
Nabucco en Berlín

Anna Netrebko (Abigaille) en Nabucco de Giuseppe Verdi en la Staatsoper de Berlín © Bernd Uhlig
Octubre 12, 2024. Solo cuatro funciones con localidades agotadas desde su anuncio sirvieron de marco para que la número uno de las sopranos de canto italiano abordara quizás el rol más endiablado de Verdi. Las funciones se conviertieron en uno de los eventos operísticos más solicitados de Europa y la soprano rusa Anna Netrebko no decepcionó, cumpliendo con su público y reafirmando que su registro está intacto; cambiado, sí, pero con todos los atributos que hacen a una grande.
La Netrebko no aborda sus roles a medias: se entrega totalmente y si bien Abigaille es tan difícil como la Elektra de Strauss, salió triunfante. La voz ha adquirido un centro fuerte y oscuro casi metálico, pero enseguida puede ser tierna, y filar agudos tomados en el centro de la nota, sin perder color ni poder. Su control es total, apianando con facilidad, sostener la nota y jugar con su técnica depurada.
Además, es una buena actriz, y no importa qué horribles vestimentas le diseñen, o qué horrible sea la producción que la rodea, siempre es una actriz creíble y entregada al 100%. Su Abigaille fue una demostración de toda su gama, poder vocal, belleza de timbre, fraseo feroz y también conmovedor. Con ‘Prode guerrier! D’amore conosci sol l’armi?’ mostró desdén y aire de superioridad, dejando entrever alguna debilidad.
En la gran escena con el pergamino ‘Ben io t’invenni, o fatal scritto!’ se lanzó con ferocidad, una leonesa en busca de presa. Nadie estuvo a ese nivel, pero si a un nivel alto. El italiano Luca Salsi es un buen barítono verdiano: su voz es feroz, muy adecuada para un Nabucco lleno de sí mismo, una suerte de Mussolini antiguo. La voz confirma esta ferocidad y le va bien, y también supo conmover con buen canto, si bien no hubo muchas facetas dramáticas.
La mezzosoprano rusa Marina Prudenskaya fue una destacada Fenena, con registro espeso y oscuro y una figura estatuesca que cantó ‘Oh, dischiuso è il firmamento!’ con buena línea vocal y sentimiento. El alemán Ivan Magrì posee una voz de tenor lírico con buen control, sin forzar, que tuvo que contender con la figura alta y esbelta de la Prudenskaya, pero salió airoso con su Ismaele. Hay una tradición que dice que Zaccaria debe ser un basso profondo de registro noble y conmovedor. El finlandés Mika Kares posee tal registro, pero también un volumen inmenso que usó todo el tiempo, cansando y convirtiéndose en algo monótono. El tenor mexicano Andrés Moreno García cantó Abdallo con voz tierna y la soprano finlandesa Sonja Herranen fue una Anna muy meritoria.
La nueva producción de la italiana Emma Dante careció de foco. Hubo muchos extras deambulando por el escenario, incluso durante escenas importantes, y cosas risibles, como cuatro soldados babilonios semidesnudos apuntando revólveres a todos los hebreos subidos sobre andamios bordeados de color oro. Horrible. Haciendo estas cosas extra, la Dante pretendió dar algún “concepto” a una producción que anduvo a la deriva y sin Personenregie.
El vestuario fue una mezcla sin ton ni son, siendo lo más espectacular el vestido de la Netrebko (ver foto) que se extendía como un gigantesco abanico dorado por detrás, y con dos soldados babilonios vestidos de cocineros. En fin. El coro de la casa es excelente y cumplió con todas las demandas de volumen y belleza sonora, si bien en momentos cruciales hubo desencuentros con la orquesta.
La función se hubiera beneficiado mucho con un buen director verdiano. El francés Bertrand de Billy brindó una lectura rutinaria, con quizás la mejor orquesta de Alemania, y eso ya es decir mucho como base. Un triunfo a medias.

Escena de Nabucco en la Staatsoper de Berlin © Bernd Uhlig