
Madama Butterfly en Ferrara

Escena de Madama Butterfly de Giacomo Puccini en el Teatro Comunale «Claudio Abbado» de Ferrara
Enero 10, 2025. “Queríamos hacer una Madama Butterfly respetando la realidad japonesa de la época, una realidad de costumbres y tradiciones muy diferente al imaginario occidental… así que hemos eliminado en nuestra puesta en escena y en las elecciones de dirección todas esas ‘muestras japonas exóticas’ imaginadas entre finales del siglo XIX y principios del XX en Europa. Y yo, quiero decirlo, no dirigí esta ópera, pero hice su puesta en escena…’
Así se expresó Leo Nucci, el gran barítono que se ha dedicado a la dirección de escena tras una extraordinaria carrera como cantante, durante la presentación de la ópera de Giacomo Puccini en el vestíbulo del Teatro Comunale «Claudio Abbado». Esta elección de Nucci es verdaderamente valiente, muy valiente, precisamente porque se diferencia de las puestas «modernas» dominantes, que la mayoría de las veces tienen el objetivo de la provocación como un fin en sí mismo, envuelto en esmaltes de conformismo que a menudo conduce al déjà vu…
¡Un ya visto que huele a rancio! La puesta en escena de Madama Butterfly que inauguró la temporada 2025 del Teatro Abbado se anticipa unos años respecto de 1904, año en el que la ópera de Puccini se puso en escena en el Teatro alla Scala de Milán con un fiasco memorable: en la puesta en escena vista en Ferrara todavía estamos a principios del siglo XX, y mientras el primer acto se escenifica en un mes genérico, el segundo y tercer actos están ambientados en abril, cuando se celebra el festival de los cerezos en flor, que todavía hoy se siente mucho en Japón.
«Pensamos en poner en escena —escribió Leo Nucci en las notas del programa— referencias simbólicas también vinculadas a la filosofía zen: por ejemplo, un elemento es el Círculo Zen que significa iluminación, fuerza, universo. Otro elemento es el Torii (más conocido en Occidente como la «Puerta Roja»): el Torii representa la separación entre la vida real y la espiritual, una creencia popular: el primer paso bajo el arco de Torii significa la primera forma de purificación. Ambos símbolos significan suerte y prosperidad. También trabajamos en la búsqueda de vestuarios absolutamente originales.”
El último harakiri de Cio-Cio-San fue solemne, de espaldas al público, porque no hay nada que ostentar para un suicidio honorable… Por lo tanto, no se trata de la provocación o «extensión» de los significados más allá de propio significado, sino de la recuperación de la relación significado/significante en su totalidad y en su indiscutible lógica historizada. Porque, ciertamente, la creatividad puede clasificarse en la invención tout-court incluso cuando no es pertinente, pero reside mejor y de manera más realista en la documentación de hechos donde la relevancia es la línea que guía la creación. Las elecciones de Nucci fueron recompensadas, en Ferrara, con un interminable aplauso del público (casi de 10 minutos) cuando apareció en el proscenio al final de la función. Aplausos acompañados de aclamaciones para el barítono-director.
Pero las «señales» de un clima oriental y específicamente japonés deseadas por la dirección también fueron captadas en la concertacion del maestro Matteo Beltrami en el podio, de una muy buena Orquesta de Emilia-Romaña «Arturo Toscanini» cuando, en los momentos musicales donde la escala pentatónica utilizada por Puccini recuerda las atmósferas de ese país lejano, el director eligió tempos lentos, en sintonía con los rallenties propios de una danza kabuki o relacionadas a escenas del más noble Teatro del Nð. La orquesta siguió las exigencias del director, y los cantantes también, a pesar de la dificultad de adaptarse a los tiempos, donde la dificultad expresiva es mayor con respecto a los ritmos, también lentos, pero más sostenidos. El maestro Beltrami dirigió la orquesta sin abandonar nunca la vista sobre los cantantes y el coro, y el efecto visual y auditivo fue de una relación óptima entre el foso y el escenario.
En el elenco: gran interpretación la de la soprano Claudia Pavone en el papel de Cio-Cio-San; quien mostró carácter, personalidad, confianza en sus medios, bellísimo color vocal, entonación siempre bajo control, agudos ascendentes y bien timbrados, excelente gesto escénico. Una verdadera Butterfly, como debe ser. No es casualidad que los aplausos en la escena abierta y las ovaciones al final de la función la recompensaran meritoriamente, aunque no diera el bis de ‘Un bel dì vedremo’, como pidió insistentemente el público. Y aquí un inciso: si el público pide insistentemente un bis, significa que el artista —ya sea famoso o semidesconocido— ha “penetrado» en el público (donde el término «penetrar» es aquí metonímico, tomado del lenguaje propio de la pequeña pantalla de televisión…)
El tenor Angelo Villari también estuvo bien en el papel de Benjamin Franklin Pinkerton, una voz clara pero firme en la zona aguda, afrontada con canto de pecho sin vergüenza. Su fraseo fue muy bello y nos recordó la elegancia y claridad en la emisión de Carlo Bergonzi. Lo esperamos con cierta curiosidad, pero también con (nuestras) pretenciosas expectativas en pruebas más heroicas y menos patéticas de ese personaje que es el Pinkerton esbozado por Luigi Illica y Giuseppe Giacosa en el libreto de la ópera.
La Suzuki de Irene Savignano estuvo muy bien, con su voz bruñida y apreciable calidad para escuchar, un timbre más de contralto que de mezzosoprano, y gesto escénico convincente y muy natural, no teatral sino espontáneo, en el papel de la sumisa y fiel sirviente de Cio Cio San. Correcto estuvo el Sharpless del barítono Alessandro Luongo que, sin embargo, cuando empujaba el agudo sostenido, mostró un ligero vibrato que no fue del agrado de todos.
El Goro de Manuel Pieratelli estuvo óptimo en el escenario, y vocalmente todos los actores secundarios también fueron dignos de elogio: Eva Corbetta (Kate Pinkerton), Giacomo Leone (Príncipe Yamadori), Gaetano Triscari (Tío Bonzo), Eugenio Maria Degiacomi (Yakusidè), Fabrizio Brancaccio (el Comisario Imperial), Lorenzo Sivelli (el Oficial de Registro), Betty Makharinsky (la madre de Cio-Cio-San), Zhuo Zhixin (la Tía), Yaoo Hayoung (el primo), Viktor Pastori (el niño muy bueno que interpretó a Dolore).
El reparto se completó con los mimos Paolo Cignatta y Francesco Tomasi. El coro, adecuadamente preparado, fue dirigido por el maestro Corrado Casati. Las escenografías de Carlo Centolavigna fueron esenciales pero muy sugestivas, y hermosos estuvieron los vestuarios de Artemio Cabassi. Las iluminación de Michele Cremona fue apropiada, en una puesta en escena que es una coproducción entre el Teatro Comunale di Ferrara «Claudio Abbado» y el Teatro Municipale di Piacenza.