
Manon de Auber en Turín

Escena de Manon de Auber en el Teatro Regio de Turín © Daniele Ratti
Octubre 24, 2024. En el original y poco común ciclo ofrecido por el Teatro Regio de Turín, titulado “Manon, Manon, Manon” en el que se escenificaron tres obras líricas compuestas sobre el personaje de Manon Lescaut, que a su vez están basadas en la obra homónima del siglo XVIII del abbé Antoine François Prévost.
Las versiones más conocidas son claramente las compuestas por Giacomo Puccini (1854-1925) y por Jules Massenet (1842-1912), pero destacó la escenificación de una obra prácticamente olvidada del compositor francés Daniel-François-Esprit Auber (1782-1871), con libreto en francés del dramaturgo Eugène Scribe (1791-1861), quien trabajó al lado de muchos autores, en especial con Auber, con quien colaboró en 39 libretos.
El estreno de esta versión de Manon Lescaut tuvo lugar en el teatro de la Opéra-Comique de Paris en febrero de 1856, para después permanecer en el olvido, incluso en Francia, su país de origen, donde entre las pocas representaciones de las que se recuerden está la realizada en 1990 en el mismo teatro parisino donde se estrenó, con la soprano Elizabeth Vidal en el papel principal y de la cual existe una grabación en video.
Estas funciones marcaron el debut en este importante teatro italiano, y en su lengua original en francés, de una obra que apenas se dio a conocer en Italia en abril de 1984, cuando fue vista en el Teatro Filarmónico de Verona. Si bien este titulo de Auber no forma parte de las obras más representativas del repertorio francés, debe reconocerse por ser una buena composición, grata para el oyente y que contiene una interesante secuencia de arias y dúos, su indudable carácter de opéra-comique —con diálogos hablados—, y una manera digerible y jovial, incluso frívola y superficial, en la que Auber abordó la historia y el trágico destino del personaje principal.
Además de ello, es probable que el estilo casi belcantista de la obra —con tintes que asemejan la música de Rossini o Donizetti, y que encomineda a una soprano coloratura el personaje protagónico— es lo que la haya alejado del estilo de la ópera francesa. Aquí el personaje de Lescaut es hermano de Manon, y no su primo, y el Marques d’Herigny es el más conocido de sus adinerados pretendientes, algunos personajes no aparecen en esta versión, y otros son nuevos.
Un hecho que me hizo pensar que esta ópera no genera muchos interés, incluso en Francia, fue ver a un par de directores artísticos de importantes teatros franceses sentados algunas butacas al lado de donde yo me encontraba, invitados quizás para interesarlos en la producción, quienes decidieron retirarse en el intermedio de la función. De cualquier manera, es un título que merece la pena ser escuchado, ya que son muy escasas las oportunidades de poder hacerlo.
El teatro de Turín se dio el lujo de conformar dos distintos elencos de esta producción, y esta reseña corresponde al primero de ellos, que fue encabezado por la soprano española Rocío Pérez, quien posee las cualidades necesarias para hacerle justicia al papel, con sus nítidas coloraturas, el manejo pirotécnico de la voz, una adecuada emisión en sus diálogos hablados, y una buena dicción en su canto que plasmó en su aria ‘C’est l’histoire amoureuse’, conocida también como “éclat de rire” (o aria de la risa), uno de los pasajes más conocidos de la ópera y del personaje. Rocío se formó en el teatro de Estrasburgo de este país, donde goza de buen cartel (anteriormente la escuché en otro teatro francés como Gilda de Rigoletto). Escénicamente, sacó adelante las dificultades del montaje que suponía interpretar al caprichoso personaje, que es a la vez la temperamental intérprete de una película que se filma en escena como parte del montaje.
El papel de Des Grieux fue bien actuado y cantado por el tenor Sébastien Guèze, quien demostró buenas cualidades vocales, un grato timbre lírico que dio notoriedad a su papel. Por su parte el barítono Armando Noguera cantó con robusta y solida voz de barítono, y aportó el toque de perversidad y malicia que contiene el marques d’Hérigny.
Por su parte, el barítono Francesco Salvadori tuvo un adecuado desempeño canoro personificando a Lescaut. Cumplieron con sus partes la experimentada mezzosoprano Manuela Custer como Madama Bancelin, el barítono francés Guillaume Andrieux en el papel de Renaud, la soprano Lamia Beuque como Marguerite, el tenor Anicio Zorzi Giustiniani destacando en el papel de Gervais, el bajo Paolo Battaglia como Monsieur Durozeau, así como los miembros del ensamble del teatro en sus breves apariciones, como lo fueron el bajo Tyler Zimmerman como el Sargento, el tenor Juan José Medina como Un burgués y la soprano Albina Tonkikh, que dio vida al papel de Zaby.
La puesta en escena de los tres títulos le fue confiada al director Arnaud Bernard, quien se inspiró en el antiguo cine mudo, y para la creación de este montaje se inspiró en la película estadounidense de 1927 When a Man Loves, del cineasta Alan Crosland. Dicha película narra precisamente la historia de Manon, y se basa también en la obra de Prévost.
Al inicio de la función se proyectaron sobre el telón cerrado, como también en otras escenas o pasajes musicales, imágenes de la película, y al abrirse la escena, la película se trasladó de manera fidedigna al escenario, en lo que parecía una continuación en vivo de la película, con los mismos vestuarios y peinados, diseñados por Carla Ricotti, las escenografías creadas por Alessandro Camera, que en el último acto trasladó la escena a un lugar exótico y caluroso lugar (el libreto indica Nueva Orleans), con iluminación de Fiammetta Baldiserri y la proyección de videos (fragmentos de la película) fueron obra de Marcello Alongi.
En su idea escénica, Bernaud concibió que lo que visto en escena fuera, además, la filmación de una película, lo que forzó y condicionó a los artistas en su desempeño actoral, como los cargados e innecesarios desplantes de Manon, la artista de cine, con el dramatismo de lo que vive el personaje de la ópera como indica el libreto. Sin duda, un montaje atractivo para el espectador, pero con distracciones que podrían haberse evitado.
Las partes corales fueron bien llevadas por los miembros del coro del Teatro Regio, y la dirección musical de Guillaume Tourniaire, aunque pareció no ser muy refinada y algo accidentada por momentos, resaltó la vivacidad, el brillo y la jovial escritura de Auber, con buena dinámica y respuesta de los músicos de la orquesta del teatro, que es una de sus fortalezas.