
Otello en Bremen

Escena de Otello de Giuseppe Verdi en Bremen © Jörg Landsberg
Abril 13, 2025. El pasado domingo se estrenó Otello de Giuseppe Verdi en una producción dirigida por Frank Hilbrich en el Teatro Bremen. Hilbrich, quien asumirá la dirección general del Musiktheater im Revier de Gelsenkirchen a partir de la temporada 2026-2027, continúa su exitosa racha en Bremen con esta producción de Otello.
Ubicó este drama de celos, intriga y asesinato en una sala de exposiciones moderna y minimalista (con escenografía de Sebastian Hannak), con pasarela y un interior moderno que evoca el mundo de los desfiles de moda. Los protagonistas se exhiben aquí, o se ven obligados a exponerse a un escrutinio público a veces humillante. El diseño de iluminación de Christian Kemmetmüller, artísticamente preciso y con un uso moderado de luces, representa alternativamente un cielo estrellado, una luz de incubadora estéril o un marco de retratos brillante, creando impactantes contrastes atmosféricos.
Otello narra la historia de un célebre general que se casa en secreto con la joven noble veneciana Desdemona. Su alférez, Iago, impulsado por la envidia y el odio, siembra dudas sobre la fidelidad de Desdemona y manipula a Otello con una finura letal. Presa de celos, Otello asesina a su esposa y se quita la vida al descubrir la verdad.
“No puedo escapar de mí mismo”, dice Otelo. Es guerrero audaz, un hombre extraordinario bajo una presión interior extraordinaria, pero es un forastero que nunca ha aprendido a gestionar sus emociones. Su estado psicológico es la clave de toda la ópera: ama, pero desconfía. Esto lo convierte en el blanco perfecto para Iago, el lobo con piel de cordero, quien se aprovecha de la vulnerabilidad de Otello con fría precisión.
La cuestión de las motivaciones de Iago es uno de los elementos más fascinantes —y a la vez inquietantes— de la ópera. Este Iago no es un vengador racional, sino un cínico radical. “Creo en un Dios cruel que me creó de la inmundicia… Creo en el mal”, es su credo. Verdi y su libretista Arrigo Boito no lo retrataron como un villano convencional, sino como un abismo. Incapaz de empatía, está profundamente convencido de que el amor, la bondad y la verdad no son más que ilusiones. Su objetivo es aniquilar a Otello a cualquier precio. A sangre fría, dirige la destrucción del adorable héroe. La muerte de Desdemona no es un daño colateral, sino una parte esencial de su estrategia destructiva: una demostración de su poder y de su sistema de creencias nihilista.

El director de escena, Frank Hilbrich, ubicó «este drama de celos, intriga y asesinato en una sala de exposiciones moderna y minimalista» © Jörg Landsberg
La producción de Bremen es aterradoramente relevante, quizás más de lo que se pretendía. Aunque compuesta a finales del siglo XIX y basada en una obra del siglo XVII, el libreto aborda temas que resuenan profundamente en la actualidad: poder, racismo, misoginia, violencia, identidad y un profundo sentido de no pertenencia. La cuestión del color de la piel se subvierte mediante un cambio deliberado de perspectiva: en esta producción, Otello es blanco. La representación del feminicidio de Desdemona —escenificada en primera fila, brutal e inevitablemente ante los ojos del público— evoca las trágicas realidades de la frecuente violencia de pareja en la actualidad. La crueldad psicológica de Iago refleja los mecanismos de la desinformación moderna: una red de medias verdades, percepción manipulada y sabotaje emocional estratégico.
Musicalmente, la producción fue convincente y poderosa. Sasha Yankevych, el joven primer Kapellmeister, lideró esta noche a la Filarmónica de Bremen con seguridad y un rango dinámico lleno de matices, desde el pianissimo más delicado hasta los estruendosos clímax orquestales. Aldo Di Toro brilló en el papel principal con un tenor poderoso y matizado, expresando la agitación interior de Otello entre el amor y la sospecha con impresionante autenticidad. Su voz es técnicamente soberbia, bien ubicada y brillante en tono.
La Desdemona de Adèle Lorenzi fue a la vez elegante y expresiva: su soprano capturó la inocencia y la vulnerabilidad del personaje. Su timbre oscuro recuerda al de Mirella Freni, pero su interpretación fue completamente personal y profundamente conmovedora. Michał Partyka interpretó a un Iago polifacético con un barítono delgado, que en ocasiones carecía de fuerza vocal. Especialmente digno de mención es Ian Spinetti como Cassio, un joven tenor convincente en lo vocal y dramático, que ya insinúa que será un futuro Otello.
El excelente coro del Teatro de Bremen, preparado por Karl Bernewitz, desempeñó un papel escénico central como la voz del pueblo: primero celebrando el triunfo de Otello, luego presenciando en silencio su desmoronamiento moral.
A pesar de algunas pequeñas ambigüedades de la dirección, como los roles poco desarrollados de los padres de Otello o las figuras infantiles recurrentes, el Teatro Bremen logró presentar una nueva interpretación, poderosa y musicalmente cautivadora, de la obra maestra de Verdi. La presencia de numerosos jóvenes espectadores demuestra que el teatro sigue siendo un espacio culturalmente vital: un lugar para la resonancia emocional, la reflexión colectiva y una profunda conexión con el presente.