Partenope en San Francisco
Junio 19, 2024. Partenope (o Parthenope, HWV), ópera en tres actos de Georg Friedrich Händel con libreto anónimo en italiano, que fue adaptado en 1699 por Silvio Stampiglia, y el estreno absoluto tuvo lugar en el King’s Theatre de Londres el 24 de febrero de 1730.
No es una de las obras más conocidas o populares del compositor alemán y tampoco se escenifica con frecuencia. En los Estados Unidos, por ejemplo, se estrenó en 1988 con la Ópera de Omaha, mismo año en el que se vio en el Festival de Glimmerglass de Nueva York y en la New York City Opera, donde posteriormente se repuso en el 2010.
En el 2014, la Ópera de San Francisco decidió incluirla en su temporada en una nueva producción encomendada al director de escena estadounidense Christopher Alden, y cuyo estreno original fue en la English National Opera de Londres en el 2008. Las funciones de San Francisco contaron con la soprano Danielle de Niese en el papel estelar y, al tratarse de un teatro estadounidense importante, atrajo la atención de muchos melómanos y críticos del país, por lo que fue un espectáculo bien recibido.
La obra estaba programada para ser repuesta en el verano del 2020, pero debió ser cancelada a causa de la pandemia de Covid, junto a Ernani de Verdi y The (R)evolution of Steve Jobs de Mason Bates, que ya fue repuesta la temporada pasada. Y aunque de Ernani no se sabe aún la fecha de su reposición, ya que no está incluida en la próxima temporada, al menos en este verano pudimos disfrutar de esta joya händeliana que es Partenope.
Como muchas obras del repertorio antiguo, la trama incluye diversas situaciones cómicas y, junto a Agrippina, se aleja del estilo de ópera-seria que distingue al compositor. Por eso fue considerada poco atractiva en su tiempo, por sus extensas arias y largos recitativos, además de su frivolidad, por los enredos amorosos que componen la trama. Para esta función —de tres horas y media de duración—, se realizaron varios cortes a la partitura, especialmente de movimientos, una sinfonía, recitativos y algunas arias en cada uno de sus tres actos, con el fin de no alargarla a más de cuatro horas.
Al ser una ópera que se presta a la comicidad y que incluye a un personaje de la realeza, como la reina Partenope, que es la fundadora de Nápoles, la escena se situó en París en los años 20 del siglo pasado, donde Partenope es una elegante aristócrata quien, en el elegante y espacioso salón de su palacio, organiza un juego de cartas.
Resumida en pocas palabras, los personajes de Arsace, Armindo y Emilio cortejan a Partenope, quien muestra preferencia por Arsace, pero aparece el personaje de Rosmina, disfrazada como Eurimene para alejar a Arsace, su expareja, de Partenope. Al final, Partenope elige a Armindo y Rosmira recupera a Arsace.
Alden supo aprovechar la comicidad que le permite la historia, sin caer en excesos, logrando hacer una función fluida, divertida, sin ideas fuera de lugar o excesos. La idea escénica de Andrew Liebermann es atractiva y estética, con un amplio espacio blanco que contiene una enorme escalera de un lado del escenario y una mesa del otro, que es el salón mencionado, representativo del avant-garde; el segundo acto se realiza en el sótano del palacio, y el último acto nos muestra un collage que se realiza en un enorme muro blanco con fotografías del guerrero Emilio, que aquí es una especie de paparazzo que utiliza su cámara en vez una espada para explorar e investigar, una representación del fotógrafo Man Ray.
La obra concluye en el mismo salón del inicio, con Partenope colocando una pierna sobre una silla y la otra sobre la mesa, misma escena con la que inicia la función al levantarse el telón, y como una muestra de la jerarquía del personaje, esa imagen pertenece a una fotografía tomada en 1920 a la escritora Nancy Cunard por el fotógrafo Man Ray, de quien se proyectaron videos e imágenes de su trabajo. En el diseño y apariencia del montaje se notan las influencias incorporadas de los movimientos del surrealismo o el dadaísmo, como las máscaras que utilizan los personajes, de André Breton, o las pinturas de Pablo Picasso. Debo mencionar también los elegantes vestuarios, adecuados a esa época, de Jon Morrell.
Un buen elenco se conformó para la ocasión, con la soprano Julie Fuchs quien, en su debut estadounidense, mostró afinidad por el repertorio barroco, fraseando con buen gusto y elegancia, agilidad en su canto y un timbre colorido y dúctil. Mostró personalidad y distinción escénica con sus movimientos delicados y pausados, y además le confirió autoridad al personaje de Partenope, en esta versión trasladada a los años XX.
Sobresalió también el contratenor Carlo Vistoli, quien también hizo su debut sobre un escenario de este país, quien dio autoridad al personaje de Arsace, actuando bien y con gracia. Exhibió virtuosismo en su canto y en cada una de sus arias, con una voz ligera, plena de musicalidad y elasticidad en todo el registro vocal. En el caso del contratenor Nicholas Tamagna, en el papel de Ormindo, su voz lució más pesada y áspera en la emisión, pero igualmente la manejó con facilidad y virtuosismo y su desempeño actoral fue simpático y justo.
La mezzosoprano Daniela Mack, interpretó a Rosmira (y en travesti a Eurimene) y el tenor Alek Shrader fue Emilio. Ambos formaron parte del elenco del estreno de esta producción en 2014 en los mismos roles. Mack cantó de manera correcta con voz oscura pero suave y, a pesar de alguna dureza en las coloraturas, evidenció sus cualidades canoras y apego al estilo. Por su parte, Shrader, cantó con un timbre cálido y de grato color, y fue un Emilio divertido y muy activo en escena. El barítono Hadleigh Adams personifico al malicioso Ormonte, bien en lo vocal, pero en términos generales sobreactuó la parte.
Como lo hiciera en Orlando, del mismo compositor, en la puesta de 2019, el maestro inglés Christopher Moulds dirigió a la orquesta desde su clavecín, realizando una lectura fluida, ligera, grata y bien llevada de esta suntuosa partitura, cuya música, sobre todo en las partes de los cuernos y las trompetas, guarda mucha semejanza con el oratorio Messiah (Mesías). La orquesta, reducida a 38 instrumentos de época, y con el foso del escenario elevado un poco más de lo normal, como se suele hacer aquí con este tipo de obras o con las de Mozart, regaló una brillante ejecución de la partitura, y prestó acompañamiento y el marco adecuado para el exuberante y profuso aspecto vocal de la partitura.