Manon en Viena
Noviembre 20, 2024. La puesta en escena de Andrei Serban, que implica por empezar cortes que considero injustificables dramáticamente, aunque no lo sean desde el punto de vista vocal, ya solo por eso no merece la pena. El coro fue colocado al costado en general porque hubo figuras recortadas en el escenario sin demasiado sentido más que el de servir de apoyo o ahorrar comparsas. “Naturalmente”, estamos en los años 50 del pasado siglo y en vez de Cours la Reine estamos en Montmartre, lo cual genera un sinsentido con la historia y los personajes.
Dirigió Emmanuel Villaume, que en muchos momentos pareció jugar una carrera contra el tiempo y en algunas ocasiones hizo literalmente que la orquestación de Jules Massenet desbordara el foso. Los principales atriles se lucieron, pero las cuerdas sonaban poco sedosas y sensuales. Excelente, la labor del coro preparado por Thomas Lang.
Kristina Mkhitaryan debutó a la protagonista, un rol temible. Lo hizo bien, aunque su timbre parece el de una lírico-ligera, y eso se tradujo en carencia de color y densidad en los centros y graves —no siempre audibles—, aunque la extensión en el agudo no le creó ningún problema y dijo y actuó bien.
Vittorio Grigolo ya ha cantado la parte y, para su habitual extroversión, se mostró contenido, en particular en los dos primeros actos donde —con la voz más oscura— intentó con casi siempre buenos resultados medias voces que corresponden al personaje de Des Grieux. A partir de Saint Sulpice eligió el volumen (no sé si tenía otra opción) y el personaje se acercó al de Puccini.
Mattia Olivieri también debutó el rol de Lescaut y lo hizo estupendamente, con un francés óptimo y un fraseo siempre intencionado. Construyó su personaje todo lo que se lo permitió la dirección escénica, que decidió que fuera el primero en manosear a su prima. Sus momentos cantables fueron fuente de placer auditivo, como no recuerdo ni antes ni después de Ludovic Tézier. Dan Paul Dimitrescu habló más que cantó su Conde Des Grieux y el Brétigny de Martin Hässler reveló buen material necesitado aún de orientación en cuanto a estilo y técnica. El personaje de Guillot, bastante recortado aquí, tocó a Thomas Ebenstein. De las tres démimondaines, la más conocida era Ileana Tonca (Poussette). Las entradas se agotaron pero el un público, apático, apenas aplaudió durante la función y se despertó (relativamente) para los aplausos finales.