The Consul en Buenos Aires
Agosto 9, 2024. A solo dos años de su última subida a escena, el Teatro Colón de Buenos Aires repuso The Consul (1950) de Gian Carlo Menotti. A priori no parecía una idea demasiado acertada para un teatro que solo ofrece siete títulos por año repetirlo en fecha tan cercana y con un elenco ochenta por ciento igual al que la ofreció en mayo de 2022.
Como pasa siempre en el arte, los preconceptos son destruidos por las realidades y esta vuelta a la escena de la ópera de Menotti resultó aún más interesante que la última vez por una batuta joven, pero sin dudas con la suficiente madurez, por un mecanismo teatral perfecto ideado por el equipo escénico, y por un elenco vocal asentado en los diversos roles. Condimentos todos que coadyuvaron para la excelencia de la propuesta.
Marcelo Ayub en la dirección musical concertó con amplio conocimiento de la parte, con autoridad, con lirismo, con perfecto estilo. Dio perfecto apoyo a los cantantes y subrayó la sutileza de la orquestación a la par que cuidó en todo momento el equilibrio entre el foso y la escena. Notable fue la concreción de los momentos netamente orquestales redondeando un trabajo de excelente nivel.
Rubén Szuchmacher planteó en 2022 una puesta en escena natural, coherente y de perfecta teatralidad que refleja adecuadamente la opresión y la zozobra vivida por los personajes frente el abuso de poder y la burocracia. Revisitar su trabajo sirvió para reforzar la idea que no es necesario plantear grandilocuencias innecesarias o recurrir a elementos que distraigan de la acción para lograr un resultado de primer nivel. Solo trabajar, y mucho, con el texto para hacer fluir la acción.
La monumental escenografía de Jorge Ferrari plantea los dos escenarios previstos por el autor: la casa de los Sorel y la sala de espera del Consulado. Abundan los colores grises, con algo de blanco y de negro. La estructura de la casa de los Sorel permite ver la calle donde merodean los agentes secretos y el sótano donde se esconde John. El ambiente es de una vivienda con signos evidentes de decadencia. En el Consulado, el gris ocupa casi toda la escena y las paredes están llenas de biblioratos del piso al techo, lo cual refuerza el clima opresivo y burocrático. El orden de las sillas, ficheros, biblioratos y de todos los elementos llega a ser asfixiante. El planteo escenográfico aprovechó el disco giratorio, lo cual posibilitó los cambios de escena sin correr el telón mientras se desarrollan los interludios instrumentales. El vestuario del mismo Ferrari también acudió a los grises y al negro.
Gonzalo Córdoba acertó con la iluminación y el cambio de colores para las escenas de sueños fue perfecto, con una luz verde que resultó inquietante. Marina Svartzman diseñó adecuados movimientos coreográficos para los solistas en dos escenas: la de la hipnosis de los personajes que esperan en el consulado, y el momento final, con la muerte de Magda Sorel.
En el plano vocal, el elenco resultó homogéneo y solvente en una obra donde todos los personajes son importantes.
Sebastián Angulegui puso al servicio de John Sorel su bien timbrada voz de barítono, su gran potencia y adecuada proyección. Tanto en lo vocal como en lo actoral, le dio al atribulado personaje el matiz adecuado y perfecto. La soprano Carla Filipcic Holm repitió su Magda Sorel, de la cual es ya intérprete de referencia local en un rol que cantó en 2009 para una compañía independiente y en 2022 con esta misma puesta en escena en el Colón. Su musicalidad, entrega y amplio volumen se combinaron con su gama de matices vocales y su credibilidad actoral.
La mezzosoprano Adriana Mastrángelo volvió a brillar con su Secretaria del Consulado. A su natural elegancia, que de alguna manera acrecentó el carácter frío e imperturbable que requiere el rol, le sumó su perfecta proyección, su bello color vocal y su madurez interpretativa. Un personaje que va cambiando a medida que pasa la acción y que Mastrángelo encarnó a la perfección. La también mezzosoprano Virginia Correa Dupuy interpretó a la Madre de John con convicción escénica y veteranía vocal. Un momento de mayor lucimiento, que es el de la canción de cuna, resultó emocionalmente brillante.
El barítono Héctor Guedes fue un inquietante Agente de la Policía Secreta que cumplió a la perfección con las exigencias de este breve pero sustancial personaje. Los otros demandantes de visas compusieron un conjunto de admirable solvencia. Así, el tenor Pablo Urban (Nika Magadoff) fue un mago convincente e histriónico con gran desempeño vocal; el barítono Alejandro Spies (Mr. Kofner) contribuyó con bello registro, convicción y muy buena presencia escénica; la soprano Marisu Pavón (Mujer Extranjera) conmovió con su relato en italiano vertido con profesionalismo y genuinos recursos; la soprano Marina Silva (Anna Gómez) aportó su amplio caudal sonoro y expresividad.
La mezzosoprano Rocío Arbizu encaró a Vera Boronel, que parece pertenecer a otra clase social y que es, en definitiva, la única que consigue la ansiada visa, con corrección en los conjuntos y con lucimiento en su breve momento solista. Y en el breve rol de Assan, el barítono Sebastián Sorarrain reafirmó que no hay papeles breves, al dar realce a sus intervenciones.