Les contes d’Hoffmann en Nueva York

 

Benjamin Bernheim en Les contes d’Hoffmann de Jacques Offenbach en el Metropolitan Opera de Nueva York © Karen Almond

 

Septiembre 24, 2024. “Mucho ruido y pocas nueces” ofreció la reposición de la ópera Les contes d’Hoffmann que por estos días llevó a cabo el máximo coliseo operístico neoyorquino. Y no es porque le faltasen estrellas… 

Al frente del elenco vocal, el tenor francés Benjamin Bernheim, una de las más importantes estrellas de la lírica actual, salió airoso, pero apenas con lo justo, a cargo de una parte que lo lleva al límite de sus posibilidades y donde no se le oyó cómodo. Con una voz de seductor timbre, pianissimi y exquisitas medias voces y agudos sólidos y seguros, brilló y les sacó lustre a las partes líricas del complejo personaje del atormentado y romántico poeta. 

Pero en los momentos más dramáticos convenció menos y el volumen de la orquesta lo metió en más de un aprieto. Fue innegable que nos encontrábamos ante un cantante de un estratosférico nivel de calidad y fue difícil no caer rendido ante la calidad de su canto, su inmaculada dicción, su nobleza expresiva o su implicación escénica, pero Hoffmann exige más de lo que el tenor francés pude ofrecer, al menos en este momento de su carrera. No obstante, se agradeció su entrega y el hecho de que nunca comprometió la calidad de su canto en busca de obtener un efecto más dramático. 

Como los cuatro diabólicos antagonistas del poeta: los malvados Lindorf, Coppélius, Dr. Miracle y Dappertutto, el bajo-barítono americano Christian Van Horn ofreció una interpretación vocalmente sólida pero interpretativamente débil. Cantó con gusto, no le faltaron medios vocales, pero asustó poco. Su aria ‘Scintille diamant’, cantada con exquisito lirismo y virtuosismo, fue uno de los mejores momentos de la noche. 

Algo irregular en su interpretación general, la debutante mezzosoprano rusa Vasilina Berzhanskaya tampoco pareció estar confortable en sus partes de Nicklausse/La Muse y, a pesar de exhibir excepcionales cualidades vocales, dejó sabor a poco en su interpretación. 

En cuanto a los malogrados amores del protagonista: la soprano americana Erin Morley delineó una Olympia sólida y expresiva con una voz lírica de cristalino esmalte que, gracias a una sólida técnica, nunca se amedrentó frente a las agilidades y los agudos que le exigió la parte. Su famosa canción ‘Les oiseaux dans la charmille’ fue celebradísima por el público y le permitió hacerse con un merecido éxito personal. No se quedó atrás la soprano sudafricana Pretty Yende quien, como la frágil Antonia, exhibió un canto sensible de hechura delicada y ricos matices, un centro aterciopelado y gran intencionalidad en el decir. Por último, la mezzosoprano francesa Clémentine Margaine delineó con gran temperamento, sensualidad y entrega una cortesana Giulieta muy efectiva. 

Recurriendo a una enorme variedad de recursos histriónicos y sin excesos, el tenor americano Aaron Blake hizo un buen trabajo retratando las partes de los cuatro sirvientes: Andrès, Cochemille, Frantz y Pittichinaccio. Del oficioso equipo de personajes comprimarios, merece destacarse particularmente la labor del bajo-barítono Bradley Garvin (Luther/Crespel) y el de la mezzosoprano Eve Gigliotti (la mère d’Antonia). 

El coro de la casa a cargo de su flamante nuevo director Tilman Michael alardeó de su alto nivel de calidad. En un repertorio que claramente no es el suyo, el italiano Marco Armiliato al frente de la orquesta del Metropolitan Opera brindó una lectura anodina, poco inspirada, sin vuelo y de poco estilo francés. 

Partiendo de la muy discutible idea de que existe una fuerte relación entre Jacques Offenbach, Franz Kafka y Federico Fellini —y en el modo en que estos conciben a la mujer, sumado supuestos problemas de identidad, deseos de aceptación y obsesiones sexuales—, el director americano Bartlett Sher firmó una producción escénica pretenciosa, oscura y coherente solo consigo misma, que ambientada en los años 20 del siglo pasado, eliminó buena parte de los elementos fantásticos esenciales de la obra de Offenbach.

 

Erin Morley como Olympia © Karen Almond

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