Roméo et Juliette en Nápoles

Nadine Sierra (Juliette) y Javier Camarena (Roméo) en el Teatro San Carlo de Nápoles © Luciano Romano

 

Febrero 18, 2025. El Teatro San Carlos de Nápoles puso al servicio de esta ópera de Charles Gounod —que ofreció en carácter de estreno local— una puesta tradicional muy correcta y una más que competente batuta, una pareja solista de excepción, y adecuados personajes de flanco.

La puesta en escena es una coproducción entre la ABAO, la Ópera de Oviedo y el Teatro San Carlo, ya vista en España. Giorgia Guerra firmó la puesta en escena que se manejó dentro de cánones tradicionales con adecuados movimientos y buen planteamiento minimalista general.

La escenografía diseñada por Federica Parolini consta de tres paneles grises, simulando piedra, para cerrar la escena y un gran rectángulo que es utilizado en algunos momentos para identificar diversos lugares, ya sea el balcón o la habitación de Juliette, la puerta de la celda de Frère Laurent, o el cierre de la tumba de ambos. Este rectángulo levitó durante la noche para el dúo de los amantes o bajó como una gran lápida de granito para sus cuerpos.

Sobre las paredes se van proyectando diversos videos con elementos arquitectónicos de inspiración gótica y abstracciones de color según el momento (Imaginarium studio). La iluminación de Fiammetta Baldiserri fue coherente con la estética de la puesta y muy adecuados los trajes diseñados por Lorena Marin.

La dirección orquestal de Sesto Quatrini resaltó el refinamiento de la obra, cuidó el balance entre el foso y la orquesta y logró dotar de elegancia y matices a la versión. La orquesta de la casa le respondió en buena forma.

Javier Camarena, con una dicción francesa impecable, y con la belleza del registro, fue un gran Roméo. Actoralmente juvenil y compenetrado, fraseó con gran clase y logró sortear todos los escollos de una partitura por demás complicada. Su voz ha ganado en consistencia, pero sin perder su facilidad para el agudo. Por ello, el repertorio francés parece ser en este momento de evolución vocal perfecto para el artista.

Nadine Sierra brilla a sus 36 años con luz propia en el universo de la lírica internacional actual y lo demuestra con creces en cada actuación. En esta Juliette mostró su riquísima paleta interpretativa y su juvenil concepción del personaje, con perfecta evolución psicológica a medida que avanzó el drama. Su solidez técnica, la absoluta precisión de los agudos, sin perder un ápice de color vocal, sus perfectas coloraturas en el vals ‘Je veux vivre dans le rêve’, su fraseo ex quisito, su arrolladora versión del aria del veneno (‘Amour, ranime mon courage’), y su conmovedora escena de la muerte, marcaron una interpretación superlativa.

El tenor mexicano y la soprano estadounidense empastaron a la perfección sus voces en todos los dúos, logrando dar vida y credibilidad a sus personajes.

Muy interesante las voces de Gianluca Buratto (Frère Laurent) —que tiene el carácter vocal que demanda el rol— y de Caterina Piva (Stéphano) que se lució en su momento solista ‘Depuis hier je cherche… Que fais-tu, blanche tourterelle?’; adecuada, la selección de Annunziata Vestri para el papel de Gertrude, al que habitualmente se recurre a una artista con oficio pero ya casi sin voz, y esta vez se optó por una joven de interesante carrera. Alessio Arduini fue un Mercutio de bello timbre, mientras que Marco Ciaponi, entregó un Tybalt heroico.

Irregulares, tanto Mark Kurmanbayev (Capulet) como Yunho Kim (Duc de Vérone); correcto, el resto del elenco: Mark Antimo Dell’Omo (Pâris), Sun Tianxuefei (Benvolio), y Maurizio Bove (Gregorio), con buena prestación del coro que dirige Fabrizzio Casi.

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