Rigoletto en Turín

George Petean en Rigoletto de Giuseppe Verdi en el Teatro Regio di Torino © Mattia Gaido, Daniele Ratti

Marzo 2, 2025. Rigoletto, de Giuseppe Verdi (1813-1901), que se puso en escena por primera vez en la Fenice de Venecia el 11 de marzo de 1851 con el célebre barítono italiano de origen francés Felice Varesi en el papel principal, es uno de los títulos más amados y representados del Cisne de Busseto. 

A Turín llegó al Teatro Regio por primera vez, menos de un año después, el 18 de febrero de 1852; y en este nuevo montaje el director de escena Leo Muscato ambientó la ópera a principios del siglo XX dentro de una sociedad burguesa dedicada al placer y a la diversión, aunque también corrupta, viciada e hipócrita, viviendo los últimos esplendores antes de que la Primera Guerra Mundial arrasara todo. 

La idea de fondo del espectáculo es la de retratar a los personajes a través de espejos deformes, espejos que constituyen la base de las escenografías en un escenario sustancialmente vacío, que se descomponían y se componían con el transcurso de los eventos. El espejo se convirtió en una especie de ojo que indaga en lo más profundo de los personajes, descubriendo su lado más íntimo como también el más oscuro y perverso. 

Los mismos protagonistas del célebre libreto de Francesco Maria Piave (basado en Le roi s’amuse de Victor Hugo) se confrontan con su tortuoso y escurridizo reflejo en el que la realidad se mezcla con sueños e ilusiones. En el centro del escenario, una estructura oscura y amenazante compuesta de paredes reflejantes gira sobre sí misma, poniendo a la vista, según la situación, pocos elementos escénicos como divanes, sillas y mesas. 

La atmósfera decadente se amplificó, por sugerencia del mismo director, por medio de sugerencias cinematográficas (por ejemplo, Muscato hizo referencia a la obra maestra de Sergio Leone ‘Erase una vez en América’). Pero al final, esta instalación cinematográfica con plataformas giratorias (¡cuántas veces ha sido ya visto!) pareció ser una solución funcional pero no particularmente envolvente y la ópera se desarrolló de modo bastante anónimo sin destellos particulares. 

Es verdad que el director pugliese modificó algunos episodios del libreto. Por ejemplo, Muscato hizo que Monterone muriera en el primer acto para posteriormente aparecer como un fantasma que viene a aterrorizar a Rigoletto antes de la cabaletta ‘Sì, vendetta tremenda vendetta’, y mandó a Gilda a vivir en una escuela de monjas en vez de la casa del padre, o hizo que Maddalena apuñalara directamente a Gilda que no vive con Sparafucille sino en un verdadero burdel. Pero no bastaron estas libertades del director para hacer este montaje verdaderamente logrado y estimulante.

Las mejores cosas se apreciaron desde el punto de vista del elenco vocal. Comenzando con la Gilda de Giulia Gianfaldoni, quien dio muestra de una vocalidad refinada en cada parte de la tesitura. El dominio del registro agudo y la gran facilidad para realizar las coloraturas, unida a su capacidad de ligar y cincelar las líneas musicales, también en pianissimo, le permitieron compensar una relativa carencia de volumen que se notó en los pasajes acompañados de otras voces. En general, Gianfaldoni resultó ser muy convincente como también excepcional en su interpretación de ‘Gualtier Maldè… Caro nome’, su aria más conocida, que rara vez se ejecuta con tal perfección estilística.

George Petean interpretó un Rigoletto vocalmente generoso, con timbre homogéneo, seguridad y expresividad, mientras que Piero Pretti personificó un Duque en modo gallardo, mostrando una cierta actitud, agudos seguros y firmes, aunque pareció un poco genérico en el cuidado del fraseo. Digna de destacar fue la exuberante Maddalena con el hermoso timbre bruñido y fascinante presencia escénica de Martina Belli, como también el vigoroso Sparafucile de Goderdzi Janelidze, y el sobresaliente Monterone de Emanuele Cordaro. 

Entre los papeles menores, hay que mencionaer a los jóvenes cantantes que forman parte del Regio Ensamble: Siphokazi Molteno (Giovanna), Janusz Nosek (Marullo), Daniel Umbelino (Matteo Borsa), Tyler Zimmerman (el conde de Ceprano) y Albina Tonkikh (la condesa di Ceprano). La batuta le fue dada a Nicola Luisotti, quien ofreció una concertación basada en la claridad rítmicamente concisa, pero por momentos también tímbricamente un poco seca, y se notaron también algunas desarticulaciones entre el foso y el escenario. Al final, fue apreciable la contribución que dio el Coro del Teatro Regio de Turín que dirige Ulisse Trabacchin.

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