
Stabat Mater en Milan

Emmanuel Tjeknavorian dirige Orchestra e Coro Sinfonici di Milano en el Stabat Mater de Gioachino Rossini © Angelica Concari
Abril 14, 2025. El Stabat Mater de Gioachino Rossini (1792-1868) es, junto a la Petite Messe Solennelle, la obra sacra más célebre del compositor de Pésaro. Compuesto entre 1831 y 1841, se basa en el texto medieval atribuido a Jacopone da Todi que refleja el dolor de la Virgen María a los pies de la cruz de Cristo.
Rossini unió su maestría operística a una profunda intensidad espiritual, creando una partitura rica en emotivas melodías, solemnes armonías y momentos de intensidad dramática. La estructura de la obra alterna arias para solistas, duetos, coros y pasajes orquestales de gran impacto emocional, haciéndola un vértice absoluto de la música sacra del siglo XIX.
Su primera ejecución tuvo lugar en el Théâtre-Italien de Paris el 7 de enero de 1842, después de que Rossini completó las partes inicialmente no musicalizadas. Grandes cantantes de la época participaron en el evento, como Giulia Grisi, Emma Albertazzi, Mario de Candia y Antonio Tamburini. Después, de particular relevancia fue su estreno boloñés, el 18 de marzo del mismo año, dirigido por Gaetano Donizetti y supervisada por el propio compositor.
Para su tradicional “Concierto de Pascua”, la Orchestra Sinfonica di Milano eligió este año interpretar esta obra maestra rossiniana. En el podio, Emmanuel Tjeknavorian, el joven director musical de la agrupación milanesa y reciente ganador del Premio Abbiati (premio de la crítica italiana) como director de orquesta, quien dirigió con gran energía, evidenciando los aspectos dramáticos y teatrales de la partitura.
Su lectura, rica en contrastes, fue por momentos incandescente, culminando en un ‘Amen’ final literalmente arrebatador. El concertador austriaco Tjeknavorian supo encontrar también acentos de íntima conmoción, gracias a su capacidad de frasear con gusto y fantasía. El resultado fue una interpretación escultórica, marmórea, pero a la vez vital y dinámica. La Orchestra Sinfonica di Milano se distinguió por la exactitud, el rigor, la viveza rítmica como también por la delicadeza en los pianissimi.
Además, Tjeknavorian demostró habilidad en el acompañamiento de los solistas, sin avasallarlos nunca, y creando un tejido sonoro eficaz y flexible para un elenco vocal que se mostró unido y amalgamado. En especial, Benedetta Torre (soprano) cantó con una emisión homogénea y cierto dominio de la parte. La mezzosoprano Martina Belli, de timbre bruñido y seductor, agradó por su acento incisivo y su esculpido fraseo. Juan Francisco Gatell (tenor) exhibió musicalidad, evidenciando una línea de canto elegante y facilidad en la agilidad, aunque en la zona más aguda de la tesitura pareció menos encendido. Nicola Ulivieri (bajo), quien estuvo sólido y vigoroso, se mostró elocuente al mostrar un timbre rotundo y pleno.
Otro protagonista indiscutible de la velada fue el Coro Sinfonico di Milano. Caracterizado por su óptima cohesión y un notable impacto fónico, el coro dirigido por Massimo Fiocchi Malaspina se distinguió con los pasajes más intensos y vigorosos, además de que supo expresar una profunda sensibilidad interpretativa en ‘Quando corpus morietur’. Al finalizar, el público que abarrotó el Auditorium de Milán, premió a todos los intérpretes con una meritoria ovación.