Nabucco en Toronto
Octubre 12, 2024. Para la apertura de su temporada 2024-2025, la Canadian Opera Company presentó la ópera Nabucco de Giuseppe Verdi e hizo justicia con un título que incomprensiblemente nunca había sido programado anteriormente en los 74 años que lleva de existencia la compañía con sede en Toronto.
A cargo de la parte protagonista, Roland Wood concibió un Nabucco belcantista y de gran refinamiento con una voz de precioso esmalte, una línea de canto cuidadísima y un registro amplio. Fue en los momentos líricos donde el barítono británico logró su mayor lucimiento, como en el aria ‘Dio di Giuda’, cantada con un legato exquisito y una gran variedad de acentos. En lo interpretativo, tuvo inconvenientes para exponer la contradictoria psicología del rey de Babilonia y así sacar un mejor partido del texto que le permitiese infundir más intencionalidad a su canto.
Al frente del bando hebreo, el bajo coreano Simon Lim retrató un profeta Zaccaria correcto sin más, con una voz de bajo poco profunda que apenas infundió autoridad y peso dramático a la parte. En su debut en la casa, una gran sorpresa dejó la Abigaille de la soprano americana Mary Elizabeth Williams. Cantante de interesante patrimonio vocal demostró que, tanto por temperamento, como por intensidad y emoción, la parte de la hijastra del rey le vino a la perfección. Vocalmente cumplió y sacó adelante con muchos méritos la endiablada escritura de su personaje, ayudada por voz robusta, de agudos firmes, potentes y bien controlados, y a un centro de rico color que manejó con buenos recursos técnicos y con los que construyó bellísimas medias voces. En el aria ‘Anch’io dischiuso’ obtuvo uno de sus mejores momentos vocales y en la cabaletta ‘Salgo gia’ supo resolver con solvencia y seguridad las exigentes agilidades que le impuso la partitura. En la escena fue una actriz muy entregada a la composición de su personaje.
La mezzosoprano canadiense Rihab Chaieb hizo gala de un canto de gran belleza con una voz potente, musical y expresiva. Completando el triángulo amoroso, Matthew Cairns, uno de los más prometedores cantantes canadienses de su generación, con una voz de tenor heroico, de perfecta emisión y gran calidad, le dio un relieve poco usual a la parte del general del ejército hebreo.
Los personajes secundarios de la hebrea Anna, el soldado babilonio Abdallo y el sumo sacerdote del Baal fueron cubiertos con corrección por Charlotte Siegel, Wesley Harrison y Duncan Stenhouse, respectivamente, todos ellos provenientes del atélier de jóvenes cantantes de la casa. Exultante, el coro que dirigió con pulso firme Sandra Horst hizo un trabajo perfecto en cada una de las muchas intervenciones.
Al frente de la orquesta de la casa, el director italiano Paolo Carignani hizo una lectura desbordante de italianità, energía, variedad de matices y perfecta concertación del capolavoro verdiano. Asimismo, su batuta fue atenta a las necesidades de los cantantes y a coordinar del mejor modo el foso y la orquesta.
La futurista producción proveniente de la Lyric Opera de Chicago que firmó la directora Katherine M. Carter no alteró la esencia de la trama y teatralmente permitió seguir la historia sin demasiados sobresaltos. La escenografía de escaleras monumentales y columnas rectangulares de Michael Yeargan, si bien limitó considerablemente el espacio a los cantantes y al coro, no entorpeció el desarrollo de la acción, ni la transición entre las escenas. Tanto el vestuario de Jane Greenwood, que permitió individualizar fácilmente por colores a los bandos —rojo para los babilonios y azul para los hebreos—, como la iluminación de Mikael Kangas, hicieron aportes fundamentales para el éxito de la estética visual de la presentación.