Rolando Villazón en la UNAM
Septiembre 24, 2024. La Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario se convirtió en la tercera parada del esperado regreso del tenor Rolando Villazón a escenarios mexicanos. Fue El retorno de Rolando a la patria.
Después de 14 años de ausencia (y con presentaciones en Torreón, Coahuila, y Zapopan, Jalisco, en días previos), el cantante volvió a la Ciudad de México acompañado al piano por Ángel Rodríguez para el recital titulado L’Arte del Bel Canto, gala inaugural del Festival CulturaUNAM.
El reencuentro de Villazón con el público nacional generó múltiples expectativas, pues además del prolongado tiempo transcurrido desde su última actuación en México, la trayectoria vocal del tenor atravesó etapas que por su marcado contraste son parte referencial de la historia operística de las últimas décadas.
Desde su imparable ascenso internacional a partir de su exitosa participación en Operalia 1999, certamen vocal fundado por Plácido Domingo, la carrera de Rolando Villazón Mauleón (Ciudad Satélite, 1972) materializó el sueño imperioso de numerosas generaciones de cantantes mexicanos, impulsados en esa aspiración incluso por sus maestros de canto: irse del país para conquistar teatros y festivales alrededor del mundo, con la distinción de integrarse a elencos de prestigio tanto en carteleras, como en grabaciones audio y videográficas, en sellos de abolengo. Una meta que solo un puñado de intérpretes connacionales ha cumplido plenamente.
Los logros de Villazón alcanzaron la cúspide lírica a lo largo de la siguiente década, en la que encarnó el arquetipo del tenor romántico (en el repertorio italiano y francés), cautivando al público a través de su carisma y la intensidad de sus interpretaciones.
Aunque si su encumbramiento fue meteórico, el descenso no fue menos brusco. Ante las exigencias de una agenda repleta de compromisos y papeles cada vez más dramáticos, sobrevino un desgaste que se hizo evidente en sus actuaciones y culminó en 2009 con una intervención quirúrgica para extraerle un quiste de las cuerdas vocales, situación que lo obligó a tomar un prolongado descanso.
Al retomar su senda lírica un año después, su carrera se ha diversificado y a su faceta de cantante con incursiones en nuevo repertorio (renacentista, barroco, clásico, de cámara), sumó la de director de escena y director artístico, la de novelista y anfitrión de programas en medios electrónicos. Pero todo ello fuera de México. Volver al país no fue su prioridad.
Por eso el retorno de Villazón a su patria —si bien ahora es igualmente ciudadano francés—, se convirtió en un acontecimiento de revuelo en nuestro siempre contado quehacer lírico. Para éste, su debut en la Sala Nezahualcóyotl, el tenor eligió un programa integrado por 18 piezas de concierto de diez compositores italianos desde el renacimiento hasta el siglo XX; y después de ello obsequiaría al entusiasmado público asistente un arsenal de 11 encores.
“No debería estar cantando aquí, hoy”, expresó el intérprete. “Por una serie de accidentes me encuentro cantando aquí, con mi querido Ángel Rodríguez. Y quiero decirles que de todo corazón le estoy agradecidísimo a la serie de accidentes, porque yo, hoy, no quiero estar en ningún lado, más que aquí: en esta Sala Nezahualcóyotl.”
El recital comenzó con tres arias antiguas: ‘Già il sole dal Gange’ de Alessandro Scarlatti, ‘Vergin tutto amor’ de Francesco Durante y ‘Per la gloria d’adorarvi’ de Giovanni Battista Bononcini; continuó con las canciones de Vincenzo Bellini ‘Ma rendi pur contento’, ‘Dolente immagine’ y ‘Vaga luna che inargenti’; y en su primera parte cerró con ‘Deh pietoso, oh addolorata’, ‘Il poveretto’ y ‘L’esule’ de Giuseppe Verdi.
Desde luego, el interés músico-vocal por el regreso de Rolando Villazón a México podría considerarse a través de diversas capas que profundizan al simple deleite de todo concierto. Su presentación fue una oportunidad para presenciar de cerca la condición actual de una voz que alguna vez fue considerada entre las más relevantes y atractivas de su generación en el concierto mundial.
La capacidad interpretativa de Villazón para desgranar las palabras y su sentido emocional se ha ampliado con su experiencia en los escenarios y, tal vez, en varias vertientes de su vida. Entiende y transmite el poder de las frases con sutilezas y matices únicos, pero la voz no siempre está ahí, dúctil, para secundar el discurso musical.
La emisión es por momentos áspera y abierta, indómita, y es compensada por el cantante con diversos artilugios y triquiñuelas, algunas de naturaleza artística como su expresivo temperamento intenso, reguladores y teatralidad. Aunque en otras ocasiones la voz fluye raspada y estridente, o con vocales o sílabas distorsionadas y oscurecidas o solo marcadas. De pronto una frase luminosa y de gran colocación resplandeció en su canto y se adhirió a una actuación que ciertamente evocaba su prime.
Ángel Rodríguez hizo una labor fundamental en el piano para no solo acompañar, sino brindar soporte y una amistad sonora desde el teclado, lo que ayudó en todo lo posible al cantante. Villazón dijo del pianista que era uno de los mejores del mundo y recordó que fue con él con quien hizo sus primeros recitales profesionales y los primeros también que ofreciera en países europeos como España e Italia. La complicidad artística de años entre ambos quedó de manifiesto.
Luego del intermedio, Rolando Villazón, cada vez más eufórico y con gran respuesta del público, interpretó ‘Malìa’, ‘Vorrei morire’ y ‘Non t’amo più’ de Francesco Paolo Tosti y ‘A te’, ‘Terra e mare’ y ‘Ad una morta’ de Giacomo Puccini, para cerrar el programa oficial con tres napolitanas: ‘Rondine al nido’ de Vincenzo Crescenzo, ‘Musica proibita’ de Stanislao Gastaldon y ‘Non ti scordar di me’ de Ernesto de Curtis.
En rigor, el canto de Rolando Villazón —como el de casi cualquier intérprete— nunca ha gozado de la unanimidad de opiniones. Por eso, su retorno de cierta manera era una celebración entre los asistentes a la Sala Nezahualcóyotl, al margen de una posible comparativa de facultades entre el pasado y el presente o del discernimiento entre la verdad emocional y la objetividad técnica.
Eso y la generosidad de Villazón sobre el escenario explica la extendida secuencia de encores que incluyeron canción, romanzas de zarzuela y algunas canciones “mexicanitas”, como expresó con júbilo el tenor, que durante años parecía no querer venir y, en la gala que dio inicio este 2024 al Festival CulturaUNAM, pareció ya no querer irse: ‘Tre giorni son che Nina’ de Giovanni Battista Pergolesi; ‘Non t’accostare all’urna’ de Verdi; ‘Ideale’ y ‘Chanson de l’adieu’ de Tosti; ‘Ya mis horas felices’ de La del Soto del Parral de Reveriano Soutullo y Juan Vert; ‘No puede ser’ de La tabernera del puerto de Pablo Sorozábal; ‘Amor, vida de mi vida’ de Maravilla de Federico Moreno Torroba; ‘Despedida’ y ‘Te quiero dijiste’ de María Grever; ‘Besos robados’ de Jorge del Moral y ‘Funiculì, Funiculà’ de Luigi Denza.
Para ese momento, el tenor Rolando Villazón (aunque el color de su instrumento ahora es baritonal, incluso con tintes de bajo-barítono en algunos momentos del recital y, de hecho, de su registro) ya había bromeado con el público, encabezado Goyas y terminó (como lo hiciera en Torreón con el jersey del Santos y en Zapopan con el de los Leones negros de la UdeG), portando la camiseta de los Pumas de la UNAM, con el número 22 en los dorsales.
En los tres recintos Rolando Villazón dio a la gente lo que quería y con gran efectismo. Eso es lo que resumió su visita tardía pero esperada a nuestro país: reencontrarse con un público (que sin duda cuenta con admiradores y fanáticos) que le apreciaba desde antes de su odisea internacional; y acaso demostrarle que, a pesar de las adversidades, su pasión por la música y el canto sigue intacta. La sustancia que le ha hecho artista está ahí y sin reparo la vierte en el escenario, aun cuando la voz que cautivó a miles de espectadores ya no es la misma. Ni lo será.