de una partitura plena de ellos. La música es colorida, alegra y palpitante, su conocimiento de la música es evidente, y sus instrumentistas se mostraron inspirados por la música, que incluso en el intermedio continuaron tocando entre las escaleras y el público de la sala, hasta llegar al vestíbulo de la sala de conciertos, acompañados de los danzantes y cantantes, antes de la pausa, en un ambiente festivo y celebrativo.

 

Los arlequines en una escena de Le carnaval de Venise © Laurent Guizard

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