Noyollo Opus 52 en el Teatro de la Ciudad

Puesta en escena de Noyollo Opus 52 en el Teatro de la Ciudad © Carlos Alvar

Julio 10, 2024. Lo efímero es una característica dual de las artes escénicas. La evanescencia es parte de su belleza intrínseca y logra que la interpretación de un espectáculo sea no solo único e irrepetible, sino que devuelva al espectador y al artista a una realidad concreta que contrasta con el momento escénico ideal alcanzado, lo que una vez finalizada hace más intensa la experiencia vivida. 

Eso fue precisamente lo que ocurrió el pasado 10 de julio en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris con la presentación de Noyollo Opus 52, Ópera para sanar el corazón, una magnífica propuesta de arte interdisciplinario producido por la Compañía Danza Visual, integrada por Patricia Marín, Leonardo Beltrán y Rogelio Marín, tenor que también se encargó de la dirección musical y el diseño sonoro.

Podría decirse que Noyollo Opus 52 es una danza visual contemporánea sobre el amor, que combina música, silencio, canto y movimiento para explorar el rostro cambiante de una relación romántica en sus diversas etapas, incluyendo las proyecciones y los recuerdos, con los Liebeslieder Waltzer Op. 52 de Johannes Brahms como puntos vinculantes y la coreografía de Fernando Melo (Brasil-Suecia) como puesta en escena dramática y conceptual.

En el elenco, además de Rogelio Marín, intervienen la mezzosoprano Paola Danae Gutiérrez Candia, la soprano Wendy Oviedo y el barítono Pablo Aranday, con el acompañamiento al piano de Karina Peña y James Pulles. La música se interpreta en vivo, si bien hay sonidos grabados como movimientos abisagrados de puertas, golpeteos ligeros pero palpitantes al fondo o incluso un piano, ambiente sonoro que se fusiona en su textura con el entorno al estilo Trent Reznor. Además de Patricia Marín, los bailarines (la protagonista con vestido en tonalidad dorada) son Samantha Nevarez, Anivdelab Ponce de León, Leonardo Beltrán, Jonathan Alavés, Tlathui Maza y Fernando Zárate.

Miembros de la Compañía Danza Visual

A partir de la inmovilidad y el silencio de una mujer sentada con la cabeza sobre una mesa, el poderoso discurso central del espectáculo (es complejo hablar de una trama o argumento concreto) mostrará a la bailarina principal en diferentes tránsitos de su vida amorosa, cobijada e instigada por el resto del elenco, en complicidad, manipulación o simple observación de los otros bailarines, de los cantantes y su decir poético, casi como coro griego que comenta la acción.

A través de movimientos delicados y precisos, a veces etéreos, pero también con momentos enérgicos e intensos, de conexión corporal y neuronal, la mujer fluía en perfecta sincronía con la música de Brahms, como si su expresividad corporal fuera una gama de reacciones emocionales a los lieder que cuentan con poesía de Georg Friedrich Daumer y exponen la alegría, la tristeza, el deseo, la pérdida o la nostalgia del acto amoroso. 

La música y las voces, en aire romántico europeo, con calidad y calidez interpretativa, proporcionaron un marco sonoro rico y emotivo para la coreografía de gozosa plasticidad. El trabajo realizado por Marín, no solo con su educada voz de lírico ligero, sino con el dibujo estilístico del cuarteto, es para ser destacado por el grato resultado canoro del cuarteto en su conjunto.

Además de la mesa, varias sillas y cinco paneles —todo de madera— se logró una dinámica escenografía (diseñada, igual que la iluminación y el vestuario por Mauricio Ascensio), interactiva por la manipulación que de los objetos hacía el elenco o por la movilidad de la plataforma circular donde ocurrieron las acciones, pero también por la construcción de un universo vivo para ser explorado por la protagonista, al punto de fundirse, dolerse o apasionarse en él, logrando cuadros propiciadora de suspiros.

Los paneles se convierten en marcos para encuentros y desencuentros, búsquedas y ocultamientos, confianza y extrañeza, acaso como representación de la unión y separación de los amantes, de las barreras físicas y emocionales que pueden existir entre las personas que intentan vincularse y que siempre están en ese filo del éxtasis y la fragilidad quebradiza, no sin temor y esperanza de lo que ocurrirá.

Los bailarines

En esa variedad de obstáculos y confusiones de identidad y reflejos —coreografiados con creatividad deslumbrante— aparece incluso una doppelgänger que es y no es la protagonista, en momentos de gran expectación y atractivo visual. La emocionante última secuencia era la asfixiante y a la vez esperanzadora carrera por un laberinto, pasaje que mostró con esplendor el virtuosismo en el montaje y en la ejecución de todos los participantes. Un error o un retraso mínimos en el tiempo de cualquier elemento conjugado habría roto el encanto. Pero no fue así y la precisión robó el aliento del público asistente que casi agotó las localidades del recinto.

Metáforas y simbolismos, además de una participación vocal depurada y con solvente acompañamiento desde el piano lograron belleza transparente en un espectáculo con alta capacidad para combinar diferentes elementos artísticos de manera armónica y significativa. La danza, la música, el canto y la escenografía se unieron con técnica y gracia para crear una experiencia sensorial única que sumergió al público en una burbuja estética y reflexiva, con hilo conductor brahmsiano, sobre la compleja naturaleza del amor y las relaciones humanas.

Noyollo es una palabra náhuatl que significa corazón. No solo en sentido anatómico, sino como esencia de una persona; es decir el punto gravitacional donde radican sus emociones, pensamientos o voluntad. En otro sentido, puede ser el alma. Y el alma de las artes que convocó para este espectáculo es lo que presentaron la Compañía Danza Visual y sus integrantes, creativos e intérpretes invitados. 

En agosto próximo habrá más funciones de Noyollo Opus 52, Ópera para sanar el corazón, pero en el Centro Nacional de las Artes. Hay que estar atento a ellas si se desea disfrutar de una aventura estética con interdisciplina y mucho corazón y que, a diferencia de las artes escénicas y del amor, no es efímero ni evanescente.

Noyollo Opus 52 — Video oficial

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