Le nozze di Figaro en Turín
Noviembre 26, 2024. Después del exitoso proyecto Manon, Manon, Manon puesto en escena en el mes de octubre en el Teatro Regio de Turín —una iniciativa muy original que vio en la capital piamontesa la puesta escénica de las tres óperas líricas inspiradas en la bella, voluble y desafortunada Manon (surgida de la pluma de Antoine François Prévost), el personaje de óperas compuestas por Daniel Auber, Jules Massenet y Giacomo Puccini, respectivamente, la primera de las cuales fue un verdadero descubrimiento—, nos encontramos ante la nueva temporada lírica, que fue inaugurada con una chispeante y muy teatral versión de Le nozze di Figaro de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791).
La puesta en escena del espectáculo, proveniente del Teatro Real de Madrid, fue firmada por Emilio Sagi, con escenografías de Daniel Bianco y vestuarios de Renata Schussheim, y estuvo en perfecta sintonía con la ambientación del siglo XVIII del libreto, por sus espacios correctamente distribuidos, apropiados movimientos escénicos y una interacción ideal entre los personajes.
Mozart dejó de lado las polémicas políticas indudablemente presentes en la comedia del dramaturgo Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais (de la cual Lorenzo Da Ponte trazó el extraordinario libreto) para apuntar todas sus cartas hacia el realismo de una acción vista bajo el lento investigador de Eros; y fue precisamente aquí con lo que estas Bodas de Fígaro turineses ganaron su apuesta.
Sagi se enfocó justo en los aspectos más humanamente eróticos de los personajes, situando la historia en una soleada Sevilla, luminosa y esplendente, en la cual la ciudad hispalense se convirtió en sí misma en un personaje más. Cabe recordar que Le nozze di Figaro, primer título de la trilogía dapontiana, tuvo su primera representación en Viena en 1786, mientras que a Turín llegó al Teatro Carignano en 1811, y al nuevo Teatro Regio de Turín en 1982 bajo la batuta de un docto mozarteano: Peter Maag. Hablando de batutas, la dirección de orquesta le fue confiada ahora a Leonardo Sini, que resultó ser una agradable sorpresa. El joven director mostró capacidad para mantener a puño a la partitura, logrando una lectura burbujeante y briosa, con algunos momentos en los que pareció un poco frenético. Su capacidad de acompañar gustó en los momentos más íntimos y melancólicos mientras que los concertati fueron conducidos de manera eficaz.
Del elenco, Vito Priante, en el papel del Conte de Almaviva, cantó con propiedad estilística, mostrando un timbre viril y prestancia escénica, mientras que la Contesa de Ruzan Mantashyan fue musical y comunicativa, aunque a decir verdad menos aristocrática de lo normal: se hubiera beneficiado de sonidos más suaves como de un timbre más precioso.
Por su parte, se escuchó el timbre franco y contundente de Giorgio Caoduro, quien interpretó a un Figaro simpático, audaz, dinámico, pero nunca exagerado, con una voz salida segura a pesar de algún desenfoque en los agudos. También Giulia Semenzato estuvo convincente desde el punto de vista vocal y escénico, pero a su Susanna, a pesar de ser encantadora, careció de cierta malicia.
El Cherubino de Josè Maria Lo Monaco, con su grato timbre bruñido, agradó por naturaleza, expansión y musicalidad. Andrea Concetti despojó de los vestidos caricaturescos al personaje de Bartolo, dándole una lectura redonda, y también Chiara Tirotta prestó su voz a una Marcellina de espesor, cantando con actitud su difícil aria del cuarto acto, frecuentemente omitida.
Un Basilio sencillo y sonoro fue el de Juan José Medina, y Janusz Nosek personificó un Antonio inusualmente impetuoso. Divertido, aunque con una tartamudez un poco exagerada estuvo el Don Curzio de Cristiano Olivieri, y finalmente, la Barbarina de Albina Tonkikh fue deliciosa. Mucho éxito con un público muy numeroso en la sala aun tratándose de una función de mediodía y entre semana.