Mitridate en Madrid

Juan Francisco Gatell (Mitridate) y Sara Blanch (Aspasia) en Mitridate, rè di Ponto de Mozart en el Teatro Real de Madrid

 

Abril 4 y 9, 2025. Compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart con solo 14 años de edad y estrenada en el Teatro Regio Ducal de Milán en 1770, la opera seria Mitridate, rè di Ponto es una joya operística, desafortunadamente menospreciada durante mucho tiempo, por lo que su inclusión en la presente temporada del Teatro Real es un acontecimiento que merece ser celebrado. 

Basada en la tragedia del dramaturgo francés Jean Racine y con libreto del italiano Vittorio Amedeo Cigna-Santi, la línea argumental de la ópera gira en torno a la figura paterna del anciano y despótico protagonista y al ambiente de rivalidades familiares que debe enfrentar a su regreso de la sangrienta guerra contra los romanos, después de divulgada la noticia, por el propio monarca, de su muerte para comprobar la lealtad de su entorno íntimo. 

Vocalmente, los dos elencos propuestos ofrecieron actuaciones memorables, muchas de ellas a cargo de algunas de las más fulgurantes estrellas de la lírica hispana de la actualidad. Alternando la parte protagónica, tanto el tenor argentino Juan Francisco Gatell como el sudafricano Siyabonga Maqungo dominaron con valentía la difícil escritura mozartiana plagada de saltos de notas y arie di furore. El primero mostró una voz brillante y flexible, un canto de supremo buen gusto y un dominio del decir que reveló sinfín de matices y relieves de la multifacética y rica psicología de su personaje. Por su parte, el segundo mostró un canto legato de cuidada hechura, facilidad para alcanzar las notas altas y un inagotable bagaje técnico en las endiabladas agilidades y los saltos repentinos que le exigió la parte. 

 

El contratenor argentino, Franco Fagioli, como Farnace 

 

En cuanto a los príncipes hermanos, el primogénito Farnace de Franco Fagioli fue vocalmente deslumbrante. En un momento de excepcional vocalidad, el contratenor argentino supo moverse con desparpajo por la tesitura sin esfuerzo alguno, luciendo un canto homogéneo, refinado, de graves aterciopelados y unos recitativos construidos con gran expresividad. Y que después de cantarse todo… llegó a su aria final ‘Già dagli occhi il velo è volto’ con una frescura, como si recién hubiese empezado a cantar la ópera. No defraudó el inglés Tim Mead, cuya composición de Farnace pareció quedarle muy cómoda a su voz y de la que ofreció una interpretación sólida y una caracterización creíble. 

Como el otro hermano, el benjamín y leal Sifare, la soprano franco-danesa Elsa Dreisig, de reputados antecedentes mozartianos, ofreció un canto irresistible, delicado, radiante de musicalidad y de elaboradas coloraturas. No se quedó atrás la española Vanesa Goikoetxea, quien en la misma parte y a su turno se alzó con un merecido triunfo personal gracias a la calidad de una interpretación cuidada, canto emotivo y depurado estilo mozartiano. 

Como la explosiva Aspasia, la joven y bella prometida a Mitridate, la soprano española Sara Blanch explotó al máximo las posibilidades vocales que le ofreció su parte, brindando una interpretación muy cercana a la perfección, aunque algo fría y distante. En la misma parte, la española Ruth Iniesta concibió una futura reina de mucha dignidad vocal, algo más libre de estilo, pero más expresiva y comprometida en lo dramático que su compatriota.

Cumplieron de sobra su cometido, las sopranos españolas Marina Monzò y Sabina Puértolas como la despreciada pero fiel princesa de los partos, Ismene. Muy oficiosos, los tenores Juan Sancho y Jorge Franco resolvieron con corrección los requerimientos del personaje secundario del victorioso emisario romano, Marzio. Olvidable, el desempeño vocal del contratenor croata Franko Klisovic como Arbate, el hombre de confianza del rey y gobernador de Ninfea. 

A cargo de la producción escénica, el director alemán Claus Guth profundizó con claridad y buen ojo en las complejas dinámicas familiares de la trama para ofrecer un espectáculo visual dinámico e hiper intelectualizado que funcionó a la perfección, logrando que las más de tres horas de duración de la ópera se esfumasen en un abrir y cerrar de ojos. Sobre la escena, Guth planteó un mundo dividido en dos espacios de estéticas absolutamente distintas que convivieron desde perspectivas antagónicas. 

Por un lado, un mundo doméstico enmarcado en una casa de líneas arquitecturales de los años 60; y por otro, sobre un escenario vacío, un mundo completamente abstracto y onírico donde los personajes reflexionaron y que remitió al mundo del inconsciente, de los anhelos, de lo prohibido y de lo autocensurado. Importantes aportes al logrado resultado final hicieron Christian Schmidt (escenografía), Ursula Kudrna (vestuario), Olaf Winter (iluminación) y Sommer Ulrickson (coreografía).

Atento al equilibrio entre el foso y la escena, el británico Ivor Bolton ofreció una lectura precisa, equilibrada y extremadamente respetuosa del estilo del compositor austriaco. Con esta serie de representaciones de la ópera de Mozart, el concertador se despidió de la dirección musical de la casa, después de 10 años —dos mandatos consecutivos— de fieles y leales servicios, aunque continuará dirigiendo en futuras temporadas en calidad de director invitado.

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