Tosca en Milán

Amartuvshin Enhkbat (Scarpia) y Elena Stikhina (Tosca) en el Teatro alla Scala de Milán © Brescia e Amisano

 

Marzo 28, 2025. El Teatro alla Scala de Milán puso en escena Tosca de Giacomo Puccini (1858-1924), en la misma producción con la que se inauguró la temporada 2019-2020. La producción escénica de Davide Livermore fue repuesta correctamente en esta ocasión por Alessandro Premoli. 

De aquella Tosca ya había escrito en estas páginas en su oportunidad, pero hoy se puede tranquilamente confirmar la muy positiva respuesta que despertó desde entonces este espectáculo creado por el director italiano, con su equipo formado por Giò Forma (escenografía), Gianluca Falaschi (vestuario), Antonio Castro (luces) y D-Wok (video). Livermore le dio un corte cinematográfico a su puesta en escena, utilizando los medios tecnológicos a los que está habituado (verdaderamente sugestivos y de gran impacto, como la continua elevación y rotación de los elementos arquitectónicos) sin distorsionar el libreto; y en estos tiempos eso es un gran mérito, de acuerdo a lo visto que sucede en ciertos escenarios operísticos donde no solo se hacen lecturas sesudas de la trama, sino que incluso está de moda cambiar las palabras del texto: ¡algo que me parece inaceptable! 

Livermore es un músico también, un tenor para mayor precisión, y ello se nota siempre en sus montajes. De hecho, los cantantes son colocados siempre en condiciones de poderse expresar de la mejor manera posible en el escenario, sin rarezas insensatas como las de hacerlos cantar equilibrándose sobre una cuerda suspendida o de cabeza. Por lo tanto, bienvenida es una Tosca hiper-tecnológica como esta, que mira hacia el cine, pero que observa sobre todo a la música, respetándola y valorizándola. 

Así, la célebre historia de los dos amantes, Tosca y Cavaradossi, como del brutal y lujurioso Scarpia, transcurrió fluida y comprensible, cautivando y convenciendo. La trama se desarrolla en Roma el 17 de junio de 1800, tres días después de la victoria de las tropas de Napoleón Bonaparte en la Batalla de Marengo (ubicado en el Piamonte) contra el ejército austriaco encabezado por Michael von Melas. El jubiloso ‘Vittoria! Vittoria!’ que exclama Cavaradossi durante su interrogatorio en el segundo acto, un gesto retador hacia Scarpia, se refiere justo a ese evento.

Mientras que la puesta de Livermore nuevamente ocupó el centro, la dirección musical de Michele Gamba sufrió de cierta carencia de tensión narrativa. Su manera de llevarla, algo aburrida (sobre todo en el primer acto), un tejido orquestal que a veces era un poco tenue, y con cierto desapego entre el foso y el escenario, no permitieron una representación teatral completamente eficaz. De debe mencionar también que Gamba utilizó la nueva edición crítica de Roger Parker de la ópera, que hace referencia a la primera representación de la obra que tuvo lugar en el Teatro Costanzi de Roma, el 14 de enero de 1900, edición que ya utilizó Riccardo Chailly en 2019, donde recuperó páginas eliminadas por Giacomo Puccini después de aquella première. 

Además, fue posible escuchar una frase adicional en el dueto del primer acto entre Mario y Tosca, como también un brevísimo diálogo “a due” al término del aria ‘Vissi d’arte’, una una parte a capella en el ‘Te Deum’, así como algunos compases de más en el finale de la ópera. 

En el papel de la protagonista, la soprano rusa Elena Stikhina gustó por la incisividad en su canto. La suya fue una Tosca de carácter fuerte, pero cuya dicción por momentos fue poco clara y su canto, a menudo forzado y privado de flexibilidad y suavidad, le impidieron delinear un personaje refinado. Su acento también pareció monocorde, con dinámicas tendientes con frecuencia al forte. Por tanto, su ‘Vissi d’arte’ lució un poco anónimo. 

No muy polifacético, tampoco, estuvo el Mario Cavaradossi de Fabio Sartori, que sin embargo es un tenor que en escena no se guarda nada, aunque su línea de canto no parece ser muy variada. De cualquier manera, su prueba fue in crescendo, culminada con un conmovedor ‘E luceven le stelle’ que mereció el aplauso más largo de la velada. 

Pero el verdadero “matador” fue el barítono mongol Amartuvshin Enkhbat, considerado hoy uno de los mejores barítonos en la escena internacional. Su Scarpia gustó por su timbre redondo, su muy cuidada dicción y movilidad en el fraseo. Enkhbat ofreció un retrato del barón Scarpia de gran intensidad dramática, inteligente, melifluo, lascivo y despiadado. Del barítono mongol llamó la atención la solidez de su emisión, la suntuosa proyección vocal, la belleza tímbrica y su capacidad para refinar las frases. En resumen, ¡fue el triunfador de la noche! 

Carlo Bosi es un maestro en los papeles secundarios para tenor, y su Spoleta estuvo casi perfecto; como también el Sacristán de Marco Filippo Romano. Estos dos artistas hacen de la técnica vocal y de la dicción clara una gran ventaja, logrando darles un justo relieve a dos papeles tan importantes y frecuentemente un poco descuidados. 

Convincentes estuvieron también Huanhong Li en el papel de Angelotti, Costantino Finucci en el de Sciarrone, Xhiedo Hyseni (de la Accademia del Teatro alla Scala) como el carcelero y Valentina Díaz (del Coro de voces blancas del Teatro alla Scala) como el joven pastor; y como siempre, el confiable Coro del Teatro alla Scala que dirige Alberto Malazzi.

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