Roméo et Juliette en Los Ángeles

Escena del baile inicial de Roméo et Juliette de Charles Gounod en la Ópera de Los Ángeles © Cory Weaver

 

Noviembre 20, 2024. Muy apreciada por el público, pero inexplicablemente poco representada por los teatros estadounidenses, Roméo et Juliette, ópera en cinco actos del compositor francés Charles Gounod (1818-1893), con libreto en francés de Jules Barbier y Michel Carré basada en la obra homónima de William Shakespeare, volvió al escenario de Los Angeles Opera como segundo título de su actual temporada.

Días antes se había presentado el ensamble de instrumentos antiguos Les Talens Lyriques de Christophe Rousset, que interpretó obras de maestros franceses del barroco como: Jean-Baptiste Lully, François Couperin, Michel Lambert y Michel Pignolet de Montéclair, cubriendo la cuota anual del teatro en cuanto a música antigua, y vino a sustituir el ciclo de óperas de Georg Friedrich Händel que había sido encomendado a The English Concert, y que este año presentó la ópera Giulio Cesare.

Esta producción satisfizo, cautivó y convenció a los presentes —que, en un miércoles por la noche, abarrotó el teatro, algo que al menos yo no había presenciado desde antes del periodo previo a la pandemia— y que se debió al esmero con el que teatro ofreció un espectáculo que cubrió los aspectos que hacen que un montaje sea exitoso, como la parte escénico-visual, la musical y la vocal.

Con relación a este último punto, y con un erróneo prejuicio, el elenco no lucía tan sólido en el papel, si se considera que las ultimas ocasiones que aquí se vio este título, la pareja de enamorados fue interpretada por Rolando Villazón y Anna Netrebko (en 2005) así como por Vittorio Grigolo y Nino Machaidze (en 2011, cuando aquí se escuchó por última vez), pero Amina Idris y Duke Kim demostraron que pisar un escenario de este nivel no es una casualidad y ambos regalaron una memorable función con sus desempeños individuales y en conjunto.

La soprano egipcia-neozelandesa, a quien ya había escuchado cantar en papel de Cleopatra (en el estreno absoluto de Antony and Cleopatra de John Adams en San Francisco en 2022), demostró en esta ocasión la calidad y la claridad de su voz, que es tersa, brillante en el color y en el timbre, exhibiendo agilidad para abordar las coloraturas, los agudos y el resplandor que requiere la partitura del exigente papel. 

Por su parte, el tenor coreano exhibió una voz fresca, vigorosa y distinguida en la emisión, la expresividad y principalmente en la dicción. Ayudó la evidente juventud e ímpetu que ambos poseen y que supieron irradiar para envolverse dentro de la piel de cada uno de sus personajes. Otros cantantes del elenco merecen una mención, como el experimentado bajo chino Wei Wu quien, como Frère Laurent, mostró persuasión y solidez a su personaje, así como el barítono Justin Austin, un solvente Mercutio con musicalidad y armonía en su canto, la mezzosoprano Laura Krumm, que fue un sagaz y astuto Stéphano, cantado con destreza y profundidad, así como también el consistente Capulet, actuado y cantado por el bajo Craig Colclough y la mezzosoprano Margaret Gawrysiak, quien resaltó a Gertrude acompañando a Julieta.

El resto de cantantes que completaron el elenco cumplieron de manera satisfactoria cuando fueron requeridos para intervenir. En esa lista aparecen el bajo brasileño Vinicius Costa como Le duc de Vérone, el tenor Yuntong Han como Tybalt, el tenor Nathan Bowles como Benvolio, el barítono Ryan Wolfe como el conde Pâris y el barítono Hyungjin Son como Grégorio, todos ellos miembros del estudio de jóvenes cantantes del teatro, algunos de los cuales emprenderán seguramente valiosas carreras, considerando la experiencia y la preparación que se debe adquirir en una casa de ópera como esta.

 

Escena final de Romèo et Juliette, con Amina Idris y Duke Kim © Cory Weaver

 

Desde Lucia di Lammermoor en 2022, a la maestra colombiana Lina González-Santos, que ostenta el título de directora residente de la orquesta de la LA Opera hasta el 2025, no se le había ofrecido un título de este calibre, obteniendo un buen resultado con su lectura, con la que coloreó y esculpió cada pasaje, cada estrofa y cada momento de la partitura, resaltando el brillo extraído de los instrumentistas, con cuidado, dinamismo y atención a la parte vocal del espectáculo. En la maestra se nota más soltura y destreza que en su comparación anterior. 

En escena se vio de nueva cuenta, como en 2005 y 2011, el montaje de Ian Judge, inteligentemente diseñado, funcional y atractivo. Judge ha tenido una cercana relación con la Royal Shakespeare Company de Inglaterra, por lo que sus ideas escénicas son válidas y apegadas a la historia. Antes de iniciada la función, y con telón abierto, se veían unas enormes enormes estructuras metálicas —ideadas por John Gunter— que, una vez iniciada la función, y con la iluminación de Duane Schuler, demostraron su valía e inteligente diseño, envolviendo el escenario tanto en la parte trasera como en los lados. 

Concebida en tres niveles, con escaleras y plataformas donde se colocaron los integrantes del coro y comparsas en escena, permitió que en el centro del escenario hubiera un amplio espacio para el desenvolvimiento actoral de cada escena. Las estructuras se desplazaban de manera fácil durante cada cambio de escena y, como ejemplo, la estructura del lado izquierdo se recorrió al centro del escenario recreando el balcón de Juliette, en su famosa escena con Roméo. La parte trasera de la estructura se cubrió con telones rojos y espejos que bajan y suben, creando diferentes ambientes como el interior de un palacio, la intimidad de una capilla, etcétera. Si la producción le ha funcionado al teatro a lo largo del tiempo, sin indicio de perder su vigencia y estética, no era necesario recurrir a un nuevo montaje. 

El tiempo donde se sitúa la acción está en realidad indicado por los elegantes vestuarios de época diseñados por Tim Goodchild. Los movimientos dispuestos por Judge tuvieron sentido, con relación a lo que sucedía en cada escena, omitiendo los habituales clichés o el exagerado sufrimiento de los personajes principales en su escena final. La obra inició con el funeral de Roméo et Juliette, un recurso simple que he visto con frecuencia en recientes puestas, y que parece efectivo, ya que permite al público observar e imaginarse que sucede, inmediatamente después de que se cierra el telón y concluye la función. 

Una mención va para el coro del teatro, dirigido por el maestro Jeremy Frank, por su profesional aporte a una placentera representación. 

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