Polifemo en Lille
Octubre 16, 2024. Conocido y destacado en su tiempo, el napolitano Nicola Porpora (1686-1768) es uno más de los compositores que con el paso del tiempo su brillo se fue extinguiendo, pero hoy sus obras (compuso más de 40 operas, diversos oratorios, misas y motetes en el estilo operístico de su época) han sido desempolvadas y redescubiertas lentamente en la actualidad para ser ofrecidas como verdaderas rarezas.
Porpora, al frente de la Opera of the Nobility de Londres, rivalizó con su contemporáneo Georg Friedrich Händel, quien dirigía la Royal Academy of Music, y por cuatro años compitió por la preferencia del público. La última de las cinco óperas que compuso durante su estancia en Londres fue Polifemo, su ópera seria en tres actos con libreto en italiano de Paolo Antonio Rolli, para los dos castrati más célebres de la época, Farinelli y Senesino, que además habían sido sus alumnos. El estreno tuvo lugar en el teatro King’s Theatre de Londres el 1 de febrero de 1735. Junto a Arianna in Nasso, Polifemo fue la obra más exitosa del periodo londinense de Porpora, para después quedar en el olvido.
Fue gracias a la grabación de la banda sonora de la película Farinelli, il castrato, del cineasta belga Gérard Corbiau de 1993, en la cual participó la clavecinista Emmanuelle Haïm (la grabación incluye el aria de Acis ‘Alto giove’, de Polifemo), quien se interesó en su trabajo y sus composiciones, lo que años después originaría el rescate y la puesta en escena de este título, coproducido entre los teatros franceses Opéra national du Rhin de Estrasburgo, donde se estrenó en febrero de este año, y la Opéra de Lille.
Para Polifemo, el poeta Rolli, tomó prestado de la mitología griega de Homero (la odisea) y de Ovidio (Metamorfosis) la idea de las ninfas que se enamoran de héroes, quienes, a pesar de ser valientes y gloriosos, son mortales. La sencilla trama de la ópera versa sobre la relación entre las parejas formadas por la ninfa Galatea, enamorada del pastor Acis; y la de Calipso, con Ulises, rey de Ítaca y vencedor de la guerra de Troya, quienes deben lidiar con la obsesión por Galatea del monstruoso y gigante cíclope Polifemo, hijo de Poseidón, que mantiene cautivos a los marineros de Odiseo o Ulises en su isla. [Cabe mencionar que Händel también recurrió a este mismo tema mitológico en dos ocasiones: la serenata en italiano para tres voces Aci, Galatea e Polifemo, de 1708, con libreto de Nicola Giuvo; y la ópera pastoral en inglés Acis and Galatea, de 1718, con libreto de John Gay.]
Humor y refinamiento sobresalen en la idea escénica de Bruno Ravella, quien situó la historia en Cinecittà, el estudio cinematográfico en Roma, en 1960, durante la grabación de la película Polifemo, una stravaganza musicale in technicolor, como indica el enorme poster colocado sobre la cortina al inicio de la función. Entre ficción y realidad, con un escenario abierto y austero, con pocos elementos de utilería —cámaras de cine, cables, lámparas, sillas de cine, un volcán en erupción al fondo del escenario o la cabeza de un enorme monstruo deforme—, Ravella representa de manera ingeniosa y perspicaz la heroica acción y grabación de la película, así como en el backstage del rodaje con la cuota de celos, desplantes y complicaciones fuera de cámara de los artistas, que son a la vez los cantantes solistas.
Complementaron la puesta en escena los elegantes vestuarios de la época de los años 60, y los simpáticos disfraces de monstruos e indumentarias usadas para la película, ideados por Annemarie Woods, con un buen trabajo de iluminación de D.M. Wood, que jugó con las sombras y contraposiciones de los colores, todo dentro del contexto de la grabación de la película. Hubo alguna interacción entre los artistas con el público, o como el personaje de Nerea, quien cantó su aria desde el segundo piso del teatro.
Musicalmente, la partitura denota la abundancia y la estética musical desarrollada por los compositores napolitanos, un estilo basado en extensos y numerosos recitativos, la primacía de la melodía sobre el contrapunto, un mayor énfasis e importancia de los instrumentos de viento en la orquesta y, sobre todo, en el virtuosismo vocal. La concertación musical de Emmanuelle Haïm, en esta ocasión con batuta al frente de su orquesta Le Concert d’Astrée (y no, como acostumbra, desde el clavecín), ofreció una lectura minuciosa y detallada, extrayendo un sonido puro, nítido, casi inmaculado; compacto y dinámico en las cuerdas y muy rico en la sección de vientos, como las flautas, los oboes, las cornetas y los cornos que Porpora quiso resaltar en su partitura.
La parte vocal estuvo compuesta de arias destinadas al virtuosismo y lucimiento de los personajes, especialmente para el personaje de Acis, que aquí fue interpretado por el contratenor coreano-estadounidense Kangmin Justin Kim con un canto grato, dinámico y ágil, quien cantó con una escalofriante y pirotécnica ejecución de la voz en cada una de sus arias, como la ya mencionada ‘Alto giove’.
También destacó el personaje de Galatea, interpretado con claridad, nobleza, y delicadeza por la soprano suiza Marie Lys, quien exhibió una voz ligera, expresiva y de mucha musicalidad. Por su parte, la contralto francesa Delphine Galou desplegó en escena a una sensual y célebre diva cinematográfica a la que prestó su profundo y oscuro canto cuando recreó al personaje de Calipso. Su pareja, Ulises, fue el contratenor francés Paul-Antoine Bénos-Djian, quien sorprendió por la firmeza y el vigor en emisión, poco común en este tipo de voces, y por su colorido y uniforme canto en todos los registros.
El bajo boliviano José Coca Loza, fue un divertido Polifemo, por la comicidad y caracterización del personaje, como por ser también el director de la película, y por su voz profunda muy apta y apegada a este estilo de música. Completó el elenco la soprano franco-canadiense Florie Valiquette, como el personaje de de Nerea, a quien fue un deleite escuchar por la elegancia en su fraseo, la claridad en su emisión y su desempeño y porte actoral sobre el escenario.
Polifemo de Porpora gustó y convenció al público de este teatro, acostumbrado a escuchar obras barrocas (especialmente de Händel), y algunas poco conocidas, porque es la sede habitual de Le Concert d’Astrée y su directora Emmanuelle Haïm, a quienes premiaron con largos y emotivos aplausos, que se pueden hacer extensivos al reconocimiento y la obra de un compositor injustamente olvidado.